Mostrando entradas con la etiqueta Pueblos indígenas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pueblos indígenas. Mostrar todas las entradas

lunes, 10 de agosto de 2020

CÓMO NARRAR LOS CRÍMENES INDÍGENAS KUKAMA DE BRETAÑA

Manolo Berjón

Miguel Angel Cadenas

Parroquia Inmaculada - Iquitos


Nuestras condolencias y sentidos pésames para las familias de los fallecidos. Sólo conocemos el nombre de dos de los fallecidos:  Chemilton Flores Crispín y   William López Ijuma.

 

El contexto es imprescindible y necesario para enmarcar los hechos. De esta forma adquieren sentido. En nuestra opinión no basta con narrar los hechos, hay que preguntarse desde dónde se narran. Nosotros optamos por la monetarización y el cambio de modelo energético como dos claves fundamentales que nos permitan comprender mejor lo sucedido. Damos por conocidos los hechos. Sólo recordamos que hay tres indígenas muertos y varios indígenas y policías heridos. Si alguien necesita conocer los hechos puede leer: http://www.caaap.org.pe/website/2020/08/09/orpio-tras-muertes-en-el-lote-95-exigimos-investigar-quien-inicio-con-los-disparos-y-quienes-mataron-a-los-tres-hermanos-indigenas/ , también se puede ver: https://elpais.com/internacional/2020-08-10/tres-indigenas-mueren-por-disparos-de-la-policia-en-peru.html


© Leonardo Tello. Un herido en Bretaña a su paso por el puerto de Nauta. Con la sabiduría de Leonardo: "los indígenas y los policías no se diferenciaban en nada". Los muertos siempre lo ponen los mismos cuerpos. Los cuerpos de corbata no frecuentan estos espacios de violencia.


Fue en 1971 cuando se descubrió el primer pozo de petróleo en Loreto. De entonces para acá la actividad petrolera ha marcado la región. Las compañías petroleras han tenido pocos escrúpulos con los pueblos indígenas y el medio ambiente. El Estado, buscando la inversión privada, no se ha dotado de las leyes adecuadas y cuando las tuvo, no las aplicó. Así de sencillo. Loreto decidió anestesiarse con el canon petrolero que no ha servido a la región, menos a los pueblos indígenas. Todavía hoy en día hablar de pueblos indígenas y actividad petrolera es problemático en Iquitos. Los insultos están a la orden del día.

Durante décadas no hubo oposición aparente a la actividad petrolera por parte de los pueblos indígenas. Recordamos un infausto 3 de octubre de 2000: se derramaron muchísimos más de 5500 barriles de petróleo en San José de Saramuro, río Marañón. Fue un día negro, como el color del que tiñó el río. La actuación del Estado fue deplorable y la petrolera superó el cinismo habitual.

En el 2006 los achuar del Corrientes entraron en paro y terminaron firmando el “Acta de Dorissa”. Fue la primera vez que un pueblo indígena sentaba al Estado. A partir de entonces ha habido muchas historias. Lo cierto es que hay territorios contaminados, afectaciones a la pesca y la caza, entre otra serie de graves consecuencias. Los derrames de petróleo son otro capítulo triste. Un Oleoducto Nor-peruano obsoleto, y sin el mantenimiento adecuado, fue el escenario desastroso de una serie de derrames que han perjudicado enormemente a las comunidades. Los crímenes de Bretaña vienen de lejos, y sin tener en cuenta la lucha indígena con la actividad petrolera no se pueden comprender.

Nos van a permitir un párrafo sobre el Estado. Permite la extracción de recursos naturales a las empresas, en muchas ocasiones sin consulta previa. No tiene un instrumental medioambiental adecuado. Cuando se dota de leyes no las hace cumplir. No atiende con necesidades básicas a su población indígena: agua potable, desagüe, educación y salud de calidad, acceso a internet… Se coloca al lado de las empresas extractivas cuando surgen conflictos sociales. Establece mesas de diálogo donde se firman documentos que nunca se cumplen.

 

MONETARIZACIÓN

El crecimiento económico peruano trae de la mano la monetarización en las comunidades. Se han producido varias transformaciones importantes. En primer lugar, muchos loretanos han migrado fundamentalmente a la costa en busca de un trabajo que permanece esquivo en Loreto. Esto también ha afectado a los pueblos indígenas. Como contrapartida llegaban pequeñas remesas de dinero a las comunidades. También la actividad petrolera monetarizó las comunidades ofreciendo trabajos precarios a los indígenas. Programas estatales como Juntos, Pensión 65 y Qali Warma han generado cambios de envergadura. Los dos primeros han contribuido directamente a la monetarización. Y el tercero a un cambio alimentario de grandes dimensiones. Una modificación del paladar que sólo se puede satisfacer comprando alimentos foráneos con dinero. A esto se une la necesidad de celulares para comunicarse con los familiares en la ciudad…

La monetarización, en sí misma, es neutra: ni buena ni mala. Diferente es cómo se consigue el dinero y en qué se gasta. Se invierte el dinero en relaciones sociales, que es la manera de invertir en seguridad. De ahí que se compren bienes como televisiones, refrigeradoras… que se pueden vender en momento de una necesidad. Se invierte en diversiones con la familia y amigos. De tal manera, que cuando esté necesitado tenga un colchón social que me pueda respaldar. Difícilmente se invierte el dinero en el banco o en acciones, y no es únicamente porque en la mayoría de los lugares no haya oficinas bancarias, que no las hay. Esta necesidad de dinero, junto con la desafección del Estado que no cumple con requisitos mínimos como agua potable, educación y salud de calidad…, genera que los paros sean cada vez más violentos.

 

CAMBIO DE MODELO ENERGÉTICO Y POSIBLE MEDIACIÓN

Por esta razón: a) denunciamos la violación de los derechos humanos y la destrucción extractiva; b) asumimos y apoyamos las campañas de desinversión de compañías extractivas relacionadas al daño socio-ecológico de la Amazonía, comenzando por las propias instituciones eclesiales y también en alianza con otras Iglesias; c) llamamos a una transición energética radical y a la búsqueda de alternativas: «La civilización requiere energía, ¡pero el uso de la energía no debe destruir la civilización!»: Documento Final del Sínodo Panamazónico, n° 70.

 

Cuál es el marco adecuado desde el que narrar estos hechos. Nosotros lo tenemos claro: el cambio de modelo energético. A estas alturas ha quedado suficientemente claro que los combustibles fósiles contribuyen al calentamiento del planeta y no podemos continuar así. Ha llegado, por tanto, el momento de establecer con competencia el cambio de modelo energético. Sólo de esta manera podemos percibir la gravedad de una actividad petrolera donde el Estado se ha situado al lado de las Compañías en detrimento de las poblaciones indígenas generando un sinfín de dificultades. La actividad petrolera ha causado un desastre medioambiental, un desgarramiento en pueblos indígenas y un Loreto carcomido por la corrupción. Insistimos en esto porque situar estos crímenes en un marco petrolero implica avalar este marco. Además se sitúa dentro de una economía extractivista y ya es tiempo de cambiar a un modelo económico del cuidado.

Conviene, además, que tengamos claridad. No es la primera vez que se piden mediadores para este tipo de conflictos. No es tiempo de parches, hay que ir a la raíz de los problemas. De lo contrario la mediación se convierte en apaciguar a los indígenas para que todo siga igual, para que la contaminación y desestructuración de pueblos indígenas sigan adelante. Una mediación enmarcada dentro del necesario cambio de matriz energética comienza dando pasos desde la urgente “transición energética”.

