martes, 15 de septiembre de 2020

“RESONANCIA”. Una lectura sobre un punto de Querida Amazonía

 Manolo Berjón

Miguel Angel Cadenas

Parroquia Inmaculada - Iquitos

 

En febrero 2020 ha sido publicada la Exhortación Apostólica Querida Amazonía. Estamos en el inicio de la recepción de dicho documento eclesial, si es que el coronavirus no lo borra de un plumazo. En lugar de realizar una valoración total de la Exhortación, hemos preferido tocar un punto concreto: “la resonancia”. Para ello nos serviremos brevísimamente del análisis de Hartmut Rosa.



Para H. Rosa, sujeto y mundo no están separados, surgen en la relación. No hay nada anterior a esta relación, son co-originarios. Ante el mundo nos toca responder. Si somos capaces de esta respuesta entonces podremos entrar en “resonancia”, podemos vibrar, una condición de posibilidad de alcanzar la vida buena. Para ello tengo que dejarme “afectar” (A). Sin sentirme “conmocionado” no hay posibilidad de “resonancia”. Esto genera una respuesta “autoeficaz” (B) que se manifiesta incluso en el propio cuerpo: se pone “la carne de gallina”, “los pelos de punta”. Así llegamos a la “asimilación transformadora” (C), hemos cambiado. Ahora bien, no podemos predecir ni controlar esa relación con el mundo, posee un carácter “elusivo” (D).

El otro a quien escucho es diferente de mi, no puede ser un eco de mi propia voz. Esto es lo que sucede en los “oasis de resonancia”: como cuando tomo unas clases de yoga (o de meditación cristiana) para sentirme bien, o cuando voy de vacaciones, donde no establezco unas verdaderas relaciones con la gente. La resonancia difiere del sentimentalismo en que en la primera la relación es con el otro; en el sentimentalismo la relación es conmigo mismo y uso instrumentalmente al otro. También puede ocurrir que en la relación con el otro no llegue a un verdadero encuentro, entonces se produce una “disonancia”. Por ejemplo, en las redes sociales no suele haber escucha del otro, nos movemos en círculos de semejantes, se produce eco. En otras ocasiones hay agrias polémicas, se produce disonancia. Cuando salta la chispa y se produce resonancia se genera una transformación. Incluso puede haber resonancia en situaciones altamente conflictivas, como cuando una pareja se enamora en medio de la guerra.

 

UNA LECTURA DE “QUERIDA AMAZONÍA” A PARTIR DE LA “RESONANCIA”

En la Exhortación Apostólica aparece en una ocasión el término “resonancia” (n° 2), al comienzo de la misma. El Papa dirá: “escuché las intervenciones durante el Sínodo”, “leí con interés las aportaciones de los círculos menores”.  Y en dos ocasiones aparece el verbo “resonar” (n° 61. 64), al comienzo del sueño eclesial. Ya podemos percibir que están estratégicamente colocadas. “Hacer resonar” es un término técnico para traducir “catequesis”, la alusión más probable en la Exhortación. Nos situamos, por tanto, en el ámbito del sonido. Cabe señalar que para los pueblos indígenas existe una primacía del sonido sobre la visión. Cuando toman alucinógenos, en los momentos previos a la llegada de la visión aparece una turbulencia sónica, justo antes de la visión.

Después de haber escuchado al Sínodo el Papa se ha sentido “afectado”, “conmovido”(A). La Exhortación es la respuesta activa y propia, “autoeficaz” (B) del Papa. La escucha atenta del Papa a los padres sinodales no es un eco, no repite lo que dice el Documento Final del Sínodo. Es decir, se aleja de la “consonancia”. Intenta, más bien, una “asimilación transformadora” (C). La voz sinodal es una voz diferente de la del Papa, pero entran en conversación, de tú a tú. Ha cambiado el Papa y ha cambiado la voz de la Iglesia. Esta “asimilación transformadora” nos propone como Exhortación Apostólica. Esta relación Sínodo-Papa no garantiza que sea una relación “resonante”, siempre es vulnerable, no se puede controlar. En este sentido es elusiva (D). Ahora dependerá de la recepción que se realice de este documento eclesial, tanto por parte del Pueblo de Dios como de las personas de buena voluntad.

Si, como sostenemos, la utilización del término “resonancia” y “resonar” están elegidos conscientemente y colocados estratégicamente, entonces conviene recordar que, en el lenguaje eclesial, “resonancia” remite a la “catequesis”. Así la Exhortación vendría a ser una catequesis papal. La catequesis no consiste únicamente en la exposición del kerigma, que sin duda lo incluye como elemento primordial y fundamental, sino que las tres primeras partes (los sueños social, cultural y ecológico) son el contexto donde se enmarca la cuarta parte: el sueño eclesial. La catequesis vendría a estar así históricamente situada, como no puede ser de otra manera. Con otras palabras, no se puede separar la catequesis, ni la evangelización, de sus aspectos sociales, económicos…

Se mantiene una distancia entre el Sínodo y el Papa que nos libra de la “pura consonancia”. El Papa no repite lo que dice el Sínodo, más bien nos “invita a leerlo íntegramente” [el Documento Final del Sínodo] (n° 3). Son dos voces diferentes, propias. Esta diferencia no lleva a la “disonancia radical”, sino que está englobado en un “camino de diálogo y discernimiento”. El discernimiento es un elemento clave. Teniendo voces diferentes, hay que hacer un esfuerzo por comprenderse, eso exige discernir, separar lo accesorio de lo principal. Esto nos sitúa delante de la “asimilación transformadora”.

Si el Papa nos confía su “resonancia” y apela al “discernimiento”, entonces la recepción del documento no debe convertirse en una mera repetición, como si estuviéramos en una “cámara de eco”. Necesitamos tener voz propia, para hacer que resuene en nosotros. En este sentido nos distanciamos de la “apropiación” que consiste en una relación instrumental, para generar que resuene en nosotros. En demasiadas ocasiones los eclesiásticos son mera correa de transmisión, un eco apagado que no hace resonar.

Podríamos indicar que en el n° 2 se privilegia el “eje social u horizontal”, entre iguales, puesto que el Papa nos narra sus “resonancias” después de haber escuchado a los padres sinodales. El n° 61 participaría del “eje social u horizontal”, dado que es una institución humana, pero asistida por el Espíritu, en ese sentido también participa del “eje vertical”, donde se incluye el anuncio del Evangelio. Y en el n° 64 predomina el eje vertical porque se trata de anunciar el Evangelio.

Resonar aparece en dos oportunidades al comienzo del “sueño eclesial”. Literalmente se dice: “El evangelio debe resonar, una y otra vez, el gran anuncio misionero” (n° 61), “este anuncio debe resonar” (n° 64). Ahora ya no son las resonancias del Papa, ahora lo que resuena es el “Evangelio” y el “este anuncio”. Sin este anuncio nos convertimos en una ONG. Es lo más genuino de la iglesia. Es una llamada de atención del Papa para no descuidar el “eje vertical” y quedarnos únicamente en el plano “social u horizontal”. Estamos en el eje vertical (la relación con el mundo o con una realidad última como una totalidad, con Dios, en definitiva). Tengamos en cuenta que algunos pueblos indígenas carecen de la idea de trascendencia, son inmanentes.

Acá radica gran parte del problema de la catequesis y de la evangelización en general. Si no somos capaces de “hacer resonar” no hemos hecho nada. La tarea consiste en “conmocionar”, “afectar” (A), incluso con cambios en el cuerpo: cambio en la resistencia de la piel, la frecuencia respiratoria, el latido del corazón, o la presión sanguínea. Esto exige una respuesta “autoeficaz” (B). Si nos dedicamos a repetir una doctrina, por muy importante que sea, y no tocamos el corazón no podemos provocar ninguna respuesta personal. Así tenemos que muchas personas son bautizadas pero no han respondido personalmente, porque no se han sentido afectados. Sólo cuando este encuentro afecta y provoca una respuesta personal, se puede generar una “asimilación transformativa” (C), que puede suponer expresarla en otros términos diferentes. No en vano el cristianismo, que se gestó en una tradición judía, fue capaz a presentarse en una cultura griega. Gran parte del problema de los cristianismos amazónicos consiste en repetir las fórmulas que ya sabemos, sin hacer resonar. Pero todo esto no ofrece ninguna garantía, no sabemos cómo va a terminar, no podemos controlar el proceso, es elusivo (D).

Si tuviéramos que hacer alguna corrección a todo lo dicho, indicaríamos que desde hace más de una década se ha producido un “giro ontológico” de gran envergadura. La “cultura” es un concepto cuestionado por muchos, que han pasado a pensar la “realidad” como la herramienta más adecuada. Nos parece que la “resonancia” de H. Rosa no depende tanto de las culturas, como él argumenta, sino del tipo de realidad en el que nos situamos. En este sentido, la ontología no vendría a ser únicamente la relación con el mundo en cuanto tal, de manera abstracta, sino la relación con un mundo tematizado a partir de diversas ontologías. Para ser breves, Descola habla de 4 ontologías: naturalismo, animismo, totemismo y analogismo. Nosotros enfatizamos la “poliontología”, es decir, la gente se mueve en diferentes ontologías dependiendo del contexto. Un enfermo puede ir al hospital en un momento dado (naturalismo occidental) y también acudir al chamán (animismo indígena). Y las relaciones entre ambos están imbricadas íntimamente, de tal manera que pueden cambiar las tornas en cualquier momento.

Nos parece adecuado el análisis sobre la “resonancia”, pero en lugar de aceptar acríticamente la ontología naturalista occidental, es conveniente que reconozcamos también la ontología animista indígena. Y cómo los indígenas navegan entre ambas como el ejemplo sobre la salud que hemos dado: en ocasiones al hospital, en ocasiones al chamán, de ahí la poliontología. En muchas oportunidades el anuncio cristiano no resuena porque muchos pueblos indígenas no poseen nociones de trascendencia, todo es inmanente. De poco vale insistir con una “sana doctrina”, de poco vale visitar casa por casa, sino hacemos vibrar. Esto nos exige cercanía, paciencia, constancia e inteligencia, mucha inteligencia.

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