PANDURO-GONZALES, Marco Antonio (2020), Apuntes perdidos, Manofalsa, Lima.
Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Iquitos
Para algunas personas Iquitos se ciñe al Iquitos monumental, y poco más. En todo caso unas cuantas calles aledañas a su Plaza de Armas. En varias oportunidades hemos tenido que soportar el cuestionamiento sobre las zonas inundables, donde no se puede habitar según la ley, en contra de las prácticas ancestrales de morar en estas áreas como los pueblos tupí, por ejemplo. Una ley que exuda colonialidad y que prescinde de gran parte de los ciudadanos. A esto hay que añadir las familias que son expulsadas de la ciudad y tienen que elegir las zonas inundables como supervivencia. Una ciudad como Iquitos bañada por el Amazonas pero donde miles de familias carecen de agua potable y saneamiento básico, con los problemas sanitarios que esto acarrea. En cambio, las intervenciones que se realizan en la ciudad son únicamente de tipo estético, secuestrando el espacio público. Dejemos el tema, pero nos sirve para preguntarnos qué es Iquitos.
El libro que llegó a nuestras
manos se acerca a calles principales como Arica y Putumayo tanto como a calles
de tierra sin nombre. La vida, con sus desigualdades, se da en ambos lugares. Todo
es Iquitos. En pocas palabras: los creadores se adelantan, con mucho, a los
gestores. Los creadores literarios anticipan lo que los gestores urbanos ni
siquiera son capaces de imaginar. Porque se trata de tener un poco de
imaginación.
Esta preocupación por lo humano
nos parece invaluable. Todas las vidas valen igual. Aunque a la hora de la
verdad los que gestionan los recursos lo hacen más a unos que a otros. Sólo se
les ocurre gestionar lo que hay, no piensan en el bien común y en las
necesidades de todos. En este sentido, la política entendida como participación
en la vida de la ciudad les es ajena y está por estrenar.
El libro, con su acercamiento a
lo humano, ensancha los límites de la ciudad más allá de lo asfaltado. A poca
imaginación que tengamos nos daremos cuenta que no se trata únicamente de
enviarles algún que otro profesor, sino de proporcionar los espacios y
herramientas que les permitan disfrutar de la vida como el resto de ciudadanos.
Una ciudad en expansión, calles
de tierra, estudiantes universitarios, guachimanes, prostitutas, una empresa
conocida de transportes (E.T.U.I.S.A). Boom petrolero de por medio, ONGs… La
vida bulle por estas páginas. No es tanto lo que dice, que lo dice bien. Es más
lo que evoca, trasluce, sugiere, lo que se puede entrever: la vida en Iquitos.
Si, como se señala en el prólogo,
gracias a las periferias se renuevan las letras, otro tanto podríamos decir de
las ciudades. Las periferias son lugares donde la vida bulle y lo que sucede
con las vidas que habitan las periferias son el termómetro de la humanidad de
una ciudad, en este caso Iquitos.
Nos interesa cómo “desaparecen”
los clavos; cómo terminan pagando los devengados a un profesor cuyo dinero se
habían llevado los políticos corruptos de turno; el distinto comportamiento en
la biblioteca para conocidos y desconocidos; La Cachina, el mercado negro de
Belén bajo donde “se encuentra” lo “desaparecido”; el “capacitado” que regresa
a su barrio de origen, el profesor que se mete con su alumna… Nos ronda una
pregunta: ¿es una descripción de la anomia? Creemos que no. Sin entrar ahora en
disquisiciones ni matices, nos da la sensación que los comportamientos
descritos en el libro son la norma. El protagonista ha introyectado el “no-decepcionar-a-los-demás”. Sólo que “los
demás” de los que hablamos dependen del grupo social en el que uno se mueva.
Pero démosle una vuelta más. No
estamos pensando en el “individualismo occidental”, o en la “singularidad
indígena” que permea esta ciudad, sino en un continuum que acentúa un polo u
otro en determinados momentos y en personas y conductas específicas. La
pregunta que nos surge sigue siendo inquietante: entonces, ¿qué es la sociedad?
¿Qué es Iquitos? Dejémoslo aquí.
Post data:
Este libro llegó a nuestras manos
de una forma impensable. Estábamos en una reunión virtual durante toda la semana,
razón por la cual no supimos cuándo dejaron el libro a nombre de uno de
nosotros. En uno de los descansos nos alcanzaron el libro y nos instaron a ver
la dedicatoria en su interior. No hemos podido leerlo durante la semana en
cuestión por compromisos ya adquiridos. Esta nota quiere dejar constancia del
bonito y apreciado regalo.
Finalizamos indicando que además de sus aciertos literarios nos parece fundamental pensar la ciudad desde distintos ángulos. De nuevo: los creadores literarios se anticipan con creces a los gestores urbanos. El ángulo elegido por Marco Antonio Panduro-Gonzales es muy pertinente. Concluimos incentivando a su lectura.
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