Algunas personas nos han preguntado si han solicitado la mediación de la iglesia. No lo sabemos, pero es probable. No es la primera vez que solicitan la mediación de la iglesia, y probablemente no sea la última. En nuestra opinión no se trata de apaciguar a los indígenas, como pretende el Estado, sino de crear condiciones que permitan que no se vuelvan a repetir los hechos. Y dada la deriva de los últimos años, la mejor alternativa es cambiar de modelo energético, tal como piden los documentos eclesiales. Esto implicaría que, en nuestra opinión, se debe exigir esa “transición energética” como base para poder realizar la intermediación. De lo contrario, sentamos las bases para que la siguiente protesta se salde con más violencia.

Acudimos al magisterio del Papa Francisco:

“Mientras no haya un amplio desarrollo de energías renovables, que debería estar ya en marcha, es legítimo optar por la alternativa menos perjudicial o acudir a soluciones transitorias. Sin embargo, en la comunidad internacional no se logran acuerdos suficientes sobre la responsabilidad de quienes deben soportar los costos de la transición energética. En las últimas décadas, las cuestiones ambientales han generado un gran debate público que ha hecho crecer en la sociedad civil espacios de mucho compromiso y de entrega generosa. La política y la empresa reaccionan con lentitud, lejos de estar a la altura de los desafíos mundiales. En este sentido se puede decir que, mientras la humanidad del período postindustrial quizás sea recordada como una de las más irresponsables de la historia, es de esperar que la humanidad de comienzos del siglo XXI pueda ser recordada por haber asumido con generosidad sus graves responsabilidades”: Papa Francisco, Laudato Si, n° 165.

 

En Estados Unidos los grandes inversionistas están percibiendo que ha pasado la época del petróleo y no lo ven como una fuente de inversión futura. Nos aunamos a este proceso.

lunes, 15 de junio de 2020

COVID-19: ANTE LA MUERTE DE UN AMIGO KUKAMA. Mucho más allá de lo anecdótico


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada – Iquitos

Un enfermo de covid-19 en Santa Rita de Castilla necesita oxígeno. Hasta acá, nada particular. Aunque tienen varios concentradores de oxígeno en el Centro de Salud, donados por el Vicariato Apostólico de Iquitos, prefieren evacuarlo a Nauta, donde hay más seguridad con el oxígeno. Todos están contentos. Se espera que en unos días pueda regresar a la comunidad restablecido. En Nauta es ingresado en Casiciaco, un centro de retiros de la Iglesia Católica cedido al Ministerio de Salud para la atención de enfermos de covid-19 mientras dure la pandemia. En este espacio hay camas contiguas con la equidistancia correspondiente.

© Manolo Berjón 2013.


RODEADO DE MUERTOS

En un mismo día mueren tres de los enfermos más próximos a él. Evidentemente, esto le causó una honda preocupación. Nuestro amigo llamó a su familia. La familia avisó a un médico (chamán) que le tratara. El chamán diagnosticó daño. Los familiares le sacaron de Casiciaco. La doctora les dijo que si se lo llevaban a casa se moriría porque necesitaba oxígeno. La familia se lo llevó. Nuestro amigo murió.

No faltará quien diga que ha muerto por terco, o por no saber entender o no saber hacer caso. Sin embargo, en nuestra opinión este deceso muestra otra cara de la pandemia que no se está queriendo ver: pueblos indígenas. La información oficial sigue los parámetros occidentales. Y hay pocos esfuerzos para explicar esta enfermedad en otras categorías. ¿Qué ha pasado entonces? La atención exclusivamente desde la biomedicina no es suficiente, como muestra este caso. Pero no solo eso, es injusto que en un país con tantos pueblos indígenas la única atención sea desde el punto de vista occidental, sin comprender otras dinámicas. No estamos en contra de los Centros de Salud, al contrario, ojalá hubiera más y mejor dotados, pero se necesita reconocer otras visiones de la vida, de la salud y de la enfermedad.


HOSPITAL

Hospital es un término occidental que ha sido traducido por los kukama. En lugar de realizar un préstamo del castellano, han acudido a su propia tradición: ‘mutsanakatupaka’. Vamos por partes.

‘Mutsana’: medicina tradicional y farmacéutica. Acá ya tenemos una pista fundamental. La misma palabra para dos formas de curar, en igualdad de condiciones. Esto explica por qué un enfermo puede acudir primero a un chamán y después al hospital si la familia no está conforme. O viceversa: primero al hospital y, si recuperación se retarda, le sacan para llevarlo a un chamán. En ocasiones también a la vez: en el hospital y siendo tratado por un chamán. Los kukama consideran estas dos formas de medicina en igualdad de condiciones. Algo que no siempre se comprende desde la vida occidental.

No es este un lugar para hacer florituras lingüísticas. Sólo indicar que –tupa es un locativo. –ka, no es el momento ahora y, para nuestro fin, carece de interés, por el momento. Por tanto, hospital está relacionado con un “lugar donde se cura”, igual que se puede curar con plantas medicinales.

Los kukama consideran que también se cura con icaros, soplos, chupadas, fumadas. Para esta forma de curación se utiliza el verbo ‘yupita’. Esta manera de curar es diferente del hospital. En este caso se trata de “trenzar el alma”. La enfermedad es comprendida como el alma que sale y se extravía y no puede regresar al cuerpo. Para retener el alma o para hacerla regresar el chamán colocará sus manos en la cabeza del enfermo para que las yemas de sus dedos puedan alcanzar el cuero cabelludo del paciente. Otra forma de “trenzar el alma” consiste en un juego de manos. El chamán se coloca detrás del paciente y toca su espalda. Sus manos en vertical van realizando círculos hacia el interior de la espalda, girando hacia adentro, hacia la columna, y apretando. Todo esto se realiza para enfermedades complicadas.


MUCHO MÁS ALLÁ DE LO ANECDÓTICO

En el hospital y centros covid-19 atienden el cuerpo. Y, aunque muchos médicos comprenden la importancia de la atención personalizada y tranquilizan a sus pacientes, no tienen tiempo suficiente dada la emergencia sanitaria. Esta soledad no es tenida suficientemente en cuenta. Para atender adecuadamente se necesitan más médicos y psicólogos que se preocupen por la parte emocional. La dicotomía pensar/sentir es occidental, pero no rige en pueblos indígenas. Sin embargo, hay que tener cuidado, la psicología es una ciencia con una matriz occidental que no siempre tiene en cuenta las maneras amazónicas de comprender la vida. Lo cual significa que no vale cualquier psicólogo.

Los médicos se dedican, fundamentalmente, a curar los cuerpos. Occidente ha fisiologizado el cuerpo humano sobremanera, lo cual tiene muchas ventajas, como las operaciones, pero se ha perdido la visión holística del cuerpo y de la persona. Las personas somos algo más que cuerpos fisiológicos, somos también relaciones humanas. El sistema chamánico atiende mejor, entre otros aspectos, este modo relacional.

