lunes, 26 de septiembre de 2016

MONTERRICO, NUEVA ALIANZA, CUNINICO y otras comunidades del bajo Marañón

Iquitos, 26 de setiembre de 2016

Otro doloroso, triste y amargo derrame de petróleo en Monterrico, una comunidad indígena kukama y urarina en el distrito de Urarinas, en la provincia y departamento de Loreto, Perú, en el área de amortiguamiento de la Reserva Nacional Pacaya Samiria. Pero hay más, algunas de estas personas son descendientes del pueblo indígena omurano. Un pueblo indígena que el Estado considera extinto, y, de nuevo, nos parece que se equivoca.



© Manolo Berjón, 2012. Sr. José Manuel Macusi, Monterrico.


No es la primera vez que se rompe el Oleoducto. Tampoco es la primera vez que ocurre en Monterrico. Ya hubo otra ruptura a comienzos de la década de los 90 del siglo pasado. En aquella oportunidad todo quedó tapado. Los lugareños todavía recuerdan cómo “un gringo” aterrizó en la comunidad y “reparó el oleoducto”. La última oportunidad que la comunidad vio la avioneta, ésta se estrelló y “el gringo murió”, nunca más apareció nadie. Ahora se ha roto el oleoducto y recién aparece Petroperú. Mucha agua ha bajado por el Marañón desde entonces. En aquella oportunidad la gente sufrió en silencio la falta de pescado y la contaminación. Ahora, más relacionados con el exterior y mayores contactos, sienten rabia y miedo. Los que sólo miran las cifras macroeconómicas, y se obsesionan con ellas, no les gustan los recuerdos. Nosotros leemos la historia desde la “memoria peligrosa” del Crucificado.

El Estado debe vigilar las condiciones idóneas del Oleoducto Nor-peruano en una doble vertiente. Por un lado, que esté en buenas condiciones, algo que dudamos, con una duda más que razonable. No nos creemos el discurso facilón de la infraestructura adecuada del oleoducto. Tampoco nos interesa si hay grupos presionando por la privatización de Petroperú. Sea privado o público sólo nos importa que haya seguridad y la protección de las personas junto con el medio ambiente. Nada más, nada menos. En segundo lugar, que nos digan el estado real del oleoducto y los problemas de corrosión derivados, además de que lo solucionen, no con parches, sino con una nueva tubería, y que haya vigilancia para que ninguna mano extraña se entrometa y lo rompa. No nos importa cuales han sido las causas. Que se cumpla la ley y se garantice el derecho a un medio ambiente sano. Por tanto, que las autoridades ejerzan su cargo y, tanto si es corrosión como si hay terceros que dañan el oleoducto, caiga todo el peso de la ley.

Es intolerable que las comunidades nativas atravesadas por el Oleoducto reciban cada año y medio unos cuantos cuadernos y lapiceros, intolerable. Habría que sumar las filtraciones, la contaminación y la constante ruptura del Oleoducto. Sin embargo, no se ha hecho nada para reconocer el territorio de las comunidades, compensar por sus derechos y recibir su usufructo. Proponemos, asimismo, que se diseñe un plan de mantenimiento del Oleoducto que integre a las comunidades. Por tanto, que invierta parte de las ganancias de Petroperú en garantizar que el Oleoducto esté en buen estado.


ELEGIR INTERLOCUTORES

El Estado tiene que elegir interlocutores. Y no es un tema baladí. Detrás del paro en Saramurillo que ya se acerca al mes, hay una lucha entre organizaciones indígenas por “representar” las diversas cuencas. No está de más recordar que el poder en pueblos indígenas está dispersado. No comprender esto, lejos de solucionar el problema, lo agudiza. Añadimos: cuando en el pasado el Estado ha elegido algunos interlocutores, y les ha dado vueltas y más vueltas hasta marearlos, sin conseguir prácticamente nada, ha sembrado la confusión que ahora reina en Saramurillo. Por tanto, desenredar la madeja implica pensar y actuar desde la diversidad. Los apoyos externos avalan a las organizaciones al interior de las comunidades. Esto genera envidias, tensiones y rivalidades. Saramurillo es solo un ejemplo.

Nos da la impresión que el Estado, lejos de buscar soluciones integrales, va apagando fuegos. Esto les impide buscar condiciones dignas de vida. Lo cual implica que sigamos esperando el siguiente conflicto. Es lamentable tener que reconocerlo, pero así es. Monterrico, Nueva Alianza, Cuninico, San Pedro. Pero también Nueva Santa Rosa de Urarinas, Santa Teresa, Urarinas, San Francisco y San Antonio son comunidades que deben ser atendidas.

Monterrico es una comunidad nativa kukama, eso dicen los papeles. La realidad es otra. Es una comunidad urarina, con descendientes del pueblo omurano, mas la presencia del pueblo kukama. El oleoducto también les afecta, aunque permanezcan invisibilizados. Antes de llamarse Monterrico se denominaron Santo Tomás y, en otro periodo, fueron conocidos como Huangana Isla, para percibir que la ocupación del espacio viene de lejos.

La fragmentación del Estado no ayuda a solucionar los problemas. Se necesita un interlocutor estatal con capacidad de decisión y que tenga una buena información. De nuevo falla la política comprendida como interés por el bien común. Y este desprecio del bien común es lo que genera rabia y frustración que, más pronto que tarde, estallará por algún lado. Existe información que no circula por los medios masivos de comunicación. Hay intereses de por medio. En lugar de vigilar, controlar y hackear… hay que establecer lazos con gente que conoce la zona. Dejar pasar el tiempo, sin hacer nada, dejar enquistar los problemas, desalentar a la gente… es la peor solución posible.

