Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
En estos momentos hay un paro
desigual en varias cuencas amazónicas, con otra posible convocatoria de una
nueva tanda de conversaciones con el Estado. Setiembre 2018: en San José de Saramuro unos 30
adolescentes y algunos jóvenes son “poseídos por el demonio”. En nuestra opinión estos dos
hechos están relacionados. Trataremos en este escrito de conectarlos y buscar
las posibles causas.
© Manolo Berjón, abril 2014, base petrolera de San José de Saramuro
Los “poseídos” presentan
torsiones, gritos desgarradores, fuerza descomunal, descontrol… En definitiva, “cuerpos
que hablan”. La tarea es decodificar este lenguaje porque posee un discurso
potente que no está siendo escuchado. A pesar de las mesas de conversación que
instalan los gobiernos de turno, el Marañón continua en los márgenes.
Comenzaremos con una visión indígena del fenómeno de la posesión y
posteriormente intentaremos una interpretación. Se necesitaría más espacio,
pero no es ahora el momento.
San José de Saramuro es el lugar
donde está enclavada la primera estación de Petroperú, el comienzo del
Oleoducto Nor-Peruano. La población es una amalgama de gentes llegados de
muchos lugares del Perú. Hay un núcleo de comerciantes, dueños de negocios y
trabajadores de la base petrolera que provienen de diferentes ciudades. El
resto de la población, la mayoritaria, procede de las comunidades del bajo
Marañón que buscan luz eléctrica, un colegio de secundaria, posta médica…
Podríamos decir que San José de Saramuro es un microcosmos. La ubicación de la
base petrolera supuso un desplazamiento de la población local. Literalmente
sacaron a la población del lugar donde estaban para colocar la base petrolera.
Una invasión petrolera en toda regla. Lo cierto es que el bajo Marañón, donde
se sitúa San José de Saramuro, es territorio del pueblo indígena kukama.
Para este pueblo la posesión es
un asunto completamente normal. Los chamanes también son visitados por
espíritus y son “poseídos”. La diferencia entre los chamanes y los adolescentes
“poseídos” es que los primeros controlan la posesión y la utilizan para ordenar
el cosmos. Mientras que los adolescentes son seres pasivos que son invadidos
por espíritus que no controlan y generan desorden. Cuando se transgreden las
normas morales sucede que el cosmos se convierte en un caos y los espíritus
malos invaden a los más débiles. En pocas palabras, la “posesión” de espíritus
malos es un asunto de personas débiles. La terapia es, entonces, muy sencilla:
fortalecer a las personas.
Conviene que nos preguntemos qué
tipo de comportamientos están debilitando a los pueblos indígenas. Nombraremos unos
pocos: años de predicaciones contra las tradiciones indígenas, acusándolas de
inútiles o demoniacas; desprecio por los saberes indígenas a través de los
sistemas de salud occidentales; burlas contra los conocimientos tradicionales
como atrasados… Esta desvalorización permanente genera caos. Un caos que ahora
es visible porque no se encuentran elementos que puedan restablecer el orden,
un orden indígena que ha sido brutalmente alterado.
La escuela es un elemento muy
importante en la vida del pueblo kukama. Tan importante que las comunidades
dedican el espacio más apto para su campo de fútbol, el colegio y algunos
locales institucionales. Todas las familias procuran enviar a sus hijos al
colegio para que “se superen”. Las comunidades pequeñas luchan por su colegio
como una forma de permanencia de la misma comunidad. Con la escasez de alumnado
el Ministerio de Educación puede retirar al profesor y es muy probable que
termine por desintegrarse la comunidad. Debe quedar bien claro que el colegio
es altamente valorado. Sin embargo, en nuestra opinión, también genera algunas
graves dificultades.
Con el colegio los hijos “saben”
más [de cultura occidental] que sus padres. Esto erosiona la autoridad de los
padres. Es frecuente que en las comunidades se trate el comportamiento de los
muchachos fuera del horario escolar como un asunto propio del colegio. Es habitual
que algún mal comportamiento de los alumnos en fin de semana sea tratado como
un asunto escolar. Con las comidas escolares, proporcionadas por el programa
estatal Qali Warma, los padres ya no dedican el mismo tiempo para alimentar a
sus hijos. La alimentación en el pueblo kukama, como en el resto de pueblos
indígenas, transmite afectos muy fuertes. Afectos que se ven mermados con la
comida en el colegio, provocando una desconexión con los padres. La comida, por
otro lado, genera parentesco. Que los niños coman en el colegio debilita la
autoridad de los padres. Erosionar la autoridad paterna no es gratis. Cuando
aparecen estos casos no hay forma de restablecer la tranquilidad.