Si el Estado peruano quiere atender a su población indígena adecuadamente, además de dispensar atención desde los Centros y Postas de Salud convenientemente (más personal sanitario, medicinas, EPPs, concentradores de oxígeno, movilidades para evacuaciones…), debe ampliar la mirada sobre el cuerpo más allá del individuo, para considerarlo una construcción y tener en cuenta las relaciones sociales como constitutivas de ese cuerpo. También los indígenas saben aislarse cuando es preciso, ahí están tradicionalmente los retiros de los aprendices de chamanes, los rituales de pubertad y otros, pero para ellos el cuerpo humano es mucho más que mera fisiología e individuo. ¿Y los lugares donde no hay Posta Médica o están muy lejos? Son cuestiones difíciles, pero bien haría el Ministerio en conversar con cada federación indígena al respecto. ¿Y los pueblos indígenas en aislamiento voluntario (PIAV). Entre otras cosas, preservar su territorio y protegerlo de toda clase de extractivistas y ajenos.

Probablemente hay gente que considere la muerte de nuestro amigo como algo anecdótico. Incluso no faltará quien le reste importancia: de todos los enfermos en Santa Rita de Castilla sólo han fallecido dos, y los dos evacuados a Nauta. Una cifra estadísticamente insignificante. Tal vez. Pero nosotros seguimos pensando que merece la pena detenerse y preguntarse: ¿por qué tanta gente en Iquitos no quiere ir al hospital? ¿Por qué mucha gente piensa que los hospitales son “lugares de la muerte”? Centrar exclusivamente la atención para pueblos indígenas (también para los indígenas urbanos) en Centros y Postas Sanitarias nos parece que genera exclusión de las personas que no tienen oportunidad, bien sea por distancia física o cultural. El Ministerio de Salud haría bien en reconocer la importancia de las plantas medicinales en esta pandemia y fortalecer el sistema de Promotores de Salud que la biomedicina ha desmantelado en los últimos 20 años. ¿Algún día en las facultades de medicina [y en el resto] se brindarán conocimientos sobre el cuerpo indígena?

miércoles, 27 de mayo de 2020

MORIR Y CONTAR EN KUKAMA EN MEDIO DE LA PANDEMIA Un homenaje póstumo para la señora Ilda Ahuanari.


Manolo Berjón

Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada - Iquitos

Esta pandemia saca a relucir todas las taras que tenemos. En Loreto la descomposición social es terrible. El desgobierno y la corrupción trabajan para la muerte. Y cada día nos proporciona nuevas dosis grotescas: medicinas estatales en casas particulares, el oxígeno con precios astronómicos, el hambre… La propagación de la pandemia por los ríos y pueblos indígenas corre pareja al Estado. Pero no les vamos a contar los sinsabores y desgracias que nos aquejan.

© Manolo Berjón, 2013, Sra. Magna Manihuari, comunidad kukama de Triunfo, río Urituyacu

Que Loreto carece de liderazgo lo ve hasta un ciego. Pero tampoco es tan simple como esto. La amazonía es uno de los espacios donde tradicionalmente no surgieron fuertes liderazgos ni imperios centralizados, aquello de “la sociedad contra el Estado”. Desde otro ángulo: la autonomía personal es fundamental. Los kukama, por ejemplo, dirán que cuando una mujer embarazada tiene un antojo debe cumplir el deseo del feto. Si la madre no cumple con este deseo, el feto cae (aborto espontáneo). Los kukama dirán que es el feto quien lo ha provocado. Esta autonomía personal, desde el feto, desemboca en dosis enormes de libertad. Esto tiene consecuencias para la organización social.

Un líder es una persona generosa en tiempos de normalidad, extremamente generosa, que es capaz de agrupar a su gente en tiempos de necesidad: cuando hay que enfrentar un enemigo común. El problema con el covid-19 es que el enemigo es invisible y, aunque esto no debiera ser un problema en Loreto y menos en pueblos indígenas, no ha habido forma de explicar convenientemente a qué nos estamos enfrentando. En gran parte, por la desidia del Estado que solo emite en frecuencia occidental, cuando su propia población sintoniza otras frecuencias. En breve, que a estas alturas sigue fallando la comunicación y continúan las acusaciones de corrupción.

Perversamente, desde el Estado se ha estado inoculando que los responsables del desastre somos los propios ciudadanos indisciplinados. Incluso, no faltan personas que han introyectado semejante engendro de discurso. Este autoflagelamiento deja las manos libres al Estado para que haga lo que mejor sabe: propagar la pandemia y alentar la corrupción. Todo esto se desmorona si estudiamos la formación del sujeto y la acefalía en pueblos indígenas, de donde provenimos.


MORIR

Pero, pidamos ayuda al pueblo kukama, a ver si nos ayuda a orientarnos en medio de esta zozobra. Para los kukama ‘umanu’ significa ‘fiebre’, ‘morir’, ‘perder la vida’. Esta asociación entre fiebre y muerte nos parece muy oportuna. Cuando una persona se enferma, habitualmente, se restringen sus relaciones sociales, le dejan de frecuentar sus familiares y amigos. La fiebre vendría a ser el primer peldaño de la muerte. Es como un plano inclinado que desemboca en la muerte. La fiebre, tal como la conciben los kukama, genera aislamiento, vendría a ser similar a lo que podemos denominar como “muerte social”. Esto podría explicar por qué la gente no quiere ir a los hospitales: un espacio que rompe con los familiares y las relaciones sociales. Si te aísla de otros seres humanos, te visitarán seres no humanos.

Si la persona amazónica es construida a través de la relación con otras personas y seres, entonces, romper con la familia supone una transformación: dejas de relacionarte con personas para establecer relaciones con espíritus y convertirte en espíritu. En otras categorías, se produce una “desfamiliarización” con los parientes de la tierra, para “refamiliarizarte” con otros seres y con parientes que ya atravesaron la muerte, para irte convirtiendo en uno de ellos.

Esto tal vez nos pueda ayudar a buscar soluciones. Centralizar todo sobre uno o varios hospitales, además de colapsarlos, deja a la población de la periferia al margen. Bien porque no alcanzan para ser atendidos, y regresan a sus casas sin tratamiento, bien porque no desean acudir a un “lugar de muerte”. Pero muchas familias tampoco pueden quedarse en su casa, no tienen un espacio personal donde poder aislarse. Espacios intermedios como Kanatari, Sombrero de Paja o el MORB son de gran utilidad. Pero siguen siendo pocos espacios y lejanos para muchas familias. Tal vez sea la hora de buscar más espacios más pequeños por la ciudad para que puedan estar más cerca de sus familias. Y mantener algún contacto con la familia para que no se produzca esa muerte social. En comunidades indígenas es urgente construir casas donde puedan permanecer aislados los enfermos, antes que contagien a toda la parentela.

Si ‘umanu’ significa fiebre, morir, ‘umanu ayuka’ significa ‘tener fiebre’. ‘Ayuka’ significa quebrar, chancar o golpear, ladrar. Y ‘ayuka purara’ se traduce por asesinar, producto de un enfrentamiento hasta llegar a matar a alguien. Este término antiguo se está reemplazando por ‘umanuta’, término que significa matar personas y animales. A lo que íbamos, la fiebre golpea, golpea hasta matar, una muerte dolorosa. ‘Umanuta’ es ‘umanu’ ‘-ta’; -ta es el causativo. Por tanto, umanuta es morir causado por alguien, matar.

