Iquitos, 24 octubre 2017
Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Masusa, el puerto fluvial de
Iquitos, es un crisol de culturas. Nos fijaremos en uno de los “jardines de
infancia”, donde estudian los niños antes de la primaria, para realizar una
radiografía de la situación. Comenzamos por decir que los ríos amazónicos
todavía están bajos. Sin embargo, cuando llueve el patio del jardín se inunda,
impidiendo que los niños puedan jugar. ¿Por qué sucede esto? Las causas son
complejas y se intersectan unas a otras.
La calle Rosales que conecta la
Av. La Marina con el puerto fluvial está llena de comercios. El resto de calles
adyacentes están ocupadas por familias provenientes, fundamentalmente, de los
ríos amazónicos. Han venido buscando mejores condiciones de vida: sobre todo
acceso a la educación y a la salud. Es decir, las familias se sacrifican para
que sus hijos salgan adelante. Los padres prefieren hipotecar su presente con
tal que sus hijos tengan una vida más cómoda.
Cuando el puerto fluvial de
Iquitos se traslada a Masusa se comienza a ocupar este espacio. Un puerto
siempre ofrece oportunidades de compra y venta. Es un “buen lugar” para vivir.
Al menos hay movimiento económico. Las familias se van instalando. Cada
dirigente vecinal se organiza como puede. Existen excelentes dirigentes; otros,
en cambio, venden los terrenos y no les importa que algunos vecinos se instalen
en medio de los caños, tapando las salidas naturales del agua, creando un
problema muy grave de salud ambiental. El Estado aparece más tarde para dar
algunos servicios básicos, siempre a exigencia de los vecinos: luz, colegios…
En el último año se han rellenado las calles con descartes de las madereras y
un poco de tierra encima. Los vecinos están contentos porque ahora en la
creciente ya no tienen que utilizar puentes. Sin embargo, esto encubre el
problema: no se inundan las calles, pero al taponar los caños por la
construcción de casas y al levantar la rasante, el agua se almacena debajo de
las casas. Esto es lo que produce que el jardín de infancia esté lleno de agua.
Por tanto, al “levantar la
rasante” se oculta el verdadero problema estructural: el estancamiento de aguas
debajo de las casas y la inacción del Estado que no ha acondicionado el terreno
para que la gente pueda habitar. El Estado tiene obligación de atender a su
población antes de que se instalen en un lugar acondicionando el terreno.
Primero, rellenando, y dando los servicios mínimos: agua y desagüe, luz, colegios,
plazas, zonas recreativas… Llama la atención que no hay canchas para jugar, ni
parques, ni árboles, ni plazas… Esto siempre es grave pero, si tenemos en
cuenta que es una zona con una gran cantidad de niños, el resultado es
desastroso. El hacinamiento sólo genera dificultades: desde enfermedades
corporales hasta psicológicas y espirituales.
Hay que solucionar el problema
del agua en el patio de este jardín, es urgente. Los niños no tienen donde
jugar. La situación es grave. Y no vale decir: que no llueva. Eso es infantil.
Además hay que solucionar el problema del espacio. No se puede construir todo,
se necesitan patios adecuados para los niños. Y no se trata de ampliar
únicamente 150 m2, se necesita mucho más espacio. En juego está la
salud mental de los niños. Les invitamos a hacer un ejercicio de comparación
entre el espacio que hay en el jardín de infancia Barcia Boniffatti en Iquitos, o
el situado en la plaza Grau de Punchana, y estos jardines de infancia en Masusa. La
diferencia es abrumadora. Y de nuevo nos sale el tema del colonialismo interno
y la discriminación.
Es el Estado quien puede
expropiar los terrenos, no los vecinos. Si el Estado tiene que expropiar para
que los niños tengan el espacio necesario, que lo haga y que lo haga conforme a
ley. Pero es totalmente injusto que el Estado se inhiba y deje el problema para
que lo resuelvan los vecinos peleándose entre ellos. Estos niños de Masusa
merecen un trato digno, algo que les está negando el Estado.
Al “levantar la rasante” y
taponar los caños, además de empantanar el agua debajo de las casas como hemos
señalado, acarrea que el primer piso de las casas quede inutilizado, por
situarse por debajo de la rasante. Las familias pierden espacio (el primer
piso) y tienen que continuar invirtiendo en sus casas. Un entramado económico
que no se tiene en cuenta porque son familias humildes. La solución que debiera
dar el Estado (acondicionar el terreno), queda a merced de cada familia:
rellenar o sufrir inundación porque se han taponado los caños.
Hay acontecimientos difíciles de medir:
cuándo se va a desencadenar un terremoto, cómo va a ser la creciente del
siguiente año, qué efectos tienen determinados metales pesados que todavía no
se han investigado… Pero otros acontecimientos son simplemente predecibles, al
menos desde que se inventó la estadística a mitad del siglo XVIII. Muy unido,
por cierto, a los Estados-nación. Por ejemplo, cuántos niños van a ir al
colegio el próximo curso, cuántas personas van a buscar trabajo… Sólo depende
de tener buenas estadísticas y saberlas interpretar. Algo bastante sencillo. No
hacerlo es negligencia por parte del Estado, cuando no mala voluntad. La
estadística es una de las estrategias del biopoder, sólo que es un biopoder
colonizado, necesitamos una segunda descolonización, la descolonización del
imaginario, dado que los movimientos de estas familias humildes de Masusa
continúan sin ser tenidos en cuenta.