Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada - Iquitos
El 8 de agosto de 2020 se produjo
un enfrentamiento en el lote 95, comunidad de Bretaña, que dejó 3 indígenas
kukama muertos y 17 heridos entre indígenas y policías. Es una tarea importante
pensar a partir de este acontecimiento. En esta oportunidad vamos a trabajar
con el concepto “dueño” en dos sentidos diferentes. Para ello trataremos de
“controlar la equivocidad” dejando claro cada uno de los significados. Nos
serviremos, por un lado, de algunas orientaciones de Rita Segato. No será
objeto de esta nota su teoría de género, que podría iluminar desde otro ángulo
los sucesos de Bretaña, pero que dejamos para personas más competentes. Por
otro lado, pensaremos este concepto desde el punto de vista kukama. Esta doble
referencia nos permitirá percibir la actuación del Estado desde dos ángulos
diferentes.
© Manolo Berjón
En algún momento, abogados, jueces
y fiscales, tendrán que dirimir sobre estas muertes. Vamos a intentar poner un
poco de contexto. Como es fácil de comprobar, la traducción va mucho más allá
de los idiomas para intentar una traducción entre culturas diferentes. Hablando
el mismo idioma, y utilizando la misma palabra, podemos estar diciendo cosas
diferentes.
Comencemos con la “dueñidad” tal
como la piensa Rita Segato. De forma somera, la define como “potencia”,
“señorío sobre el cuerpo”, “las cosas”, “los bienes” y “la tierra”. Dueñidad
vendría a ser “una nueva forma de señorío resultante de la aceleración, de la
concentración y de la expansión de una esfera de control de la vida que
describo sin dudarlo como paraestatal… La posibilidad de una existencia sin
gramática institucional o de falencia institucional inevitable ante niveles de
concentración de riqueza sin precedentes”. Para ella no es suficiente hablar de
desigualdad, como en la etapa anterior, es preciso un paso más: la dueñidad o
señorío (Segato 2016: 17).
Extraemos otro párrafo de Segato
para nuestro propósito: “La dueñidad en Latinoamérica se manifiesta bajo la
forma de una administración mafializada y gangsteril de los negocios, la
política y la justicia, pero esto de ninguna forma debe considerarse
desvinculado de un orden global y geopolítico sobreimpuesto a nuestros asuntos
internos. […] En esta fase extrema y apocalíptica en la cual rapiñar,
desplazar, desarraigar, esclavizar y explotar al máximo son el camino de la
acumulación, esto es, la meta que orienta el proyecto histórico del capital, es
crucialmente instrumental reducir la empatía humana y entrenar a las personas
para que consigan ejecutar, tolerar y convivir con actos de crueldad
cotidianos” (Segato 2016: 99).
Para nuestro caso nos parece que
el Estado ha sido ocupado por un funcionariado, una élite, que se ha puesto al
servicio del capital. Es el Estado quien saca a la venta los lotes petroleros,
los promociona y los adjudica. Es el Estado quien organiza su aparato legal en
conformidad con las actividades económicas. Los grandes capitales petroleros
perfilan y pulen las leyes. Un ejemplo, la Reserva Nacional [Pacaya Samiria],
donde se sitúa Bretaña, permite la extracción legal de hidrocarburos aunque
después mezquina recursos naturales a sus pobladores ancestrales. Es el mismo
Estado el que no respeta sus propias leyes ambientales y es el Estado quien
evita remediar los graves problemas ecológicos causados por dicha actividad
petrolera.
Coincidimos, por tanto, con
Segato en que hay un poder paraestatal que controla la vida y muerte de las
personas. ¿Existe un convenio entre PNP y Petrotal? Sea como fuere, el saldo
deja 3 indígenas muertos y 17 heridos entre indígenas y policías. La falta de
“gramática institucional” o la “falencia institucional” se percibe en el escaso
control legal a las petroleras y los pésimos servicios estatales ofrecidos a
los habitantes del lugar: Loreto es el peor departamento del Perú en
comprensión lectora y matemáticas, el peor en conexión a internet y sigue
ocupando los últimos lugares en desnutrición y anemia. Para unas cosas tenemos
un Estado fuerte (aliado de las petroleras) y para otras un Estado débil (escasa
calidad de servicios a sus pobladores).