En términos kukama la muerte no es únicamente el final de la vida. La muerte es provocada por otro ser más fuerte, habitualmente un brujo. En Loreto estamos asistiendo no al final de la vida, sino a un verdadero asesinato. Es como si el Estado, que tiene el deber de protegernos, nos golpeara hasta matarnos, especialmente a los más vulnerables.


NÚMEROS

Tradicionalmente los kukama contaban hasta 4, a partir de ahí utilizaban el término ‘muchos’. Posteriormente, adoptaron los números a partir del 5 de la lengua quechua. Los pueblos indígenas no tienen ningún problema en apropiarse de lo que consideran necesario para los tiempos que corren.

Hemos visto una publicación de la DIRESA donde se comienza a contabilizar los enfermos de COVID-19 entre pueblos indígenas. Pudiera ser algo loable, pero nos parece que hay que tener en cuenta varias cosas. Nos vamos a fijar exclusivamente en el pueblo kukama.

1.       ‘Cocama’ es el término tradicional. Actualmente prefieren denominarse ‘kukama’, por cuestiones lingüísticas.

2.       Sólo aparecen tres casos en Lagunas (río Huallaga). Nos sorprende que no se cuenten enfermos por COVID-19 en Nauta y Requena, ambas ciudades de gran raigambre kukama y con gran impacto del COVID-19. Las tres ciudades (Lagunas, Nauta y Requena) son los centros más importantes en la Reserva Nacional Pacaya Samiria y mantienen una fuerte presencia del pueblo kukama. Este ocultamiento nos parece muy preocupante, es una forma de minimizar el impacto en pueblos indígenas. El apu de Santa Rita de Castilla (distrito de Parinari), junto con otras personas, perteneciente a una organización indígena integrada en ORPIO y AIDESEP no aparece en las estadísticas y la DIRESA conoce el caso de Santa Rita de Castilla. Podríamos poner más ejemplos, pero es suficiente para indicar que las estadísticas ocultan la realidad. Tal vez el afán occidental por los números esté ‘velando la realidad’. Tal vez las organizaciones indígenas regional y nacional puedan preguntar a sus filiales cuál es el impacto real en pueblos indígenas. Lleva más trabajo, pero sería una forma de ‘revelar la realidad’.

3.       Los datos no dejan de ser números. Como mínimo habría que contextualizarlos. No es lo mismo un enfermo entre un millón, por ejemplo en Lima, que un enfermo entre 100.000 indígenas (kukama), 5.000 (urarina) o una docena (omurano). ‘Muchos’ es un término genérico, pero cuando lo comparamos, adquiere mayor sentido y profundidad. Los kukama aprendieron y prestaron del quechua los números a partir del 5 cuando comenzaron a necesitarlos.

4.       Ya se ha señalado el real glotocidio: muerte de hablantes de lenguas indígenas, que tendrá un fuerte impacto en la revitalización de algunas de ellas, entre otras, la lengua kukama.

5.       Resumo acá un comentario acertado de Barbara Fraser: si mueren muchos indígenas, como parece que ocurrirá, no faltará quien enfatice la despoblación. Lo cual se puede traducir en los próximos años de mayor presión sobre territorios indígenas con la excusa que apenas hay población. Hay que estar atentos no siendo que el impacto de la pandemia sobre pueblos indígenas sea utilizado para expropiar territorios indígenas. En breve: el Estado no hace todo lo posible para atender a su población indígena y mueren muchos. El territorio se ‘despuebla’ y el Estado, en años posteriores, comienza a entregar territorios indígenas a empresas extractivas. O en una versión más moderada: deja de titular territorios indígenas.

Cfr. VALLEJOS YOPÁN, Rosa & AMÍAS MURAYARI, Rosa (2015), Diccionario kukama-kukamiria * castellano, FORMABIAP, Iquitos. 

lunes, 20 de abril de 2020

DESCONFINAMIENTO, PUEBLOS INDÍGENAS Y COVID-19

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada-Iquitos

El reciente contagio de dos indígenas shipibo en el Ucayali enciende las alarmas sobre la expansión del COVID-19 en comunidades nativas. Según la información de Ojo Público, los indígenas habían acudido a la ciudad de Pucallpa para abastecerse de comida: [https://ojo-publico.com/1767/detectan-dos-casos-covid-19-en-comunidad-shipibo-conibo-de-ucayali]. Lo cierto es que la relación campo-ciudad, cada vez más intensa, pasa por momentos delicados. Nos encontramos con Postas Médicas desabastecidas, sin material de bioseguridad, con escaso personal sanitario, sin la capacitación adecuada al respecto, con mucha distancia de las comunidades a las que sirven, sin el combustible necesario y con culturas biomédica y chamánica que se entremezclan en diferentes puntos pero con diferente nivel de status. No siempre en proceso de comprensión y buen entendimiento, con relaciones de poder excesivamente verticales, y poca escucha de los indígenas en sus propias categorías, nos encontramos con un panorama de una gran complejidad.
© Manolo Berjón 2012, comunidad de Monterrico, distrito de Urarinas, provincia de Loreto.

Descargar toda la responsabilidad sobre las comunidades nos parece poco adecuado. Por supuesto que cerrarán las comunidades, por supuesto que algunos se internarán en la selva. Pero solo algunos. Cuando se levante el confinamiento, los medios de comunicación comenzarán a relajar sus medidas y lanzarán mensajes más tranquilizadores. Medios de comunicación que afectarán las opiniones en las comunidades, que ayudarán a rebajar el hermetismo. Es así que llegará realmente el peligro. El asunto no consiste en descargar toda la responsabilidad en las comunidades, el tema pasa porque el Estado controle a los que salgan de las ciudades.

Cuando llegue el momento de salir de nuestras casas, aunque no sea una estampida como habíamos pensado, saldrán personas para recorrer los diferentes ríos. No descarguemos toda la responsabilidad en ellos. Seamos conscientes que los necesitamos: muchos de ellos llevan pilas para las linternas, cartuchos para la caza, fósforos…, imprescindibles a estas alturas en las comunidades nativas y retornan a la ciudad con productos de primera necesidad: plátano, yuca, pescado, carne de monte… No defenderemos a los comerciantes, muchos de ellos usureros, pero tampoco es el momento de demonizarlos y descargar toda la responsabilidad sobre ellos.

Por supuesto, que saldrán empresarios inescrupulosos a talar madera, a esquilmar territorios indígenas. Sin embargo, los peones que los acompañarán serán la gente de la periferia de las ciudades, muchos de ellos indígenas urbanos. Aquellos a quienes hemos insultado por no respetar el confinamiento porque viven al día y en espacios hacinados. Aquellos que se han aglomerado en los mercados más populares y a los que no les ha llegado un mensaje adecuado de cómo protegerse porque solo emitimos en onda occidental. Aquellos que buscarán cualquier oportunidad para encontrar comida después de este tiempo extraño. Aquellos que siguen teniendo familia en las comunidades. Porque se pueden cerrar los ríos y las comunidades. Pero qué haces cuando el que llega es tu hermano, tu primo, o tu padre. Sin apenas pruebas, es muy probable que algunos de los que viajan a las comunidades sean asintomáticos: no muestren ningún síntoma y, sin embargo, puedan contagiar a sus parientes.