En el mejor de los casos, la
respuesta del Estado, cuando la hay, que no es frecuente, suele ser
“privatizar” el problema: es un asunto de familias. Le cargamos una
responsabilidad que no le corresponde y que previamente hemos erosionado su
autoridad generándoles sentimientos de culpabilidad. Quienes pueden ayudar a
solucionar el problema se encuentran debilitados por la responsabilidad que les
atribuimos. Es un círculo vicioso. Se
puede hacer de varias maneras: con efectivos policiales, fiscalía y demás funcionarios
“del orden” que “individualizan” el problema. Buscan un culpable sobre el que
echar toda la responsabilidad, sin cambiar nada para que todo siga igual.
También puede ocurrir que se busquen psicólogos que “personifican” las
responsabilidades e invisibilizan el contexto social. Todo esto es funcional al
sistema: son asuntos privados, individuales…, el Estado no se cuestiona su
propia actuación. En fin, estamos en tiempos neoliberales.
CONTRA LA PRIVATIZACIÓN DE LA FE
Partimos de la convicción que el
cristianismo puede ayudar mucho, pero también puede generar serias
dificultades. Es preciso, por tanto, estar atentos. El Reino de Dios proclamado
por Jesús invita a tener vida en abundancia. Cuando la vida corre peligro, o no
es vivida plenamente como humana, es evidente que nos apartamos del Reino de
Dios. Dicho esto, nos parece que el endemoniado de Gerasa de Mc 5, 1-20 nos
puede dar algunas pistas. No es el momento de hacer una exégesis del tema, solo
dos notas. En primer lugar, el endemoniado habita en el cementerio (v. 3).
Marcos nos indica que la vida que está llevando no es una vida digna, es un
muerto viviente, un zombi. Segundo, cuando Jesús le pregunta el nombre al
demonio, éste responde: “Legión” (v. 9). Legión hace referencia a la legión
romana, un cuerpo de soldados del imperio invasor romano. Gerasa era una región
fuertemente romanizada y ocupada por el imperio romano. Es decir, donde hay
opresión, en este caso política, económica, cultural, religiosa, lingüística…,
hay endemoniados. Así de sencillo.
© Manolo Berjón, abril 2014, base petrolera de San José de Saramuro
Por tanto, la solución no es
bendecir todo, ni echar agua bendita, ni rezar. Todo eso hay que hacerlo, es
importante porque ayuda a encontrar la calma y porque Dios, para los que somos
creyentes, es quien nos regala su Reino y nos invita a colaborar con El. Pero
hay que señalar las verdaderas causas para intervenir en lo que está provocando
esta situación. A nosotros nos parece que hay que contextualizar, lo contrario
de algunos funcionarios que privatizan e individualizan. Contextualizar nos
lleva a señalar que ya se han dado episodios similares en Maypuco en 2013, en
Santa Rita de Castilla en 2016 y en Nauta durante toda la primera década de
este siglo. El caso de Nauta se debió a la apertura de la carretera
Iquitos-Nauta en 2005, lo que desembocó en estos desórdenes. Podemos añadir que
este mes de setiembre ha habido un suicidio de una joven de 20 años en Nauta y
otro suicidio en Intuto (río Tigre). En Trompeteros e Intuto también ha habido convulsiones
de muchachos/as en años anteriores. En San José de Saramuro y Saramurillo ya
hubo episodios de pánico con un “tigre negro” que salía del río para comer a la
gente. El “tigre negro” forma parte de los mitos kukama. Lo interesante es que
sea en este lugar y se dedique a comer a la gente kukama. Para que percibamos
la agresión en toda su crudeza. Como estamos viendo todas las sedes de los
distritos de la provincia de Loreto (Nauta, Intuto, Trompeteros, Santa Rita de
Castilla y Maypuco) han sufrido este tipo de situaciones.
Dicho esto, podemos señalar lo
que nos parecen a nosotros las verdaderas causas:
-
Existe un entramado de relaciones políticas,
económicas, culturales, religiosas, lingüísticas… que está detrás de este
fenómeno. Con la base petrolera como telón de fondo, cual nueva legión romana, conectamos
los pozos de los lotes 8 y 192 con Talara, donde el gobierno peruano ha gastado
más de $5,000 millones para una inversión que a todas luces no es rentable. Por
qué insistir, entonces. Hay varias causas: existen empresas que hacen negocio
con estas inversiones y es una forma de marcar la frontera con Ecuador. No es
casualidad que sea en la frontera donde se sitúan la mayoría de los pozos petroleros.
