Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada
– Iquitos
A la señora Graciela
Tejada Soria, incansable en la exigencia de sus derechos.
“Un vaso de agua, por favor”. Así
podría comenzar este escrito. Sólo que el agua es cara, muy cara. Un sol por un
balde de 20 litros de agua. Agua para tomar, lavar, limpiar, bañarse… ¿Cuántos
baldes de agua necesita una familia? Estamos en Punchana-Iquitos, a un paso del
Amazonas, el río más caudaloso del mundo. Y miles de familia tienen que comprar
“agua potable” y caminar varios cientos de metros (y hasta más) para acarrear
agua para su casa. ¿Y agua para bañarse? En la amazonía la gente está
acostumbrada a la abundancia del agua. Pero nuestros anfitriones tienen que
medir el agua del baño. Está demasiado lejos el agua y es muy cara. Es lo
último que le puede suceder a un amazónico, que le midan el agua para bañarse.
En realidad no queríamos escribir la palabra medir, habíamos pensado en mezquinar,
con toda la carga que acarrea para un amazónico.
© Manolo Berjón, abril 2016, Asentamiento Humano Iván Vásquez, desagüe.
No faltará quien desprecie esta
conquista por el agua potable. Total, goza de agua en su casa e incluso puede que
tenga el privilegio de poseer una piscina privada. Lo cual plantea el tema de
los bienes comunes. Si el agua es un bien común, y no hay ninguna duda en ello,
¿entonces, por qué solo pueden disfrutar de ella unos pocos? Aparecen las
asimetrías de poder. Pero avancemos.
La semana pasada un juez
dictaminó que los vecinos de los Asentamientos Humanos de Iván Vásquez Varela y
21 de Setiembre, en Punchana-Iquitos, tienen derecho al agua potable y desagüe.
Esto no debiera ser noticia, pero lo es. Es noticia porque estos asentamientos
tienen más de 15 años e infinidad de solicitudes a las autoridades que no han
sido atendidas. Es noticia porque un juez ordena al Gobierno Regional de Loreto
y a los Municipios de Maynas y Punchana que den solución con agua potable y
desagüe a los pobladores de estos asentamientos humanos, con la mayor brevedad
posible.
En la sentencia se utilizan
expresiones como “condición mínima” y “derecho a la dignidad”, entre otras.
Están viviendo en un desagüe a cielo abierto, donde llegan residuos del camal
municipal, las aguas servidas de esta parte de la ciudad, algún que otro
derrame de petróleo proveniente de la planta de Petroperú en Punchana y de
Essalud. Como pueden comprobar no es el lugar ideal para vivir. Entonces, ¿por
qué vivir ahí? Podemos pensar que ellos son los responsables. Pero hay más: no
existe planificación urbana en la ciudad, por eso casi todos los Asentamientos
Humanos son, o han sido, invasiones. Es un fallo de planificación del Estado.
Una vez que se sitúan ahí, el Estado llega tarde con algunos servicios (luz,
algún local comunal…), pero no con agua y desagüe. Vivir al lado del Amazonas y
no tener agua potable. Es increíble. ¿Recuerdan el PTAR -Planta de Tratamiento
de Aguas Residuales-? ¿Para qué ha servido? ¿Cuánta plata se han tirado?
Y queda una pregunta suelta: ¿por
qué vivir ahí? Hubo un intento hace años de llevarlos a la carretera
Iquitos-Nauta. Buenas intenciones, pero cómo vivir fuera de la ciudad. Tener
que desplazarse desde fuera de la ciudad todos los días es muy caro. Es
preferible vivir cerca del trabajo, especialmente para quienes tienen que
sobrevivir, aunque sea en condiciones muy precarias. Residen cerca del puerto
de Masusa, un lugar donde pueden comprar y revender, trabajar de cargueros o
realizar los trabajos duros del puerto, lo justo para sobrevivir.
¿Por qué ayudarles? En principio
porque son seres humanos. Pero además, cuando se produce una fractura social de
tal calibre nos va mal a todos. Trabajar por mejorar la vida de los humildes
también nos ayuda a una mayor cohesión social, a poder vivir tranquilos. Si en
algún momento hay una revuelta en Iquitos, como la sucedida en 1999, las
personas que viven en estos lugares no tienen nada que perder y la violencia,
una vez desatada es imposible de parar. Por eso es tan importante compartir con
ellos el esfuerzo de encontrar una vida mejor. Tengamos en cuenta que muchos de
ellos han venido de los ríos amazónicos para que sus hijos tengan mejores
condiciones de vida. Y han encontrado dolor y desprecio. Desde estos espacios
es fundamental encontrar esperanza y trabajar por mejorar la vida de todos, sin
fracturas, por una mayor cohesión social.
PASEAR
Todo comenzó con un paseo.
Llegamos a la Parroquia Inmaculada en Iquitos en marzo de 2015. Durante la
primera semana recorrimos a pie toda la parroquia para saber en qué lugar
estábamos. Ya conocíamos la “zona del desagüe”, antes de venir a vivir acá.
Pero ahora queríamos tener una relación diferente con la gente. Estábamos
paseando una tarde y haciendo unas fotos. Una mujer nos pregunta: ¿quiénes son
ustedes? Nos presentamos y pedimos permiso para hacer la foto. La mujer nos
aceptó y se hizo amiga nuestra: la Sra. Graciela Tejada Soria. Volvimos
frecuentemente por su casa. Nos sentábamos y hablábamos de todo.
Una de
nuestras preocupaciones era el desagüe y salía frecuentemente en la
conversación. Poco a poco fuimos construyendo confianza. En esa época nos
visitaron amigos de ONGs y funcionarios estatales. A los que siempre les
dábamos un paseo por el desagüe.
Varios de nuestros amigos se
compraron el pleito. Por esa época la OEFA (Organismo de Evaluación y Fiscalización
Ambiental) organizó un concurso de cortos sobre temas ambientales. Incentivamos
a que se presentaran. Uno de los hijos de la Sra. Graciela se animó, filmó un pequeño
corto y lo presentó. Ganó el primer premio del concurso. Con ese motivo la OEFA
elaboró un primer documento sobre la contaminación y llamó la atención a las
autoridades. Con el informe de OEFA se interpone una demanda constitucional, a
la que suman otras autoridades de los dos Asentamientos Humanos reseñados.
Por mucho tiempo la gente no
creía. “No van a poder hacer nada”. “Les están engañando”. Ahora ya tenemos
sentencia. Hay que hacerla cumplir, que no será tarea fácil. Pero es una
herramienta más para conseguir agua potable y desagüe.
Nos parece importante porque si
estos asentamientos humanos han conseguido esta sentencia judicial por respeto
a los derechos humanos, como se puede entrever en el escrito judicial, entonces
el resto de asentamientos humanos también pueden conseguir estos derechos.
Digamos que la trocha está hecha, ahora es más fácil caminar por ella.
"Un vaso de agua, por favor", pero también más agua para lavar, bañarse, asearse... El derecho humano al agua como parte del derecho a la ciudad.
Agradecimientos: a la señora
Graciela Tejada Soria, incansable en la exigencia de sus derechos. A los
dirigentes William Navarro Sajami, Pedro Tuanama Gutiérrez, Segundo Panduro,
por su confianza y lucha pacífica. Y a los abogados: Rita Ruck Riera (Oficina
de DDHH. del Vicariato Apostólico de Iquitos), Juan Carlos Ruiz Molleda y
Maritza Quispe (Instituto de Defensa Legal-IDL).