Es bueno cerrar las fronteras, como se ha hecho. Un solo ejemplo es suficiente. En el bajo amazonas, en la zona de triple frontera (Brasil-Perú-Colombia) es difícil que los tikuna no se muevan transfronterizamente para visitar a sus familiares. Si algo nos ha demostrado este coronavirus es que no conoce fronteras. Y el trato que se le da desde el Estado-nación es obsoleto para estos tiempos de pandemia global. Además de injusto, porque es evidente que Alemania no tiene los mismos recursos que Perú, y sin embargo, todos nos tenemos que enfrentar al COVID-19, pero inequitativamente.

Quiénes saldrán a las comunidades: fundamentalmente madereros, es la época de creciente de los ríos. Aunque a muchos de ellos la pandemia ya les pilló en territorios indígenas, donde se quedaron. Esta es la temporada que aprovechan para esquilmar de madera los bosques. Tengamos en cuenta que cada vez los madereros se adentran más en territorios indígenas, incluso en lugares extremadamente apartados de las ciudades, los únicos lugares donde quedan todavía algunas maderas de valor. Con ellos van algunos peones de la ciudad, fundamentalmente indígenas urbanos que habitan las periferias de las ciudades. También se adentrarán por los ríos los comerciantes, tan imprescindibles para proporcionar algunos bienes a los comuneros y alimento a las ciudades. Y, los maestros, que algún día tendrán que comenzar con las clases presenciales, porque las clases virtuales están vetadas para la mayoría de las comunidades nativas, con una brecha digital que no hace sino profundizar las desigualdades. Habrá otros colectivos como viajeros y turistas, que ahora acudirán en menor medida, pero no dejarán de viajar. Funcionarios estatales varios para el pago de Pensión 65, el Programa Juntos…

En fin, que se necesita un plan para la atención de las comunidades nativas. Sugerimos que se hagan controles con pruebas rápidas en los principales ríos para que si alguna persona da positivo no se le permita seguir viajando. Ya sabemos que las pruebas rápidas no son totalmente fiables. Hay que subsanar la partida de las que no están certificadas. Estas pruebas rápidas se pueden exigir como una condición imprescindible para dar el zarpe. Se necesitan mascarillas y protocolos de actuación en las Postas Médicas: cómo actuar en caso de presentar síntomas, si hay posibilidad de evacuación…

Todo control que se pueda realizar ahora será poco. Tengamos en cuenta, que los pueblos indígenas soportan niveles más altos de desnutrición y anemia, de enfermedades respiratorias y diabetes, de contaminación con metales pesados e hipertensión, entre otras. Enfermedades que les hacen más vulnerables ante la pandemia. Y como hemos señalado en el primer párrafo, que si se enferman será difícil poder atenderlos. Las distancias a las Postas Médicas, tanto geográfica como culturalmente, el desabastecimiento de las mismas, el poco personal… hacen más difícil el control del COVID-19 en comunidades nativas.

Unido a ello es fundamental seguir haciendo un ejercicio de comunicación donde el emisor no sea tan vertical que no escuche los mensajes que salen del receptor. Se necesitan relaciones más igualitarias, no tan verticales. Es preciso buscar cómo los pueblos indígenas han afrontado otras epidemias para buscar la resiliencia necesaria y las fuerzas para afrontar esta pandemia. Algunas familias se irán al monte por un tiempo, puede que sea la mejor medida, pero no está al alcance de todos, ahora que cada vez más dependen del mercado y su economía cada día se monetiza más. Es responsabilidad del Estado, no es ético descargar todo el peso sobre las comunidades nativas.

sábado, 4 de abril de 2020

COMUNIDAD NATIVA DE NUEVA ALIANZA CIERRA LA BOCA DEL RÍO URITUYACU en tiempos de coronavirus


Para Gilter Yuyarima y Sonia Caritimari, Animadores Cristianos.

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada - Iquitos

El dispositivo que se ha montado en los principales puertos de Iquitos para que no naveguen botes, que nos creímos los primeros días, ha terminado por ser permeable. Reconocemos que es difícil cerrar los ríos. Un compañero de Indiana nos dice que hace cuatro días atrás llegó un bote desde Iquitos. Antes de ayer Leonardo Tello señala en su fb que la carretera con Nauta es un coladero porque llegan hasta gaseosas. [¿Son necesarias las gaseosas en este tiempo?]. De igual manera con el puerto. Unos Animadores Cristianos de la Comunidad Nativa de Nueva Alianza, en la boca del río Urituyacu, nos envían una foto cerrando el paso de entrada en dicho río, situado en el distrito de Urarinas, provincia y región Loreto.

© Manolo Berjón 2013, Comunidad de Nueva Alianza

Gilter y Sonia han venido insistiendo, desde el comienzo de la cuarentena, a la comunidad y a sus autoridades, que tenían que cerrar el río. El jueves pasado han llevado a cabo el cierre. Han demorado todo este tiempo en convencer a la comunidad. Entre otras cosas, por falta de comunicación pertinente por parte del Estado, uno de los talones de Aquiles de esta pandemia en la panamazonía y más allá. En este tiempo han entrado, al menos, 5 botes al río Urituyacu. ¿Habrán llevado el coronavirus? No lo sabemos, habrá que esperar. Aunque bien haría el Ministerio de Salud de estar alerta.

© Gilter Yuyarima abril 2020, boca del río Urituyacu cortado con soga de red, comunidad de Nueva Alianza



© Manolo Berjón 2013, comunidad de Nueva Alianza


Cortar la entrada del Urituyacu no es una decisión fácil. Significa que las comunidades de dentro se quedan sin ningún tipo de suministro. Cosas tan triviales como adquirir fósforo, pilas, cartuchos…, o vender algo de caza o incluso gallina… se ven truncadas. Sin embargo, en ocasiones excepcionales como esta lo amerita.

Nueva Alianza es una comunidad muy compleja, con familias que se han asentado provenientes de muchos lugares, incluidos comerciantes. Se dedican tradicionalmente a la pesca y a la chacra. Pero, al estar situada en la boca del Urituyacu, ha crecido mucho en los últimos 20 años. Es uno de los puntos donde se reparte el Programa Juntos y Pensión 65. También es un lugar de abastecimiento de las familias que viven en el interior del Urituyacu: unas 15 comunidades [porque hay mucho movimiento y no es tan fácil precisar cuántas comunidades hay en este momento]. Un lugar donde se han asentado muchos comerciantes.

En el Urituyacu habitan los pueblos indígenas kukama, urarina y omurano. Estos últimos son muy pocos, y están mezclados con los urarina, pero fueron los habitantes ancestrales de este río. Cortar la entrada significa protegerles. La decisión que ha tomado la comunidad de Nueva Alianza, si es que no está ya el coronavirus dentro, les protegerá. Al menos, durante un tiempo. Nuestra mayor preocupación vendrá cuando se levante el confinamiento y comiencen los movimientos por todos los ríos de la Amazonía. Nos parece que puede ser el momento de mayor peligro para los pueblos indígenas. Además, Ecuador no puede contener la pandemia, especialmente en Guayaquil. Y Brasil no está haciendo lo suficiente. Bolsonaro, que es un peligro público, haría un bien a la humanidad si se retirase.

