Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada - Iquitos
Cuando escribimos esto no sabemos si el coronavirus COVID 19 llegará a
la selva, pero lo más importante es la precaución. En tal sentido consideramos
que un aspecto básico consiste en fortalecer prácticas culturales que puedan
proteger a la gente en un nuevo contexto. Evidentemente, hay que explorar más
todos estos temas, pero merece la pena tenerlos en cuenta. Somos conscientes
que el concepto de enfermedad, virus y demás es concebido de forma diferente
por los pueblos indígenas, pero no será objeto de este escrito. Tal vez sea la oportunidad
de reclamar su participación en los temas de salud que les atañen, para diseñar
políticas públicas de salud junto a ellos, sin necesidad de esperar a que
lleguen las epidemias. Todo ello en un clima de la mayor serenidad posible, sin
dramatismos ni histerias.
¿Podrá decirnos algo al respecto el pueblo
kukama? No vamos a desarrollar acá una teoría, ni siquiera una hipótesis, sino
que pondremos a la luz dos datos para que “nos den que pensar”. Si fuera
necesario, debería servirnos para elaborar material pertinente para trabajar el
tema con el pueblo kukama y ayudar a prevenir, en el caso de que les llegue el COVID
19.
Rayadores. Tecnología ancestral con "nuevos materiales"
Foto: Manolo Berjón
Con esta pandemia hemos recordado dos prácticas
tradicionales kukama que nos parecen pertinentes: “la distancia social” y no
“tocarse la cara”. Comencemos por la primera. Cada grupo humano tiene códigos
no escritos de interacción. Para el pueblo kukama conversar con un extraño
conlleva una distancia mínima de un metro. No respetar esta distancia es comprendido
como una invasión. Sólo se quiebra esta distancia para personas que son muy
conocidas, especialmente entre familiares. Ahora las personas podemos albergar
un “extraño invisible” en nuestro cuerpo como el coronavirus y lo mejor es
tener distancia de, al menos, un metro con las demás personas, porque puede
albergar el “extraño invisible” en su cuerpo: el COVID 19. Pues bien, esta
distancia es la aconsejada por los expertos para evitarlo. Esto merece la pena
explorarse más, pero nos parece oportuno tenerlo en cuenta. Los expertos
indican que en el caso de estar en contacto con alguna persona que estornude,
tenga tos o fiebre, la distancia mínima debiera ser de dos o tres metros.
Respecto al “tocarse la cara”. Dicen los
psicólogos que en períodos de ansiedad e incertidumbre es más probable que nos
toquemos la cara. En tiempos de COVID 19 esto es peligroso, de ahí que nos
inviten a lavarnos las manos con jabón más frecuentemente. Dicen los expertos
que las manos son uno de los lugares donde podemos albergar virus y al
llevarlas a la cara pueden ingresar en nuestro cuerpo por los ojos, boca o
nariz.
Pero es realmente difícil saber cuántas veces
llevamos nuestras manos a la cara. Es un gesto automático, en muchas ocasiones,
inconsciente. Los occidentales incluso hemos interiorizado la imagen del
Pensador de Rodin sosteniendo su barbilla con el dorso la mano. Lo cual
significa que hay códigos culturales que nos llevan a tocarnos la cara con
frecuencia.
Los kukama son un pueblo que se dedica,
tradicionalmente, a la agricultura, pesca y recolección de frutos de la selva.
Aunque cada vez hay más población kukama en las ciudades. Pues bien,
tradicionalmente, los kukama, cuando iban a sembrar maní, instaban a NO TOCARSE
LA CARA: boca, nariz y ojos. Desatender tal prohibición provocaba que la
semilla del maní se huequea (se hace un hueco en la semilla) y, por tanto, no
germina. De esta manera, tocarse la cara se convertía en la muerte de la semilla.
Tengamos en cuenta que para los kukama enterrar y sembrar son sinónimos
(yat+ma).
Ligia y Napoleón, unos amigos del río Urituyacu
Foto: Manolo Berjón
Pues bien, la siembra del maní, entre los
kukama, exigía evitar tocarse la cara. La razón: para que la semilla germine
con normalidad. Sin duda, el otro aspecto tiene que ver con la higiene. En
estos tiempos de coronavirus donde tocarse la cara puede conllevar permitir el ingreso del virus
(“extraño invisible”) en tu cuerpo, puede ser oportuno rescatar esta práctica
cultural. Evitar tocarse la cara genera una nueva planta (de maní). Evitar
tocarse la cara en tiempos de COVID 19 protege del “extraño invisible” para que
no penetre en tu cuerpo y cuidar la vida. Evidentemente, los contextos de la
siembra de maní nada tienen que ver con el coronavirus. Pero dado que en ambas
situaciones es importante no tocarse la cara, consideramos que es conveniente
rescatar esta práctica, explorarla y ver posibles modos de prevención de esta
pandemia (que deseamos no llegue hasta los pueblos indígenas).
Instamos a nuestros amigos kukama a que
indaguen en su propia tradición para buscar elementos que puedan ayudar en esta
crisis que parece avecinarse. Son los propios kukama quienes debieran liderar
esto. En lugar de dirigir discursos occidentales verticales desde los distintos
Ministerios (especialmente el de Salud), es hora de apoyar a los pueblos
indígenas para que lideren su propio cuidado, con apoyo del Estado.
Ciertamente, en las ciudades la aglomeración de
gente es un problema. En las comunidades el problema no será la aglomeración,
si no la falta de atención por parte del Estado. Las Postas Médicas son
escasas, mal implementadas y con poco personal. ¿Qué ocurrirá si se desata esta
pandemia en pueblos indígenas?
Y PARA CONCLUIR: UN POCO DE MEMORIA HISTÓRICA
[1681] «[…] ví 75 canoas de gente en
esta Laguna, diciéndome todos desde ella: “Retírate, Padre; no aguardes la
peste, porque si la esperas te ha de matar. Lloraban todos, dando desde las
canoas / grandes gemidos y añadian: “No huimos de ti, Padre amado, sino de la peste;
porque tú nos quieres y ella nos aborrece. Adios, adios! Caquire tanu, papa, Caquere ura Dios ica-totanare, que quiere
decir: quédate con Dios, hombre esforzado, Dios te guarde y te dé mucha vida.» (Borda 1872: 65-66) Carta
del P. Juan Lorenzo Lucero (Laguna, 3 de junio de 1681).
[Para contextualizar: Los virus se descubrieron a finales del s. XIX].
Gracias Manolo por este articulo que nos ilustra de como entender otras culturas, otros pueblos de los que tenemos mucho que aprender. Me decía el P. Alberto hace unos días, que de cada 5 respiraciones que hacemos, una de ellas la debemos a la amazonia
ResponderEliminarMaru es mi esposa
ResponderEliminarEn el pueblo kukama no acostumbramos saludarnos con besos en la megilla es por eso que nuestras practicas en todos los espacios estan vivos
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