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©Radio Ucamara, 25 agosto 2016.
Nueva Alianza es una comunidad
indígena kukama situada en el distrito de Urarinas, provincia de Loreto, región
Loreto, Perú. Asentada en la margen izquierda del río Marañón, en la boca del
río Urituyacu. Han sufrido un terrible derrame de crudo por dos roturas del Oleoducto
Nor-peruano.
La comunidad es un espacio donde
todas las personas son reconocidas. Incluso los que llegan de fuera rápidamente
son identificados, en situaciones normales. En condiciones especiales, las
identificaciones externas ayudan. Ahora aparecerán distintos uniformes (de
instituciones públicas con sus logos: fiscalía, OSINERGMIN, OEFA, ANA,
Petroperú… -en una zona pesquera todavía no se ha hecho presente SANIPES-; y de
otros trabajadores y contratistas: Lamor, medios de comunicación…). Cada cual
con su uniforme. Todos ellos pertenecen a una “economía de bienes de prestigio”.
Este uniforme del poder genera un grupo de pertenencia. Se pone en marcha la
maquinaria, la performance del poder, su liturgia. “Este desfile de moda
eclesiástica [del poder] da la bienvenida a su eminencia y a su distinguida
compañía esta noche”. Así comienza la famosa escena de Roma, de Federico
Fellini.
Nueva Alianza no debe convertirse
en una pasarela, ni en un pase de modelos. No se puede frivolizar. Representar
a una institución implica velar por el bien de todos los ciudadanos, también de
los indígenas. (Insistimos en esto de los indígenas porque pareciera que no son
ciudadanos). La ropa está ligada a un compromiso ético. Una persona vestida de
doctor, en un hospital, le identifica con una profesión y esperamos de él que
se comporte como tal, recordando su juramento hipocrático. Hoy en día se prefiere
hablar de los códigos deontológicos, donde las personas se comprometen a
respetar la ética respectiva a su profesión. Periodistas, abogados e
ingenieros, entre otros, tienen el suyo propio. No es correcto que un político
invierta en bolsa con información privilegiada o que compre un terreno que sabe
que pronto va a ser recalificado. No es correcto.
Nueva Alianza es una comunidad
nativa kukama desde hace tiempo. Para este pueblo indígena, como para otros, la
ropa no es algo baladí. Cuando alguien muere y no aparece su cuerpo, le velan
su ropa. Si se desea hacer daño a una persona basta con recoger una prenda e
introducirla dentro de la lupuna. E incluso, hay personas para las que vestir
la ropa de otro les produce dolor de cabeza. En realidad, al ser la ropa la
propia persona, vestir la ropa de otro es enajenarse, de ahí el dolor de
cabeza.
Pero la ropa también es la
posibilidad de una transformación. Los animales también tienen ropa. Y dependiendo
de la ropa con la que se vistan son de una especie u otra. Los chamanes son
seres transespecíficos que atraviesan las fronteras: es una persona que en
ocasiones aparece como gente y en otras como jaguar. Cuando está en su “momento
jaguar”, come, mata, asesina; cuando está en su momento de gente, vive
tranquilo. Pero posee la facultad de traspasar las fronteras.
La conversión, para los indígenas, se manifiesta
primeramente en el cambio de ropa, no en el cambio de mentalidad. Por tanto,
cuando se llegue a un acuerdo para limpiar el derrame de crudo, que se llegará,
las empresas tendrán que donar a sus trabajadores la ropa adecuada: overall,
botas, guantes, lentes, máscaras… Esto plantea la posibilidad de convertirse en
otro. En este caso, en blanco. Quienes busquen indígenas con cushma y coronas
de plumas, en el bajo Marañón, se equivocan. Esta “transformación en otro”, a
través de la ropa adecuada para trabajar, implica un cambio operado, dirigido y
querido por los indígenas. Es la posibilidad de ser indígena en este siglo XXI,
donde una de las cuestiones más importante es conseguir dinero para satisfacer
alguna de las nuevas necesidades, como tener un celular, por ejemplo. Un
celular que les permita hacer “fotos de espíritus”. Y, como todos sabemos, fotografiar
un espíritu sólo lo pueden hacer los indígenas.
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