Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada - Iquitos
En un mes hemos visitado el Poder Judicial en
Iquitos en dos oportunidades. Y no han sido experiencias placenteras. La
primera ocasión, acompañando a dos juntas vecinales de Punchana (Iván Vásquez
Valera y 21 de Setiembre en Punchana) para una conversación con el tribunal
(deliberadamente evitamos utilizar los términos jurídicos) que lleva su caso.
Estas juntas vecinales han interpuesto una demanda constitucional por el acceso
al agua potable y cerrar un desagüe a cielo abierto. Le amparan todas las
convenciones de derechos humanos habidas y por haber. Además del sentido común.
Las autoridades nos avisan de la necesidad del lavado urgente de manos. ¿Cómo
lo van a realizar estas personas si carecen de agua potable en sus casas? La
desigualdad a plena luz del día. Por cierto, todos los estándares
internacionales indican el acceso al agua potable y desagüe como criterios de
desarrollo.
Seguimiento de la audiencia virtual del caso "agua potable" de los Asentamientos Humanos "Iván Vásquez Valera" y "21 de Setiembre" en Punchana.
Pero hay más. Estamos en segunda instancia. En
primera instancia se ganó la demanda. Pero las Municipalidades de Maynas y
Punchana, con una mirada corta, rayana a la ceguera, apelaron la decisión de
los jueces. Aquellos que tienen que velar por los derechos básicos de los
ciudadanos, apelan. ¡Esto es increíble! Ya hace 5 años que se interpuso la
demanda. Y seguimos sin sentencia firme. Es fundamental tener en cuenta que
estamos hablando de derechos humanos básicos. Esperemos que no haya argucias
legales para dejar en el desamparo a estas juntas vecinales (y todas las demás
juntas que lo terminen reclamando). Por cierto, El Salvador ha incluido el derecho
al agua potable en su Constitución, a instancias de una propuesta de la
Conferencia Episcopal de su país.
La segunda visita al Poder Judicial fue ayer.
Acompañamos a las comunidades kukama de Cuninico, Esperanza, Nueva Santa Rosa y
San Francisco a una diligencia. El juez tenía que escuchar a las partes sobre
la implementación de la atención en salud. El poder judicial realizó un cambio
de jueces y se reprogramó la audiencia para el 21 de diciembre. El juez tiene
todo el derecho. Pero no es justo hacer venir a los comuneros kukama desde tan
lejos para decirles que se reprograma la audiencia. Nos parece una vulneración
de derechos en toda regla, por muy legal que sea. Y no estamos hablando del
juez, sino del Poder Judicial. Porque estos temas no son asunto de jueces
particulares. Es un tema del Poder Judicial que no está calculando el costo de
la reprogramación. Más que el costo económico, que ya de por sí es muy
importante, está la sensación de ser burlados y no escuchados, el costo
afectivo. En otras palabras, no en vano se produce lo que se denomina como “desafección
de las instituciones”.
Nos parece que este 2020 nos ha traído varias
lecciones. Sólo señalaremos dos: la desigualdad y la prepotencia. Hemos visto
cómo el covid-19 desarmó fácilmente el crecimiento económico peruano porque no
se ha invertido lo necesario en corregir las desigualdades sociales. Si miramos
desde los pueblos indígenas percibiremos las brechas como abismos. La segunda
enseñanza proviene del Congreso. La burbuja en la que han vivido provocó el
estallido de un movimiento juvenil de tal calibre, la “generación del
bicentenario”, que depuso al gobierno. Lo que está detrás de todo esto es la
prepotencia. Este cóctel explosivo de desigualdad y prepotencia genera una gran
desafección de las instituciones. Es una escalera inclinada hacia el abismo con
consecuencias imprevisibles. Evidentemente, el Poder Judicial tiene que ayudar
a corregir estas desigualdades y castigar a los prepotentes. Y eso es lo que
está en el fondo de las dos demandas que nos han llevado a visitar el Poder
Judicial.
