Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Agustinos - Iquitos
Pusieron en nuestras manos este precioso
poemario de Ana Varela. Merecería un estudio más pormenorizado. No es el
momento, pero adelantamos este breve comentario: VARELA TAFUR, Ana (2022),
Estancias de Emilia Tangoa, Pakarina Ediciones, Lima.
En Occidente percibimos el lenguaje como una
característica netamente humana. Extendemos nuestra visión, fundamentalmente a
través del sistema educativo, y universalizamos nuestro etnocentrismo. Somos
condescendientes con los escritores cuando hacen hablar a los animales, son
licencias literarias. No dejan de ser antropomorfismos. Sin embargo, no todas
las culturas establecen el mismo vínculo con el lenguaje. La poesía de Ana
Varela utiliza otros criterios. En la amazonía indígena el lenguaje es
compartido con otros seres: humanos, animales, muertos, sirenas, truenos…
Los amazonistas nos recuerdan que esta
extensión del lenguaje a otros seres forma parte de los tiempos míticos. Pero
los mitos tienen diferentes tratamientos en Occidente y en la amazonía
indígena. Adán y Eva son los primeros seres humanos, los seres humanos universales.
Arquetipos que permanecen en el pasado al que nos asomamos para comprendernos y
dejarlos en el pasado. En un movimiento diferente, en la Amazonía se trae el
mito al presente y se revive actualizándolo. Por tanto, que otros seres hablen
o escuchen no es únicamente una verdad universal de tiempos pasados donde nos
miramos como en un espejo, es una verdad universal que alcanza el presente
donde es vivido. Por eso, si un pescador escucha y conversa con una sirena
terminará por transformarse e irse a vivir debajo del agua con ella.
Este pensamiento amazónico inunda la poesía de
Ana Varela. Emilia Tangoa habla con “plantas que remedian los dolores del día”
(p. 27). “Por alguna razón las copas de las lupunas / son las primeras en
escuchar su voz ronca y agitada. // Los vientos en el trópico hablan con los
moradores” (p. 15). “…[C]uranderas que llaman a las raíces-madres” (p. 31). El
lenguaje es un instrumento que, en la Amazonía y en la poesía de Ana Varela, permite
la comunicación entre diversos tipos de seres. Desde Emilia Tangoa, que habla
con las plantas, a la conversación que mantienen las copas de las lupunas con
el viento, o de este último con los moradores.
En ocasiones se acude a algunas plantas: tabaco,
floripondio, yajé, ayahuasca y chacruna, coca… Plantas que expanden el mundo.
Ahora bien, no son viajes de turistas occidentales aburridos en busca de
“experiencias”. En el poema “Periferias” (p. 34) aparece la necesidad de
sanación. Lejos de un mundo idílico, “[q]uieren sanar a una mujer que ha bebido
/ líquidos contaminados”. Para ello “han traído Agua de Florida, en botella de
gaseosa”. En estas sesiones se producen “ciertas transformaciones y poesía oral
/ se recita en voz baja”.
Esta descripción de los icaros en los rituales
como “poesía oral” nos parece de gran envergadura. Una “poesía oral” que
produce “ciertas transformaciones”. Este lenguaje no deja indiferente,
transforma. Un icaro en un ritual funciona como las palabras del juez dictando
sentencia: hacen cosas con palabras, son performativos.
La transformación es uno de los temas
amazónicos por antonomasia. Un ejemplo lo podemos ver en el poema “Bufeo
colorado” (p. 40-41). Un bufeo es un delfín del río, pero a la vez es un
viajante a las “tres fronteras”, un “jefe de muelles”, “regatón o amante
ribereño”. En este universo transformacional tiene una gran belleza el poema “Mujer
boa” (p. 47), donde es la “madre de las aguas”, “la madre del cosmos”, “Yura mantona,
mujer boa” quien se transforma “en el centro de una muyuna urbana” donde actúa
“desnuda, / lenta y sin veneno en el espectáculo nocturno”. La poetisa desliza
su crítica: “te vigilan en un baúl de madera y ventana de vidrio”. Estás
“atrapada en una función extraña”, y “muchos pagan una propina por tu
performance”.
De particular interés para el tema que tratamos
es el poema “Fibras de oralidad” (p. 33). “En hojas de coca leídas por
curanderos / hay un código que anuncia palabras casi extintas”. Los tiempos
cambian, pero los “curanderos” han demostrado por centurias que se adaptan a
los tiempos y continúan los códigos que arropan las palabras para que no se
pierdan. Es “un código del planeta / un lenguaje que descifra fibras de
oralidad”. Fibras a partir de las cuales “canta y brota el tejido de chambira /
y arden las tushpas”. Espacios donde se utilizan estos códigos y estas palabras
para que no se pierdan.
Es evidente la pérdida de idiomas indígenas, y
esto es un grave problema. Sin embargo, el castellano loretano está impregnado
de incorporaciones de las lenguas indígenas. Una persona puede hablar
castellano loretano y estar pensando desde las categorías de un idioma
indígena.
Las “palabras casi extintas” (p. 33),
contrastan con otros versos donde “persiste el idioma de los ancestros” (p. 31).
Estos espacios rituales son espacios de donación de saberes. Continúa la
transmisión, se prolonga la tradición. En el último poema aparece el verso:
“Escucho tu voz, Emilia Tangoa, desde sogas visionarias” (p. 68). Espacios de
escucha y transmisión.
Sería necesario un estudio más pormenorizado, pero será en otra oportunidad. Concluimos agradeciendo a Ana Varela por su poesía, por su compromiso amazónico más allá “de alegorías de economías liberales” (p. 61). Compartimos su crítica serena y certera sobre el impacto del Antropoceno en la amazonía.
«la crítica sostenida contras las políticas del fracaso y el discurso “oficialista” que aún considera a la Amazonía como un paraíso extractivista que debe sostener la economía nacional. El mito de El Dorado sigue aún vigente con sus variaciones de época. El país de El Dorado atesora ahora el petróleo, el oro, la coca, etc.» (Ana Varela Tafur) #PIACI
ResponderEliminarEl libro Voces desde la orilla está dedicado «a mi abuela, Ana, sobreviviente de los infames años del caucho.»
«Murió antes de que yo naciera. Ella está enterrada en el Cementerio General casi junto a quien fue mi abuelo, Esteban Varela, un español de Valladolid. Muy cerca de ellos está enterrado también el “cauchero” Carlos Fermín Fitzcarrald. Mi abuela indígena con su propio dinero compró su lugar en el cementerio.»
«El pensamiento ancestral amazónico se nutre de un concepto fundamental: las personas, animales, árboles, bosques, chacras, ojos de agua, ríos, etc. tienen la dimensión de cualquier ser viviente. Son seres vivos y tienen su lugar en el universo. Tienen espíritu, madre, sentimientos, deseos. Por eso las palabras del Papa, no solamente corroboran que hay que cuidar los ecosistemas, sino que en una forma nos alerta a que si no escuchamos y respetamos los saberes ancestrales de los pueblos originarios habremos destruido la vida, la expresión más humana que encarna Dios en el planeta».
https://www.laciviltacattolica.es/.../la-poesia-es-un.../