martes, 21 de agosto de 2018

SOBRE LA HIDROVÍA AMAZÓNICA: OTRA MIRADA




Seguimos los acontecimientos entre pueblos indígenas, Estado y ONGs en torno a la hidrovía amazónica con expectación. Hemos preferido permanecer en segundo plano[1]. El hecho de situarnos en la retaguardia no significa que nos hayamos desinteresado del tema. Al contrario. Esta etapa pareciera que está en manos de técnicos, algo que nosotros no somos. Pero nos parece el momento oportuno para intervenir con dos argumentos: uno primero más común, sobre el momento neoliberal actual; y otro que no hemos visto expuesto, sobre la controversia entre creencia y realidad.

© Manolo Berjón, 2010


El más común es que el neoliberalismo imperante acepta y promueve de buen grado el multiculturalismo: hay muchas culturas, todas respetables, y debemos comprendernos entre todos. El neoliberalismo es la progresión geométrica del liberalismo. El liberalismo promovía la igualdad, de ahí la necesidad de la incorporación de los indígenas a la nación: enseñanza de las lenguas nacionales en detrimento de las autóctonas, salud occidental, mestizaje… En esta etapa neoliberal ya no se promueve la igualdad, sino que se potencia la diversidad. Lo único que pide el liberalismo es libertad para el capital, individuos y territorios libres para poder actuar. Ahora el Estado promueve la educación intercultural e incluso la salud intercultural, pero los territorios tienen que estar accesibles a las inversiones. El Estado, en esta tesitura neoliberal, promueve la titulación de comunidades, siempre y cuando sea comunidad por comunidad, fragmentando los territorios. El desafío lo están planteando los pueblos jíbaro (wampis, awajun, candoshi) que exigen “territorio integral”. Son la punta de lanza del movimiento indígena, el resto de pueblos están rezagados.

El Estado, en esta etapa neoliberal, convoca a las organizaciones indígenas para “consulta previa”. Ya se ha escrito mucho sobre este tema. Nuestro aporte será pequeño, esperemos que sea significativo. Y este es nuestro segundo punto. Nos parece que la consulta está viciada de raíz. El problema, tal como nosotros lo percibimos, no es la consulta en sí misma, que deja muchísimo que desear, sino sobre “la realidad”. Este es el verdadero problema. ¿Qué es “la realidad”?

Para los occidentales, tanto Estado como miembros de ONGs, la realidad es lo que puede ser explicado científicamente. Nos movemos en el terreno del naturalismo. Este “modo de identificación” no es cuestionable para los occidentales, aunque puede ser matizado: hay quienes consideran la ciencia como la única explicación sobre la realidad y otros consideramos que hay situaciones que la ciencia no puede explicar, como el amor… Más allá de las disputas dentro de este modo de identificación, nadie en su sano juicio occidental lo cuestiona. Nosotros también lo aceptamos. Aunque en nuestro caso abogamos por un naturalismo abierto a la trascendencia. Como este no es el caso ahora, avanzamos. Los indígenas se mueven en otro “modo de identificación”. Para los indígenas la ciencia no explica la realidad o, al menos, no toda la realidad. En el mundo hay espíritus (algo que la ciencia no puede comprobar ni desmentir).

En nuestra opinión, lo que sucede con la hidrovía es precisamente este choque de “modos de identificación”: naturalista para el Estado y las ONG, animista para los indígenas. Veamos. La purahua es un ser que habita los ríos. Para los kukama la purahua es una gran boa que mantiene el río. Cuando la purahua está presente hay abundante agua. Si la purahua se retira, porque hay mucho ruido, porque cavan (dragan) el río…, el caudal del mismo disminuye, con el consiguiente peligro de que se seque.