A un año del bicentenario nos encontramos de
lleno con la “colonialidad del poder” que otros califican como “colonialismo
interno”. Somos independientes, pero la élite criolla se hizo con el poder y
mira únicamente desde sus propios intereses. Por si fuera poco, universalizan
sus valores y se protegen unos a otros. Hay todo un entramado de instituciones
que solapan este sesgo haciéndolo invisible. Lo que en lenguaje secular se
denomina “sesgo”, algunos teólogos prefieren llamarlo “pecado original”. Es
decir, hacernos ciegos a nuestros propios valores e intereses en detrimento de
los demás.
En lo que sigue nos van a permitir una
brevísima reflexión sobre el tiempo y el deseo. No es necesario compartir
nuestras creencias cristianas para seguir la argumentación. Comencemos con el
tiempo. Una de las características actuales es su aceleración. Todo va muy
rápido, cada vez más rápido. Es más, necesitamos mayor velocidad únicamente
para permanecer en el mismo lugar, para no quedarnos atrás. Así nos encontramos
en una situación inédita: carecemos de tiempo, no nos alcanza para todas las
cosas que queremos hacer. Bueno, nos corregimos: los importantes no tenemos
tiempo. Sólo tienen tiempo los humildes, sólo les queda esperar. Esto puede
generar resentimiento. Es comprensible que quien sólo le queda esperar se
resienta. Así vemos cómo la gente humilde hace colas interminables, desde el
Banco de la Nación hasta cualquier otra institución, incluido el Poder
Judicial. No estamos apelando al conformismo, eso no es cristiano. Apelamos al
“adventus”: “el que viene”. En la liturgia cristiana estamos en tiempo de adviento
y repetimos continuamente “Ven, Señor Jesús”. El mundo en el que vivimos
desactiva este sentido de la espera. Ya no hay adviento, de frente se coloca el
Nacimiento de Jesús, para vendernos más, para hacernos únicamente consumidores.
Esa es una religión consumista que no consuela. Pero las comunidades cristianas
debemos hacer un esfuerzo por esperar a Jesús que viene en los humildes. “Ven,
Señor Jesús”, porque quienes tienen que ver por el bien común, no lo hacen. Colocarnos
al lado de los humildes es la oportunidad de recibir a Jesús que viene.
Tanto las Juntas Vecinales como los comuneros
kukama del “caso Cuninico” presentan una espera activa: se han organizado para
reclamar sus derechos. No esperan ningún regalo. Exigen sus derechos. Y no se
cansarán hasta que los consigan.
El otro punto es organizar el deseo, una
de las tareas humanas más importantes. Todas las culturas lo hacen. En la
amazonía se deja que los niños hagan un poco lo que desean. Se evita
corregirlos en público, pero en casa se les orienta. Los pueblos indígenas
siguen utilizando el baño con verbena, e incluso haciéndola tomar, a los niños
cuando tienen rabia. De igual manera también se les tapa con panero. Es una
forma de orientar las emociones y de organizar el deseo. No es únicamente una
cuestión de niños, las asambleas comunales suelen comenzar con un desiderata:
recordando la importancia de colaborar y portarse bien. Si alguien transgrede
las normas, la autoridad le corregirá. Si no hace caso terminará siendo
expulsado de la comunidad. Todo esto depende mucho de las fuerzas que tenga en
la comunidad a modo familia extensa. Es decir, los indígenas por miles de años
han elaborado rituales para modelar el deseo.
También el cristianismo modela el
deseo. En las iglesias católicas orientales, junto con la iglesia ortodoxa y
las iglesias ortodoxas orientales, existe la práctica del “ayuno de natividad”.
Es una forma de ascesis que prepara el cuerpo. El ayuno religioso es diferente
de la ausencia de ingesta para ser más esbeltos y más sanos. El ayuno cristiano
está orientado a dar la comida que no consumes a los pobres. Y no olvidemos aquello
de “quiero misericordia, no sacrificios” (Mt 12, 7). Este adviento nos debería
llevar a los que nos sentimos cristianos a ayunar de prácticas que vayan contra
la justicia y los derechos humanos.
Para concluir, alargar inútilmente la espera es una forma de maltrato a los cuerpos de los humildes. Pedimos a los jueces, aunque no sean cristianos, que eso no interesa para estos propósitos, que sean sensibles en primer lugar a los propios sesgos, y en segundo lugar a la vida de los humildes.
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