¿Podemos acostumbrarnos a la
crueldad? Parece que sí. La Defensoría del Pueblo había focalizado Bretaña como
un lugar de posibles conflictos desde abril de 2019. El Estado permaneció
ensimismado en el cambio de gobierno [que nos parece absolutamente
coyuntatural, sin mayor incidencia] y el “cierre de brechas” [algo que también
exige Petrotal, para que percibamos la gravedad del tema]. A pesar de todo
saltaron los muertos. El Estado no termina de comprender la peligrosidad de la
situación, ni cómo se está viviendo en las comunidades. El “cierre de brechas” puede
ser otra oportunidad más para el despilfarro y la corrupción, pero iremos
viendo. Las brechas son bastante más que dinero y economía, tiene que ver con
la discriminación y el desprecio, entre otros muchos aspectos. Lo cierto es que
los tres muertos indígenas no parecen pesar mucho al Perú. Da la impresión que
se ha corrido un manto de oscuridad sobre los mismos.
Nos gustaría retomar el tema del
dueño desde otra perspectiva. “Dueño” es una categoría indígena de gran calado.
En otro lugar hemos distinguido entre “propietario y “dueño”. El primero es quien
tiene derecho de propiedad. En el Estado moderno se exigen documentos que son
expedidos por una determinada burocracia. Yo soy propietario de una casa si la
construyo o la compro a otro propietario
previa adquisición de sus documentos. Dueño, en cambio, es quien ejerce señorío
sobre alguien o algo, aunque no sea su propietario. Pongamos un ejemplo: presto
siempre la misma motosierra a un señor X. El señor X es el propietario de la
motosierra, posee sus documentos legales. Pero yo puedo llegar a ser su dueño
si al trabajar con ella la cuido, me preocupo por no malograrla, atenderla en
todas sus necesidades (aceite, gasolina, adornos…). La motosierra me conoce y
establece una relación especial conmigo que puede ser de aceptación o de
rechazo. No soy su propietario, pero la motosierra me reconoce como su dueño
(Berjón Martínez & Cadenas Cardo 2018).
Pues bien, el Estado “se
considera” propietario del territorio indígena. Se comporta como “dueño” en el
sentido de Segato. Sin embargo, los pueblos indígenas son anteriores al Estado
y tienen derecho a su territorio. Otra falacia es que el Estado considera a los
pueblos indígenas sólo “dueños” del suelo, no del subsuelo [hidrocarburos]. Para
el pueblo kukama el territorio no es únicamente una delimitación del espacio,
como pretende el Estado, un espacio vacío en un mapa. Para el pueblo kukama el
territorio implica una “humanidad territorializada”. Un espacio ocupado también
por seres no humanos como la boa, el shapshico, o cualquiera de los otros
dueños con quienes los humanos negocian a la hora de cazar, pescar o abrir
chacra, entre otras actividades. Ser dueño implica cuidar, esto es, criar y
proteger. Por tanto, los humanos son dueños de su territorio en tanto en cuanto
negocian con los dueños que habitan esa “humanidad territorializada” (Campanera
Reig 2018). Algo que no comprende el Estado y que las petroleras, ávidas de
riquezas, no respetan.
Para ir concluyendo. Nos hemos
servido del término “dueñidad” de Rita Segato para aplicarlo a un capitalismo
salvaje, de rapiña. Por otro lado, acudimos al término kukama de “dueño” para
enfatizar el cuidado, la protección del territorio y de las personas. Ambas
acepciones nos han sido útiles, y las hemos aplicado de forma complementaria,
para exponer nuestra visión de lo sucedido en el lote 95.
REFERENCIAS
- BERJÓN MARTÍNEZ, Manuel M.
& CADENAS CARDO, Miguel Ángel (2018), “Motocarro matador”: variaciones
sobre el dominio, en Estudio Agustiniano, N° 53, pp. 577-613, en https://www.agustinosvalladolid.es/estudio/investigacion/estudioagustiniano/estudiofondos/estudio2018/estudio_2018_3_04.pdf
- CAMPANERA REIG, Mireia (2018),
Humanidad territorializada. Madres, dueños y personas que cuidan, en AIBR, vol.
13, N° 2, pp. 189-212, en https://www.aibr.org/antropologia/netesp/numeros/1302/130204.pdf
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