Iquitos, 9 de diciembre de 2016
La tradición indica que los
varones en torno a los 17-20 años ya tenían mujer. Para entonces eran expertos
pescadores y podían “mantener a su familia”. Eran independientes y
desarrollaban el trabajo de la casa, aunque obedecían a su padre, que les
orientaba y les transmitía la sabiduría necesaria en la vida. Para entonces ya
eran unos experimentados “guerreros”. Eran capaces de superar los miedos y de
enfrentarse a ellos. Los miedos eran “más objetivables”, se les
podía poner rostro. Cuando se puede identificar el miedo es más fácil de
poderlo combatir.
© Radio Ucamara
Ha pasado el tiempo, el miedo
persiste porque es consustancial al ser humano y a la sociedad. Pero ha mutado,
es más difuso, no es tan sencillo ponerle rostro, ni nombre. Lo que no se puede
nombrar, lo innombrable, es más difícil de manejar. Y lo que no se puede
manejar nos termina por paralizar, sin reacción posible. Por eso es tan
importante ponerle nombre y rostro, individualizarle, para poderlo combatir. En
nuestra opinión, este es uno de los varios aciertos que posee este videoclip.
Las relaciones de género en
pueblos indígenas no es lo que parece. Tradicionalmente estaban repartidos los
roles y se daba una complementariedad no exenta de tensiones, como la vida
misma. Eso se ha ido modificando. Las mujeres se han ido quedando relegadas y
se ha ido afianzando un machismo torpe. Entre otras cosas porque el “dinero” es
algo que, en general, consiguen los varones. Prosigamos.
Las mujeres no tienen un rol
pasivo. Ellas son las primeras que padecen las consecuencias. Tienen que
enfrentar la escasez. No es justo lo que está pasando. Son grandes narradoras.
En el video se escucha decir: “la garza sólo tiene barro en el pico, hasta ha
cambiado de color. Ya no más, maisangara”. La garza, en el pueblo kukama, es un
“gran pescador”, como los varones. El encontrar únicamente barro en el pico
distorsiona las relaciones de género en el pueblo kukama, además de la
economía, la política, la migración...
Nuestros viejos oídos ya no están
para tanto “ruido”. Los muchachos del kumbarikira han crecido. Hacen arte en
medio de una situación compleja y consiguen una canción bien estructurada y con
un mensaje sencillo y directo. Las imágenes son bellas y la secuencia de las
mismas está bien organizada. El videoclip refleja perfectamente algunos de los
miedos. El plantarles cara es la posibilidad de superarlos.
Hay una querencia de los pueblos
indígenas por la fuerza que se refleja en este tipo de músicas. Los Pewmayen y
los Kutre Ñuke mapuche, los Lumaltok en tsotsil, o los Arandu Arakuaa
brasileños cantando en tupí antiguo, son unos pocos ejemplos de músicos jóvenes
indígenas abriendo caminos nuevos. Bienvenido sea maisangara, bienvenido el
poner nombre a los miedos, bienvenida la oportunidad de buscar en el arte una
expresión que permita difundir mensajes y combatir el miedo. Felicitaciones a
todo el equipo que lo ha hecho posible. Aunque nuestros viejos oídos ya no
estén acostumbrados a estos ritmos, bienvenida la sangre fresca de la juventud.
Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
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