Ahora bien, es una falta de imaginación invertir tanto dinero para un negocio
que no es rentable. Hay otras maneras más adecuadas de invertir para proteger
las fronteras, si es eso lo que hubiera que hacer. Desde luego, los pueblos
indígenas agradecerían cambiar la matriz energética [Francisco, Laudato Si, n°
165]. Esto dibujaría un escenario nuevo, aunque no elimina la potente
contaminación con la que tendrán que luchar por décadas. La invasión de tierras
indígenas, la potente contaminación, la monetarización de lugares como San José
de Saramuro, los bares de todo tipo que existen, la falta de trabajo, la
llegada permanente de gente foránea, la televisión… son algunas de las causas.
Mirar para otro lado no es humano, tampoco cristiano.
-
Las conversaciones con el Estado son
grotescamente ineficaces. En muchas oportunidades estas conversaciones se
desarrollan en Lima, donde acuden unos pocos “representantes” (???), al margen
de los cuerpos de las mujeres y adolescentes, cuyos cuerpos utilizan otro lenguaje:
posesiones, convulsiones… El Estado, que no posee un plan para resolver los
graves problemas que enfrenta la población indígena, da tiempo. Un tiempo que
es bueno para el capital y pernicioso para las poblaciones indígenas. Lo que
han ido consiguiendo las organizaciones indígenas es absolutamente
insignificante, a pesar de los paros y protestas que han realizado. Estos
cuerpos poseídos son el mejor testimonio.
-
Los adolescentes son los más vulnerables. La
adolescencia es una etapa inventada en Occidente en el s. XX. Para pueblos
indígenas es mucho más reciente. Con la llegada de la secundaria los muchachos
han postergado el matrimonio tradicional, no las relaciones sexuales. Ahora,
como son “estudiados”, se niegan a trabajar en la chacra. El presente que
tienen es oscuro. Las familias están debilitadas y el futuro es incierto. Les
queda migrar para hacer los trabajos más duros en la ciudad. Las distintas
clases de becas (beca 18, beca indígena, beca Saramurillo…) son percibidas como
muy lejanas y poco asequibles. Si ofrecieran alternativas y salidas los cuerpos
vulnerables de los adolescentes no convulsionarían. Las convulsiones son el
último recurso a una situación desesperante. Argumentar que uno de los
adolescentes ha tenido un episodio de epilepsia, no sólo desenfoca el problema
de fondo, sino que contiene un profundo significado político: no tocar los
verdaderos problemas. Esta individualización del problema es lo que ofrece este
Estado ciego.
-
Que la mayoría de los adolescentes que han
convulsionado sean mujeres exige tener en cuenta el tema del género. ¿Por qué
las mujeres adolescentes? Sin duda, son los cuerpos más vulnerables. El miedo
es brutal. El incremento de la madresoltería indica que son las mujeres las que
pagan las consecuencias de la desestructuración familiar. Y las adolescentes
han visto a las mujeres mayores que han tenido que cuidar a sus hijos solas
porque el padre está ausente. Este asunto es particularmente grave. Todos los
indicadores señalan la feminización de la pobreza. Cómo no convulsionar,
entonces. Si señalábamos antes que los diversos tipos de becas no funcionan,
con más insistencia podemos decirlo de las mujeres que tienen muchos más
impedimentos para acudir al colegio, que son las que se encargan de cuidar a
sus hermanitos cuando la mamá no puede, y que tienen una tasa de embarazo
adolescente muy alta, coartando la posibilidad de continuar los estudios.
-
Algunos jóvenes entre 18 y 20 años también han
convulsionado. San José de Saramuro es un lugar monetarizado. En el resto de
comunidades es difícil cambiar un billete de S/. 50.00 porque el dinero circula
escasamente. En cambio, en San José de Saramuro es como cualquier ciudad,
puedes encontrar de todo. Ahora bien, el trabajo que ofrecían antes los
petroleros y sus services tiene que ser compartido por una población que ha ido
en aumento. Consecuencia: no hay trabajo para todos. Una población acostumbrada
al dinero que ahora no lo puede conseguir es presa fácil para este tipo de
desórdenes.
-
La alimentación ha ido empeorando notablemente
en los últimos años. El pescado escasea. Esto es particularmente grave para una
población que tenía el pescado como su principal fuente de proteínas. La
potente contaminación y el aumento poblacional están en la base de esta
escasez.
Mientras no se de solución a este
problema de desesperación que gritan los cuerpos más vulnerables e indefensos
nos seguiremos encontrando con este tipo de situaciones. Privatizar e
individualizar el problema es la mejor forma de desenfocarlo. Con un paro
desigual en las cuencas amazónicas y un Estado que convoca a conversaciones que
no llegan a ningún lado tenemos garantizados más adolescentes, sobre todo
mujeres, en crisis: cuerpos que hablan. Es preciso leer Mc 5, 1-20 como un
texto que nos puede inspirar.