© Manolo Berjón 2013, Sonia Caritimari

Esta apresurada nota quiere agradecer el esfuerzo incansable de Gilter Yuyarima y Sonia Caritimari, con quienes hemos aprendido muchas cosas del pueblo kukama. Con ellos hemos compartido viajes, comidas, conversaciones, risas y dificultades. En muchas oportunidades nos han preguntado qué sentido tiene visitar una comunidad pequeña. Nuestra terca respuesta: la iglesia no se puede medir por el impacto que se ve. La iglesia tiene que acompañar, cuidar, aprender, señalar caminos, caminar con la gente, escuchar, volver a escuchar y perder el tiempo porque sólo perdiendo el tiempo podemos encontrarnos con el Misterio.

© Manolo Berjón 2013, Gilter Yuyarima

Hemos visitado “comunidades” con solo tres casas. Hemos visitado comunidades más grandes donde solo nos reuníamos con 5 personas. Algunos nos decían: pierden el tiempo. Tal vez. Pero la pareja de Animadores Cristianos Gilter y Sonia, Sonia y Gilter, han sido el impulso para cerrar la boca del Urituyacu. Perú no se lo agradecerá, pero los pueblos indígenas del interior del Urituyacu, y las personas conscientes saben que han realizado un hecho histórico. Ojalá no haya entrado el coronavirus todavía y se pueda frenar.

Aquellos que dicen que la Iglesia no hace nada, harían bien en conocer personas como Gilter y Sonia, Sonia y Gilter. ¿Qué hacen los Animadores Cristianos? Rezar… y practicar lo que rezan. O al revés: practicar y rezar lo que practican. Bueno, ya nos entienden. Esta es la iglesia de la selva, la iglesia que salió del Sínodo Panamazónico. Una iglesia que es Cuerpo de Cristo. Una iglesia que se preocupa de los cuerpos más vulnerables e indefensos. Sonia y Gilter, Gilter y Sonia…

viernes, 27 de marzo de 2020

REFLEJOS DE EPIDEMIAS EN EL PUEBLO KUKAMA. A propósito de una pintura en Nauta

Para Leonardo Tello, que nos pidió: “escriban algo”


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada – Iquitos


“La viruela llegaba en canoas largas con sus crías. Vestían de blanco encapuchados. Cuando la comunidad se percataba de su llegada, la comunidad huían despavoridos. Si tenían enfermos los abandonaban. No llevaban consigo gallinas ni perros, ni nada que los delatara. Otras veces, estaban durmiendo y la madre de la viruela defecaba en los escalones de sus casas, al día siguiente por la mañana al percatarse, huían para no morir” [Sobre la viruela, tomado del Facebook de Leonardo Tello, 26 de marzo de 2020].


Escuela Purawa (Mario), Madre de la Viruela. Pintura en la pared externa del Colegio Nuestra Señora de Loreto en Nauta. Foto de Leonardo Tello

Lo primero que constatamos es el registro en la lengua kukama de algunos términos relacionados con las epidemias. Sin ser exhaustivos, encontramos algunos términos en kukama. ‘Makanuri’ significa tanto gripe, como toser. ‘Kuru’ es el término para viruela. Para la viruela mosca o mosca azul utilizan la expresión ‘kuru meru’. ‘Matsuri’ es el término para verruga o ‘cuchipi’ en español regional, una enfermedad propia de las gallinas. ‘Ukarari’ es el ayahuma, que utilizaban para combatir el cuchipi y la peste.

En el párrafo anterior ya hemos visto los rastros que han dejado algunas epidemias en la lengua kukama y alguno de los remedios que utilizaban. Hubiera sido esperable que buscaran un préstamo en castellano, pero no, buscaron en su propio stock lingüístico y utilizan palabras propias. Esta huella lingüística nos habla de la profunda impresión causada en este pueblo indígena, como en otros. De igual manera, es interesante que utilicen la ayahuma para curar tanto la viruela humana como la de las gallinas. Buscan una solución a la epidemia desde su propia manera de entender la enfermedad. Se nos escapa, pero es probable, que la ayahuma tenga propiedades químicas que contrarresten esta enfermedad: lo dejamos en manos de los entendidos.

Así como hay abundante tradición oral sobre las epidemias no conocemos que haya influido en la tradición pictórica. Sin embargo, hace unos años un grupo de pintores de la Escuela Purawa de Puerto Miguel en el río Yarapa realizó una sugerente muestra en la pared del colegio Nuestra Señora de Loreto de Nauta. La imagen que aparece en este post, pertenece a dicho lugar, y fue pintada por Mario, un francés que colaboró con la Escuela Purawa.

En la narración del comienzo, como en la pintura, la madre de la viruela llega en canoa. Llama la atención varias cosas. Primero, llegan por el río, pero llegan en canoa porque las epidemias son tan antiguas como la venida de los europeos. Otros personajes muy posteriores, como los caucheros, de finales del s. XIX y comienzos del s. XX, llegan también por río pero a través de la ‘lancha fantasma’. Y los pelacaras que usan el río, hacia la década de 1970, llegan en deslizadores. El río es un espacio de comunicación de gran envergadura. Vemos cómo a través de la historia va cambiando el medio de comunicación. En definitiva, las epidemias vienen de fuera.

Segundo, es una canoa donde aparece la madre con sus hijas. La madre está situada en la proa de la canoa, no hay nadie popeando (dirigiendo la canoa desde la parte trasera con un remo a modo de aleta). Lo cual significa que las crías son pequeñas, no pueden todavía dirigir una canoa desde la popa. Si la madre va en la proa es porque está haciendo fuerza para avanzar. Les habrá comunicado a sus hijos que deben tener cuidado y probablemente les va conversando para que no caigan al río. Si la madre va en la popa está más relajada y mirando a sus hijos.

Tercero, tanto la madre como las crías carecen de cara, rostro. Tengamos en cuenta que son espíritus y no se dejan ver el rostro. De igual manera que cuando un brujo o un espíritu malo quiere hacer daño, no se deja ver la cara. Este es un dato fundamental.

Cuarto, la viruela fue vencida. En la cosmología kukama pasó a vivir en la profundidad del río, donde habitan los seres más agresivos, como los yacuruna sin ano. Si la madre vuelve a salir de las profundidades del río utilizará mayor carga de violencia. Por mientras, está domesticada. Pero el mal comportamiento de la gente hará que la madre vuelva a salir. Es decir, la moral está unida a la cosmología.

Esta epidemia de coronavirus, por la virulencia que tiene, también dejará huellas en el lenguaje y en el arte. Deseamos que el pueblo kukama se pueda defender de ella.

martes, 17 de marzo de 2020

DISTANCIA, TOCARSE LA CARA Y EL CORONAVIRUS DESDE EL PUEBLO KUKAMA

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada - Iquitos

Cuando escribimos esto no sabemos si el coronavirus COVID 19 llegará a la selva, pero lo más importante es la precaución. En tal sentido consideramos que un aspecto básico consiste en fortalecer prácticas culturales que puedan proteger a la gente en un nuevo contexto. Evidentemente, hay que explorar más todos estos temas, pero merece la pena tenerlos en cuenta. Somos conscientes que el concepto de enfermedad, virus y demás es concebido de forma diferente por los pueblos indígenas, pero no será objeto de este escrito. Tal vez sea la oportunidad de reclamar su participación en los temas de salud que les atañen, para diseñar políticas públicas de salud junto a ellos, sin necesidad de esperar a que lleguen las epidemias. Todo ello en un clima de la mayor serenidad posible, sin dramatismos ni histerias.