El asunto, en nuestra opinión, se encuentra aquí. ¿Cómo pensar la purahua? Para el “modo de identificación naturalista” la purahua es un espíritu. Por tanto, una creencia. No es necesario que yo lo crea, es una creencia que poseen los indígenas. Puede ser una creencia verdadera o errónea. En todo caso, es merecedora de respeto, siempre y cuando se mantenga al interior del pueblo indígena. En la esfera pública multicultural no se habla de creencias, eso pertenece a la esfera privada del grupo. En la esfera pública tenemos que ponernos de acuerdo entre todos. Puedo respetar tu creencia, pero necesitamos “argumentos racionales” para poder conversar y llegar a acuerdos. Mientras los indígenas unen razón y emoción, ambas asentadas en el corazón, para los occidentales se produce una escisión entre razón y emoción.

Al respecto es interesante la incorporación de cuatro sabios indígenas en la etapa actual de conversación entre el Estado y los pueblos indígenas sobre la hidrovía. Se les permite hablar, faltaba más, para eso somos un Estado neoliberal multicultural. Pero sus aportes entran dentro de las opiniones, de las creencias. Muy respetables, pero creencias particulares. El Estado multicultural velará para que todos tengan igualdad de oportunidades y no se imponga una creencia a toda la población. En cuestión de creencias, el mercado está abierto, y el “individuo” elige las más convenientes para sí.

Ahora bien, los indígenas consideran que la purahua no es una creencia, es parte de la realidad, “es la realidad”. La purahua, para los indígenas, no depende de que yo crea en ella. La purahua existe porque es el fundamento de la realidad. De igual manera que los protones, neutrones… existen, con independencia de que yo los acepte o no.

Si nuestro argumento es correcto, entonces percibimos dos estrategias diferentes. Para los occidentales, la purahua es una creencia particular de los indígenas, muy respetable, pero creencia. Por tanto, queda dentro del ámbito privado. Para los indígenas, la purahua es la realidad misma. Y sobre la realidad no se negocia. Este asunto nos parece el verdadero nudo gordiano.

Tenemos la sensación que las ONGs, que han avanzado muchos y preciosos conocimientos técnicos, no están aportando nada al debate de fondo. Continúa siendo un diálogo entre occidentales, donde los indígenas quedan “aparcados en sus creencias”. Mientras que, a nuestro parecer, lo que se dilucida no son creencias, sino cómo está configurada la realidad. Para los indígenas la purahua forma parte de la realidad. Para los occidentales la realidad es explicada únicamente por la ciencia. Y la ciencia no puede decir nada sobre la purahua.

Mucho nos tememos que se está produciendo una “colonialidad del saber”. El Estado neoliberal multicultural impone un modo de ver la realidad a sus ciudadanos indígenas. El Estado no puede estar cooptado por una única manera de ver la realidad: el naturalismo. Imponer el naturalismo es un modo de “colonialidad del saber”. El debate, a nuestro parecer, no es únicamente sobre los argumentos científicos de la hidrovía, como se está llevando a cabo en estos momentos. Por supuesto, los debates científicos nos parecen muy interesantes y oportunos. El debate real, el que no se está escuchando, es sobre la configuración de la realidad. Y en esto, podemos aprender mucho de los indígenas.

Para concluir, en tiempos de cambio climático es necesario debatir con argumentos científicos. El principio precautorio nos indica que ahora no tenemos los conocimientos técnicos suficientes para saber los verdaderos impactos de la hidrovía. Por tanto, es preferible esperar, por precaución. Pero iremos más allá, no es suficiente. ¿No son estos tiempos de cambio climático propicios para explorar otros modos de identificación más allá del naturalismo? ¿Pueden los sistemas animistas aportar elementos que ayuden a la preservación del planeta? En nuestra opinión: sí. Esto es lo que nos parece estar planeando sobre la hidrovía, una conversación que no se está permitiendo producir, un debate sobre modos de identificación, sobre ontologías.



[1] Quien desee puede ver alguno de nuestros post desde abril 2014, aunque nuestro acompañamiento a las organizaciones indígenas sobre este punto data de varios años antes: https://revistaideele.com/ideele/content/hidrov%C3%ADa-amaz%C3%B3nica-aproximaci%C3%B3n-desde-un-mito-kukama; y, entre otros, los post incluidos en https://lacanoavarada.lamula.pe/