martes, 4 de diciembre de 2018

HACIA UNA TRANSICIÓN ENERGÉTICA


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada – Iquitos


Lima presenta un incremento sostenido en enfermedades crónicas no transmisibles como el asma, la rinitis alérgica y la faringitis, todas ellas asociadas al deterioro de la calidad del aire. Los escolares de 3 a 14 años, también en Lima, muestran las tasas de prevalencia de enfermedades respiratorias crónicas más elevadas del mundo. La mala calidad del aire ocasiona enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer [Defensoría del Pueblo, Informe defensorial N° 116]. Una parte de todo esto es consecuencia de los combustibles fósiles. No está de más recordar que los pobres habitan en los lugares más contaminados (polución del aire, metales pesados en sangre…). De ahí la importancia de un debate nacional sobre las fuentes de energía.



Somos conscientes de la necesidad de energía para satisfacer necesidades humanas básicas: transformar los alimentos, viajar, iluminar nuestras noches, trabajar… La historia de la humanidad va paralela al tipo de energía que consume. La sociedad actual está asentada sobre la utilización de combustibles fósiles, altamente contaminantes. El Papa Francisco (L.S. 165) nos llama a la responsabilidad y a una “transición energética”. Y señala que “la política y la empresa reaccionan con lentitud a los desafíos mundiales”.

Somos un ejemplo de lo que dice Francisco. Es hora de discutir el tipo de energía que consumimos. La “ley de hidrocarburos”, lejos de vislumbrar un futuro prometedor, nos ata al pasado que debemos superar: los combustibles fósiles. Esta ley recorta protección ambiental para dar rienda suelta a la exploración y explotación petrolera. Es el momento de legislar sobre energías renovables y orientarse hacia el cambio de matriz energética.

Nos han vendido la idea de ser un país petrolero. No es cierto. Esta inercia nos impide vislumbrar otras fuentes de energías renovables. El petróleo extraído de los lotes 8 y 192, en Loreto, es escaso y de baja calidad. Estos lotes están conectados a la costa peruana a través de un obsoleto Oleoducto Nor-peruano, que ocasiona graves problemas ambientales, sanitarios y de distorsión cultural en los territorios indígenas.

El Estado ha reconocido que en Talara se han gastado más de US$ 5,000 millones y no está clara su rentabilidad. Esta inversión presiona sobre dichos lotes petroleros. Si queremos garantizar condiciones de vida dignas y saludables a los pueblos indígenas que habitan en los territorios donde se asientan estos lotes debemos plantear el cambio de matriz energética. La dependencia del petróleo pesa como una condena sobre estos pueblos. Hay registrados más de 1000 puntos con una potente contaminación. Con la peculiaridad que la contaminación no se localiza en puntos, sino que se dispersa a través del agua, los sedimentos, animales, aves, peces… Algunos contaminantes permanecerán décadas después que se retire la actividad petrolera.

Es hora de plantear el cambio de matriz energética para limpiar el aire de las ciudades y los territorios indígenas. Apelamos a la creatividad de expertos (ingenieros, abogados, sociólogos…) que programen la deseada “transición energética”. Sería una excelente noticia de cara al bicentenario y una bonita contribución al próximo sínodo panamazónico.

Publicado en:
Signos, Dic. 2018, N° 9, p. 8, Instituto Bartolomé de las Casas - Centro de Estudios y Publicaciones.

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