¿Podrá decirnos algo al respecto el pueblo kukama? No vamos a desarrollar acá una teoría, ni siquiera una hipótesis, sino que pondremos a la luz dos datos para que “nos den que pensar”. Si fuera necesario, debería servirnos para elaborar material pertinente para trabajar el tema con el pueblo kukama y ayudar a prevenir, en el caso de que les llegue el COVID 19.

Rayadores. Tecnología ancestral con "nuevos materiales"
Foto: Manolo Berjón


Con esta pandemia hemos recordado dos prácticas tradicionales kukama que nos parecen pertinentes: “la distancia social” y no “tocarse la cara”. Comencemos por la primera. Cada grupo humano tiene códigos no escritos de interacción. Para el pueblo kukama conversar con un extraño conlleva una distancia mínima de un metro. No respetar esta distancia es comprendido como una invasión. Sólo se quiebra esta distancia para personas que son muy conocidas, especialmente entre familiares. Ahora las personas podemos albergar un “extraño invisible” en nuestro cuerpo como el coronavirus y lo mejor es tener distancia de, al menos, un metro con las demás personas, porque puede albergar el “extraño invisible” en su cuerpo: el COVID 19. Pues bien, esta distancia es la aconsejada por los expertos para evitarlo. Esto merece la pena explorarse más, pero nos parece oportuno tenerlo en cuenta. Los expertos indican que en el caso de estar en contacto con alguna persona que estornude, tenga tos o fiebre, la distancia mínima debiera ser de dos o tres metros.

Respecto al “tocarse la cara”. Dicen los psicólogos que en períodos de ansiedad e incertidumbre es más probable que nos toquemos la cara. En tiempos de COVID 19 esto es peligroso, de ahí que nos inviten a lavarnos las manos con jabón más frecuentemente. Dicen los expertos que las manos son uno de los lugares donde podemos albergar virus y al llevarlas a la cara pueden ingresar en nuestro cuerpo por los ojos, boca o nariz.

Pero es realmente difícil saber cuántas veces llevamos nuestras manos a la cara. Es un gesto automático, en muchas ocasiones, inconsciente. Los occidentales incluso hemos interiorizado la imagen del Pensador de Rodin sosteniendo su barbilla con el dorso la mano. Lo cual significa que hay códigos culturales que nos llevan a tocarnos la cara con frecuencia.

Los kukama son un pueblo que se dedica, tradicionalmente, a la agricultura, pesca y recolección de frutos de la selva. Aunque cada vez hay más población kukama en las ciudades. Pues bien, tradicionalmente, los kukama, cuando iban a sembrar maní, instaban a NO TOCARSE LA CARA: boca, nariz y ojos. Desatender tal prohibición provocaba que la semilla del maní se huequea (se hace un hueco en la semilla) y, por tanto, no germina. De esta manera, tocarse la cara se convertía en la muerte de la semilla. Tengamos en cuenta que para los kukama enterrar y sembrar son sinónimos (yat+ma).

Ligia y Napoleón, unos amigos del río Urituyacu
Foto: Manolo Berjón


Pues bien, la siembra del maní, entre los kukama, exigía evitar tocarse la cara. La razón: para que la semilla germine con normalidad. Sin duda, el otro aspecto tiene que ver con la higiene. En estos tiempos de coronavirus donde tocarse la cara  puede conllevar permitir el ingreso del virus (“extraño invisible”) en tu cuerpo, puede ser oportuno rescatar esta práctica cultural. Evitar tocarse la cara genera una nueva planta (de maní). Evitar tocarse la cara en tiempos de COVID 19 protege del “extraño invisible” para que no penetre en tu cuerpo y cuidar la vida. Evidentemente, los contextos de la siembra de maní nada tienen que ver con el coronavirus. Pero dado que en ambas situaciones es importante no tocarse la cara, consideramos que es conveniente rescatar esta práctica, explorarla y ver posibles modos de prevención de esta pandemia (que deseamos no llegue hasta los pueblos indígenas).

Instamos a nuestros amigos kukama a que indaguen en su propia tradición para buscar elementos que puedan ayudar en esta crisis que parece avecinarse. Son los propios kukama quienes debieran liderar esto. En lugar de dirigir discursos occidentales verticales desde los distintos Ministerios (especialmente el de Salud), es hora de apoyar a los pueblos indígenas para que lideren su propio cuidado, con apoyo del Estado.

Ciertamente, en las ciudades la aglomeración de gente es un problema. En las comunidades el problema no será la aglomeración, si no la falta de atención por parte del Estado. Las Postas Médicas son escasas, mal implementadas y con poco personal. ¿Qué ocurrirá si se desata esta pandemia en pueblos indígenas?


Y PARA CONCLUIR: UN POCO DE MEMORIA HISTÓRICA

[1681] «[…] ví 75 canoas de gente en esta Laguna, diciéndome todos desde ella: “Retírate, Padre; no aguardes la peste, porque si la esperas te ha de matar. Lloraban todos, dando desde las canoas / grandes gemidos y añadian: “No huimos de ti, Padre amado, sino de la peste; porque tú nos quieres y ella nos aborrece. Adios, adios! Caquire tanu, papa, Caquere ura Dios ica-totanare, que quiere decir: quédate con Dios, hombre esforzado, Dios te guarde y te dé mucha vida.» (Borda 1872: 65-66) Carta del P. Juan Lorenzo Lucero (Laguna, 3 de junio de 1681).

[Para contextualizar: Los virus se descubrieron a finales del s. XIX].

martes, 25 de septiembre de 2018

CUERPOS QUE HABLAN: torsiones, gritos desgarradores y descontrol en San José de Saramuro


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas


En estos momentos hay un paro desigual en varias cuencas amazónicas, con otra posible convocatoria de una nueva tanda de conversaciones con el Estado. Setiembre 2018: en San José de Saramuro unos 30 adolescentes y algunos jóvenes son “poseídos por el demonio”. En nuestra opinión estos dos hechos están relacionados. Trataremos en este escrito de conectarlos y buscar las posibles causas.

© Manolo Berjón, abril 2014, base petrolera de San José de Saramuro

Los “poseídos” presentan torsiones, gritos desgarradores, fuerza descomunal, descontrol… En definitiva, “cuerpos que hablan”. La tarea es decodificar este lenguaje porque posee un discurso potente que no está siendo escuchado. A pesar de las mesas de conversación que instalan los gobiernos de turno, el Marañón continua en los márgenes. Comenzaremos con una visión indígena del fenómeno de la posesión y posteriormente intentaremos una interpretación. Se necesitaría más espacio, pero no es ahora el momento.

San José de Saramuro es el lugar donde está enclavada la primera estación de Petroperú, el comienzo del Oleoducto Nor-Peruano. La población es una amalgama de gentes llegados de muchos lugares del Perú. Hay un núcleo de comerciantes, dueños de negocios y trabajadores de la base petrolera que provienen de diferentes ciudades. El resto de la población, la mayoritaria, procede de las comunidades del bajo Marañón que buscan luz eléctrica, un colegio de secundaria, posta médica… Podríamos decir que San José de Saramuro es un microcosmos. La ubicación de la base petrolera supuso un desplazamiento de la población local. Literalmente sacaron a la población del lugar donde estaban para colocar la base petrolera. Una invasión petrolera en toda regla. Lo cierto es que el bajo Marañón, donde se sitúa San José de Saramuro, es territorio del pueblo indígena kukama.