Solucionar los problemas de cada comunidad es la oportunidad de hacer sentir importante a la gente y fortalecer las comunidades. No hay agua potable y la educación es un desastre, por poner dos únicos ejemplos. Pero hay que hacerlo dentro de una mirada macro, donde percibamos el contexto más amplio de los lotes petroleros y todo el oleoducto. Ahora bien, esta mirada macro sin la intervención adecuada, comunidad por comunidad, no sirve de nada. Al final la vida humana es única e irrepetible. La sociedad ideal no existe, sólo existen vidas individuales en contextos amplios. El sufrimiento no se arregla diciendo que un día llegará la solución, que mis hijos y nietos vivirán mejor, necesito dar sentido ahora a mi vida. Que mis hijos vivan mejor no evita la pregunta por dar sentido a mis trabajos y dolores, gozos y esperanzas. Todos necesitamos que nuestra vida participe de las condiciones de dignidad necesarias. La vida, o será digna, o no será vida humana.


Incomprensión e incompetencia nos parecen palabras adecuadas para identificar a quienes tienen que actuar en el Marañón y no lo hacen, como el Estado. Si esta percepción persiste nos esperan unos próximos años complicados.

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas

viernes, 9 de septiembre de 2016

NUEVA SANTA ROSA DE URARINAS: un punto crítico, entre otros muchos más, en el Oleoducto Nor-peruano



Iquitos, 9 de septiembre de 2016

1.-

El Estado tendría que proporcionar información fidedigna a sus ciudadanos, no lo hace. Pero esta desinformación sistemática conlleva no prepararse para las emergencias. Siempre sufren los mismos: la población indígena local. Las autoridades de la comunidad de Nueva Santa Rosa de Urarinas patrullan por el oleoducto. Sería muy sencillo llegar a acuerdos con las comunidades involucradas para que vigilen el oleoducto y se puedan subsanar antes de que suceda una catástrofe. Es posible hacerlo con un incentivo económico adecuado. No digan que no se puede hacer. Se gasta mucho más en limpiar los derrames y el impacto al medio ambiente y a las comunidades es calamitoso. Ahora que se remodela Petroperú sería conveniente que se tenga en cuenta los conocimientos locales.




© Diana Cahuaza Quicube, septiembre 2016



 © Diana Cahuaza Quicube, septiembre 2016





© Diana Cahuaza Quicube, septiembre 2016


 © Diana Cahuaza Quicube, septiembre 2016


 © Diana Cahuaza Quicube, septiembre 2016




2.-

La muerte ronda. Nadie llora. Se congela la respiración. Mañana no habrá pescado, eso para nosotros que iremos al mercado no supone mucho. Las gentes del Marañón dedicarán más tiempo a pescar, encontrarán menos y serán más pobres. Aumentarán los conflictos y la brujería. Mientras los técnicos de Petroperú descansan o duermen.

 © Diana Cahuaza Quicube, septiembre 2016


 © Diana Cahuaza Quicube, septiembre 2016

3.-

Las comunidades indígenas son dueñas de su territorio, ¿o no? El oleoducto atraviesa su territorio y lo único que reciben son unos cuadernos y unos lapiceros cada año y medio por parte de Petroperú. ¡Vaya ganancia! Disculpen, hay que sumar la barrera ecológica que supone el “canal del oleoducto”, y los continuos derrames. La brutal discriminación hace daño.


 © Pablo Silva Salinas y Segundo Silva Salinas, septiembre 2016


 © Pablo Silva Salinas y Segundo Silva Salinas, septiembre 2016

  © Pablo Silva Salinas y Segundo Silva Salinas, septiembre 2016



   © Pablo Silva Salinas y Segundo Silva Salinas, septiembre 2016


   © Pablo Silva Salinas y Segundo Silva Salinas, septiembre 2016

 
  © Pablo Silva Salinas y Segundo Silva Salinas, septiembre 2016



4.-

Cuánto nos gustaría que el directorio de Petroperú comentara estas fotos. A ser posible en un ambiente cálido, familiar, con una copa de whisky en la mano. Sin presión, sin medios de comunicación, sin cortapisas. Con desparpajo, como se hace en una conversación entre amigos. Eso sí, una conversación educada, de altura, con palabras pomposas y hasta un poco de poesía. Para hacer más íntima la reunión nos podemos pintar la cara de copé (brea, petróleo), para que brille.


  © Pablo Silva Salinas y Segundo Silva Salinas, septiembre 2016


  © Pablo Silva Salinas y Segundo Silva Salinas, septiembre 2016
  © Pablo Silva Salinas y Segundo Silva Salinas, septiembre 2016

  © Pablo Silva Salinas y Segundo Silva Salinas, septiembre 2016


  © Pablo Silva Salinas y Segundo Silva Salinas, septiembre 2016




5.-

No seamos ingenuos, no todo se ve. La mayoría de los puntos críticos son invisibles, lo cual no implica que dejen de ser mortíferos. Semanas, e incluso meses, antes de que sea visible un derrame se filtran líquidos letales por las pequeñas fisuras. Esperar al derrame implica llegar tarde, demasiado tarde.

Una ciudadanía adulta necesita una información adecuada. Seguiremos esperando, tenemos duda que el gobierno nos la proporcione. Nos hemos acostumbrado a los derrames en el Oleoducto Nor-peruano. ¿Cuándo y dónde será el siguiente?

  © Pablo Silva Salinas y Segundo Silva Salinas, septiembre 2016


  © Pablo Silva Salinas y Segundo Silva Salinas, septiembre 2016


   © Pablo Silva Salinas y Segundo Silva Salinas, septiembre 2016


  © Pablo Silva Salinas y Segundo Silva Salinas, septiembre 2016
 

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas