sábado, 26 de junio de 2021

‘RETRATO DE JOSHUA’, UN POEMA DE CARLOS REYES

  

Manolo Berjón

Miguel Angel Cadenas

 

El retrato surge en las monedas de los reyes persas en el s. V a.C., tiene un notable desarrollo en la época romana, la edad media y el Renacimiento. Artistas de la talla de Miguel Angel no lo consideran por dejar poco margen a la creatividad. A pesar de todo, el retrato ha tenido un gran desarrollo.


Imagen tomada de internet: una imagen posible, entre otras, de Jesús de Nazaret (Joshua en el poema)


Recogemos dos ideas, de entre otras muchas posibles, de Peter Sloterdijk. Para este autor los gérmenes del retrato están en las imágenes de Cristo. La versión católica en la Crucifixión y la versión oriental en la Transfiguración. Para este autor detrás de todo retrato está el Ecce-homo: la escena de Jesús ante Pilatos. La segunda idea nos indica que los rostros humanos se crean recíprocamente.

Carlos Reyes es un poeta amazónico nacido en Requena, río Ucayali, en 1962. Pertenece al grupo cultural Urcututu. Es biólogo de profesión. Ha publicado diversos libros de poemas. Ganó el premio Copé de poesía en 1986. Se puede encontrar el poema ‘Retrato de Joshua’ en su libro ‘El jaguar abre los ojos’, en la siguiente dirección: https://www.descubrelima.pe/wp-content/uploads/2020/12/Carlos-Reyes-Ramirez.pdf , pp. 23-24.

En el poema en cuestión no aparece la escena del Ecce-homo ni se hace referencia a ninguna escena de la Pasión. Más bien aparece un Jesús humano, con algunas referencias confesionales en boca de otras personas. Volveremos sobre esto.

No tenemos ningún retrato de Jesús. Un personaje humilde como Él no podía pretender acceder a un retrato, estaba reservado a los poderosos de la tierra. Sólo lo conocemos por los escritos de sus seguidores: el Nuevo Testamento y algunas escuetas referencias extrabíblicas. En el poema se nombra el rostro. Un rostro que “no es de hombre ni de mujer”. Previamente se nos ha dicho que “nadie sabe si es humano o pertenece a especie NN”. No podemos conocer, ni acceder, al rostro físico de Jesús. En el poema se nos indica que es una “sincronizada sucesión de letras”, “un alfabeto sobre la arena”, dejando entrever lo esquivo y la fugacidad del alfabeto de arena.

No aparecen otros rasgos de la cara. No sabemos la forma de sus labios, nariz, frente… “[S]u mirada se dirige hacia los puentes de Occidente”. El poema tiene en cuenta la importante actividad pública de Jesús. Se nos dirá: “su verbo inflamado eclosiona la palabra que hará estallar la vida”. Eclosiona, un término proveniente de la biología, para referirse a su predicación. Una predicación que hace “estallar la vida”. Esto viene a contrastar con aquellos que “dicen oírlo” pero “pocos escuchan su insistencia en abolir la muerte y la injusticia”.

“[S]u lenguaje decente habla sabiduría de aquel que está alejado de la política y las maquinaciones del Estado”. Una sabiduría que aparece en los márgenes del poder. Ahora bien, ante las incongruencias de los cristianos no faltan quienes aprovechan su mensaje para convertirlo en “una imagen para vender en los mercados”. Dejando en el olvido a los oyentes primigenios y preferidos del Jesús histórico. Los descartados siguen esperando “su retorno” en un dirigible dorado. Todo esto viene a ser una corrección a nuestro modo de ser cristiano. Una indicación a no dejarnos embaucar por los mercados y a escuchar “su insistencia en abolir la muerte y la injusticia”.

Siguiendo con este retrato poético se nos dirá que en su pecho hay un relámpago celeste, pero que no es tal, sino candela. Me hace recordar la imagen del Señor de la Divina Misericordia: de su pecho salen haces de colores. Y siguiendo con el color nos dirá que de sus brazos brota el color más bello: por el que Van Gogh, el postimpresionista que revolucionó la pintura, es capaz de matar. Las manos están heridas, pero no del trabajo, pese a que ha sido caracterizado como un “noble carpintero”, sino “para demostrar la virtud del prójimo y del lejano”.

En definitiva, Carlos Reyes ha construido un retrato sin necesidad de hacer referencia al Ecce-homo, como nos indicaba Sloterdijk. Nos llama la atención la importancia que adquiere la túnica: “es nueva y humilde”. En ella se condensa “la respuesta a lo superfluo”. Se arrastra y deja vislumbrar un ser que “está aquí y más allá de todo lo conocido”. Aunque no aparecen sus pies, el hecho de que la túnica se arrastre hace referencia al camino. El Jesús de los evangelios está en marcha continuamente. La túnica es especialmente interesante en la Amazonía. Si fallece una persona lejos, sus familiares, le puedan velar su ropa. También se pueden utilizar alguna de sus prendas para que un chamán le pueda “amarrar”, si es cuestión de amores, o hacer daño. Para los pueblos arawak, y para los tupí kukama, la túnica es la misma persona.

La segunda idea que recogemos de Sloterdijk: los rostros se construyen mutuamente. Tampoco aparece el rostro del poeta, pero sí aparece su yo. Aunque conoce que los estudiosos lo denominan “Ungido”, apenas lo puede distinguir. “Su apariencia demasiado trivial se aleja… de su aura divina”. El poeta habita en una ciudad arruinada que no le permite ver la comisura de los labios de Joshua y saber lo que hay detrás de cada frase. A pesar de la presbicia puede ver en alguna parte de su cuerpo la pátina de una biblioteca de otros tiempos. Siendo joven estudiante de ciencias meditaba sobre la alegría en los rincones de la infancia. Ahora en la adultez parece ser una tarea reservada a las noches, cuando se calma la ciudad o cuando cesan sus actividades.

Un último párrafo. El Joshua que aparece en el poema es muy humano. Se reconoce que sus seguidores lo consideran el Ungido, los desheredados siguen esperándole. Su predicación ética continúa teniendo vigencia. Hay otros aspectos de Jesús que no son considerados en el poema: sus milagros, sus exorcismos, su pasión y resurrección… No le podemos pedir a un poema que exponga toda la vida del Maestro. Nos sigue pareciendo una preciosa reflexión sobre Jesús. Es de interés para la Iglesia entrar en conversación con la cultura de nuestro tiempo. Ya en Hechos de los Apóstoles se hace referencia a la visita de Pablo al areópago en Atenas, donde entra en conversación con “algunos filósofos epicúreos y estoicos” (Hch 17, 18), aunque algunos lo consideran un charlatán. Un poco más adelante cita a varios poetas.  Éstos son aventajados conversadores y constructores de mundos con palabras. Tienen el privilegio, con mucho esfuerzo y trabajo, de poner palabras a lo que el resto de humanos sentimos pero no logramos balbucear. Así cuando San Pablo visita Atenas en el areópago cita: “en ti nos movemos, existimos y somos” (Hch 17, 28), un verso de Epiménedes de Cnosos, s. VI a.C. y “somos linaje de Dios” (Hch 17, 28), otro verso de Arato de Solos, s. III a.C. Sólo nos queda invitar a los lectores a leer a ‘Retrato de Joshua’, el poema de Carlos Reyes.