Para este pueblo la posesión es un asunto completamente normal. Los chamanes también son visitados por espíritus y son “poseídos”. La diferencia entre los chamanes y los adolescentes “poseídos” es que los primeros controlan la posesión y la utilizan para ordenar el cosmos. Mientras que los adolescentes son seres pasivos que son invadidos por espíritus que no controlan y generan desorden. Cuando se transgreden las normas morales sucede que el cosmos se convierte en un caos y los espíritus malos invaden a los más débiles. En pocas palabras, la “posesión” de espíritus malos es un asunto de personas débiles. La terapia es, entonces, muy sencilla: fortalecer a las personas.

Conviene que nos preguntemos qué tipo de comportamientos están debilitando a los pueblos indígenas. Nombraremos unos pocos: años de predicaciones contra las tradiciones indígenas, acusándolas de inútiles o demoniacas; desprecio por los saberes indígenas a través de los sistemas de salud occidentales; burlas contra los conocimientos tradicionales como atrasados… Esta desvalorización permanente genera caos. Un caos que ahora es visible porque no se encuentran elementos que puedan restablecer el orden, un orden indígena que ha sido brutalmente alterado.

La escuela es un elemento muy importante en la vida del pueblo kukama. Tan importante que las comunidades dedican el espacio más apto para su campo de fútbol, el colegio y algunos locales institucionales. Todas las familias procuran enviar a sus hijos al colegio para que “se superen”. Las comunidades pequeñas luchan por su colegio como una forma de permanencia de la misma comunidad. Con la escasez de alumnado el Ministerio de Educación puede retirar al profesor y es muy probable que termine por desintegrarse la comunidad. Debe quedar bien claro que el colegio es altamente valorado. Sin embargo, en nuestra opinión, también genera algunas graves dificultades.

Con el colegio los hijos “saben” más [de cultura occidental] que sus padres. Esto erosiona la autoridad de los padres. Es frecuente que en las comunidades se trate el comportamiento de los muchachos fuera del horario escolar como un asunto propio del colegio. Es habitual que algún mal comportamiento de los alumnos en fin de semana sea tratado como un asunto escolar. Con las comidas escolares, proporcionadas por el programa estatal Qali Warma, los padres ya no dedican el mismo tiempo para alimentar a sus hijos. La alimentación en el pueblo kukama, como en el resto de pueblos indígenas, transmite afectos muy fuertes. Afectos que se ven mermados con la comida en el colegio, provocando una desconexión con los padres. La comida, por otro lado, genera parentesco. Que los niños coman en el colegio debilita la autoridad de los padres. Erosionar la autoridad paterna no es gratis. Cuando aparecen estos casos no hay forma de restablecer la tranquilidad.

En el mejor de los casos, la respuesta del Estado, cuando la hay, que no es frecuente, suele ser “privatizar” el problema: es un asunto de familias. Le cargamos una responsabilidad que no le corresponde y que previamente hemos erosionado su autoridad generándoles sentimientos de culpabilidad. Quienes pueden ayudar a solucionar el problema se encuentran debilitados por la responsabilidad que les atribuimos. Es un círculo vicioso.  Se puede hacer de varias maneras: con efectivos policiales, fiscalía y demás funcionarios “del orden” que “individualizan” el problema. Buscan un culpable sobre el que echar toda la responsabilidad, sin cambiar nada para que todo siga igual. También puede ocurrir que se busquen psicólogos que “personifican” las responsabilidades e invisibilizan el contexto social. Todo esto es funcional al sistema: son asuntos privados, individuales…, el Estado no se cuestiona su propia actuación. En fin, estamos en tiempos neoliberales.


CONTRA LA PRIVATIZACIÓN DE LA FE

Partimos de la convicción que el cristianismo puede ayudar mucho, pero también puede generar serias dificultades. Es preciso, por tanto, estar atentos. El Reino de Dios proclamado por Jesús invita a tener vida en abundancia. Cuando la vida corre peligro, o no es vivida plenamente como humana, es evidente que nos apartamos del Reino de Dios. Dicho esto, nos parece que el endemoniado de Gerasa de Mc 5, 1-20 nos puede dar algunas pistas. No es el momento de hacer una exégesis del tema, solo dos notas. En primer lugar, el endemoniado habita en el cementerio (v. 3). Marcos nos indica que la vida que está llevando no es una vida digna, es un muerto viviente, un zombi. Segundo, cuando Jesús le pregunta el nombre al demonio, éste responde: “Legión” (v. 9). Legión hace referencia a la legión romana, un cuerpo de soldados del imperio invasor romano. Gerasa era una región fuertemente romanizada y ocupada por el imperio romano. Es decir, donde hay opresión, en este caso política, económica, cultural, religiosa, lingüística…, hay endemoniados. Así de sencillo.

© Manolo Berjón, abril 2014, base petrolera de San José de Saramuro


Por tanto, la solución no es bendecir todo, ni echar agua bendita, ni rezar. Todo eso hay que hacerlo, es importante porque ayuda a encontrar la calma y porque Dios, para los que somos creyentes, es quien nos regala su Reino y nos invita a colaborar con El. Pero hay que señalar las verdaderas causas para intervenir en lo que está provocando esta situación. A nosotros nos parece que hay que contextualizar, lo contrario de algunos funcionarios que privatizan e individualizan. Contextualizar nos lleva a señalar que ya se han dado episodios similares en Maypuco en 2013, en Santa Rita de Castilla en 2016 y en Nauta durante toda la primera década de este siglo. El caso de Nauta se debió a la apertura de la carretera Iquitos-Nauta en 2005, lo que desembocó en estos desórdenes. Podemos añadir que este mes de setiembre ha habido un suicidio de una joven de 20 años en Nauta y otro suicidio en Intuto (río Tigre). En Trompeteros e Intuto también ha habido convulsiones de muchachos/as en años anteriores. En San José de Saramuro y Saramurillo ya hubo episodios de pánico con un “tigre negro” que salía del río para comer a la gente. El “tigre negro” forma parte de los mitos kukama. Lo interesante es que sea en este lugar y se dedique a comer a la gente kukama. Para que percibamos la agresión en toda su crudeza. Como estamos viendo todas las sedes de los distritos de la provincia de Loreto (Nauta, Intuto, Trompeteros, Santa Rita de Castilla y Maypuco) han sufrido este tipo de situaciones.

Dicho esto, podemos señalar lo que nos parecen a nosotros las verdaderas causas:
-  
        Existe un entramado de relaciones políticas, económicas, culturales, religiosas, lingüísticas… que está detrás de este fenómeno. Con la base petrolera como telón de fondo, cual nueva legión romana, conectamos los pozos de los lotes 8 y 192 con Talara, donde el gobierno peruano ha gastado más de $5,000 millones para una inversión que a todas luces no es rentable. Por qué insistir, entonces. Hay varias causas: existen empresas que hacen negocio con estas inversiones y es una forma de marcar la frontera con Ecuador. No es casualidad que sea en la frontera donde se sitúan la mayoría de los pozos petroleros. Ahora bien, es una falta de imaginación invertir tanto dinero para un negocio que no es rentable. Hay otras maneras más adecuadas de invertir para proteger las fronteras, si es eso lo que hubiera que hacer. Desde luego, los pueblos indígenas agradecerían cambiar la matriz energética [Francisco, Laudato Si, n° 165]. