Manolo
Berjón
Miguel
Angel Cadenas
Parroquia
Inmaculada - Iquitos
Conocimos a las
mujeres de ‘Huaynakana Kamatahuarakana’,
una organización indígena de mujeres kukama,
hace más de dos décadas. Desde entonces nos hemos encontrado con ellas en
múltiples ocasiones: en talleres de diversos tipos, en sus comunidades, en
eventos públicos, en viajes por el curso bajo del río Marañón… Siempre nos han
tratado con mucha cordialidad y nos han tenido mucha paciencia. Con ellas hemos
aprendido muchas cosas y nos han enseñado conocimientos que de otra forma nos
hubiéramos perdido. Por eso, sólo tenemos agradecimiento para ellas.
© Manolo Berjón, 2009
Comenzamos con
una brevísima referencia al nombre elegido: ‘huaynakana’ (mujeres) ‘kamatahuarakana’
(‘kamata’: trabajar; ‘-wara’: nominalizador, donde el sujeto
realiza la acción habitualmente; ‘kana’:
plural). ‘Kamata’: trabajar, proviene
de ‘kama’, seno y ‘-ta’, causativo; introduce un causante
para que el evento tenga lugar. Es esta vinculación con el seno el que está
inserto también en el término ‘kukama’:
‘ku’, chacra; ‘kama’, seno. El kukama vendría a ser quien es amamantado por la
chacra. Todo va indicando que el cuidado de las plantas de la chacra que
realizan las mujeres es ‘trabajo’. Las mujeres consideran a las plantas de su
chacra como niños: les cuidan, les cantan para que crezcan, les dan cariño… En
eso consiste el trabajo. En cambio, las actividades de los varones no están
asociadas al trabajo, poseen otras referencias: ‘ts+ki’, jalar, extraer, inhalar, respirar, pescar con anzuelo; ‘tiniari’, pescar con barbasco;
literalmente ‘tini’, blanco; ‘-ari’, aspecto progresivo y/o
localización difusa; vendría a significar ‘blanquear’; ‘yarari’, pescar con canasto; ‘ipurakari’,
cazar. Si en la sociedad occidental tradicional el trabajo conllevaba el rol de
proveedor; en el caso kukama, las mujeres también son proveedoras, tal como
estamos indicando. Volveremos al final sobre este asunto.
Hace un par de
días nos formularon la siguiente pregunta: ¿por qué son importantes las mujeres
de ‘Huaynakana Kamatahuarakana’?Fue
una pregunta inesperada, así que nos hemos tomado estos días para poder
responder. Nos parece que hay tres razones fundamentales: nos han ayudado a
definir la realidad (ontología), nos convocan a pensar la multiplicidad y nos
invitan a repensar el espacio de la representación. Brevemente diremos algo
sobre estos tres aspectos, como parte de nuestra memoria agradecida.
Con las mujeres
de ‘Huaynakana Kamatahuarakana’, y
con otras personas y organizaciones, aprendimos que percibimos la realidad de
forma distinta. Pensemos, por ejemplo, en el río. Desde el punto de vista
occidental, y simplificando un tanto, el río es una corriente de agua. Sin
embargo, estas mujeres ampliaron nuestra mirada y nos hicieron entender que el
río es más que una corriente de agua. Para los kukama,el caudal es mantenido
por la boa que habita en el fondo del río. De tal forma que el ruido, la
contaminación y el mal comportamiento de la gente hace que la boa se retire y,
con el retiro de la boa, se seca el río. La boa no es una creencia, como en
ocasiones tendemos a pensar los occidentales haciendo gala de nuestra multiculturalidad.
El problema de esta tendencia es que las creencias son todas respetables
mientras no cuestionen el modelo occidental de pensar la realidad. Pero si lo
llega a cuestionar, entonces la creencia debe pasar al ámbito privado.
Sin embargo, que
la boa mantiene el río no es una creencia, sino que ‘es’ la realidad. Y es de la constitución de la realidad que debemos
hablar. En breve: mientras para los occidentales la realidad está formada de
materia que se descompone en átomos…, para los kukama la realidad es la boa que
mantiene el agua del río. Ya no es una creencia que pertenece al ámbito privado
sino que hay dos formas diferentes de percibir la realidad. Esto conlleva que la
conversación adquiere otro nivel de complejidad. Esta forma de pensar la
realidad es lo que podemos denominar como “ontología”. El estiaje que se produjo
el 2010 nos da la oportunidad de explicarlo. Previamente al mismo se había
producido un derrame de petróleo en el bajo Marañón. Para los kukama era
evidente que la boa se estaba retirando por el derrame. Por eso se produjo la
merma del río. No era una creencia, era una evidencia, era la realidad, y así
lo percibían.
No obstante,
podemos encontrar algún punto de convergencia entre ambas formas de percibir la
realidad. La manera indígena de definirla ha mantenido y conservado el
ecosistema por miles de años. Los occidentales ahora somos más conscientes que
el cambio climático también nos obliga a cuidar el medio ambiente. Esta sería
una forma de entablar una conversación y conjurar el solipsismo.
En segundo lugar,
habíamos señalado el tema de la multiplicidad. El ojo y oído occidentales están
marcados por la unidad. Las proporciones y el orden parten de la unidad [de
medida]. Sin embargo, cualquier persona que ha vivido con pueblos indígenas ha
comprobado en sus carnes que la unidad no es ningún ideal y que más bien la
práctica señala la multiplicidad. Pues bien, el Estado, en su concreción actual,
mide su actuación por medio de la unidad. Necesita un interlocutor, huye de la
multiplicidad. Nos parece que esta es una mirada que busca réditos a corto
plazo. Sin embargo, a medio y largo plazo es mucho más sostenible lidiar con la
multiplicidad. Cuantos más actores involucrados en la conversación más
probabilidad existe de que los acuerdos sean duraderos y mayor socialización
del proceso. El grado de complejidad es mayor y exige dedicar más tiempo. El
esfuerzo también es mayor, pero el resultado tiene visos de ser mucho más
respetado. El problema es que los gobiernos de turno, y las ONGs, suelen pensar
a corto plazo y buscan una rentabilidad lo más próxima posible.
También se
produce un cortocircuito con la idea de pueblo. Los occidentales tendemos a
percibirlo desde la unidad. Por tanto, buscamos “un” interlocutor. Sin embargo, las jefaturas indígenas son
múltiples por definición. A poco que hayamos convivido con pueblos indígenas
percibimos la diversidad y multiplicidad de liderazgos. La multiplicidad de
voces al interior del mismo pueblo indígena es simplemente una constatación
diaria. Zanjar el tema invocando que estamos conversando con el “uno”, no deja
de ser una imposición occidental. Por tanto, abogamos por pensar y actuar desde
la multiplicidad como un elemento netamente indígena.
Y el tercer
aspecto que nos habíamos marcado es la representación.Esta es una idea
cuestionada tanto en occidente como en pueblos indígenas. Señalar que
tradicionalmente las mujeres no hacían política y, por tanto, así debe
continuar siendo, nos parece un burdo argumento. No solo las mujeres
cuestionaban a sus compañeros en el ámbito más doméstico y moldeaban las
opiniones desde la casa.También la presencia del Estado ha modificado la
política como ámbito del bien común. Se ha ampliado la esfera de intervención. Pero,
sobre todo, implica no tener en cuenta que se han ido modificando los roles
conforme ha ido penetrando el dinero en las comunidades y son las mujeres
quienes han llevado la peor parte.
Tradicionalmente
se ofrecía masato al visitante. Era una oportunidad de reconocer el trabajo de
las mujeres en la elaboración del mismo. Con la necesidad de contar con dinero
para tener un celular, ropa o cualquier otra necesidad, la producción de la
agricultura, pesca y recolección se han ido enfocando al mercado incipiente. Es
precisamente esta entrada del dinero la que ha llevado a una modificación de un
tiempo más relacional a uno más productivo. De igual manera, ahora ya no te
ofrecen masato sino gaseosa. Se puede comprar con el dinero que gana,fundamentalmente,el
varón.Por tanto, el trabajo de la mujer ya no es necesario. Esto ha generado
una invisibilización de las mismas. Es fácil de comprobar, por lo dicho arriba
sobre el trabajo, que hay un desplazamiento de género importante. En otras
palabras, aplicar el concepto occidental de trabajo al pueblo kukama es una
colonización más.
Si esto es como
estamos describiendo, es totalmente urgente y necesario que se tenga en cuenta
el papel de las mujeres. En tal sentido, nos parece que el aporte de ‘Huaynakana Kamatahuarakana’ es del todo
ineludible y pertinente. Convocar únicamente a los varones para las
conversaciones con el Estado, además de mutilar a la mitad de la población,
implica desconocer el trabajo de las mujeres. El ocultamiento de las mismas
indica un tipo de trabajo despersonalizado donde lo fundamental es la ganancia
económica, dejando fuera del ámbito del trabajo el aspecto relacional y de
cuidado implícito en el término ‘kamatahuarakana’
(trabajadoras). Este aspecto tiene consecuencias no sólo económicas, sino
también políticas. Si las mujeres forman parte de la producción a través del
trabajo, ‘kamata’, entonces las
conversaciones con el Estado tendentes a la reparación, restauración… del medio
ambiente implican también elementos de cuidado. Cuidado que va implícito en el
término ‘kamatawarakana’, propio de
las mujeres kukama. Una razón más para tenerlas en cuenta.
Dejarlas fuera
de la conversación, por ser mujeres, es un planteamiento intolerable en este
siglo XXI. Deslizar que las mujeres dividen a los pueblos indígenas implica el
desconocimiento de la multiplicidad anteriormente expuesto y arrogarse una
representación varonil que confina a las mujeres a un rol secundario, una
imposición del patriarcalismo más basto.Exhortamos al Estado y a las ONGs, por
tanto, a tener en cuenta las demandas de las mujeres.
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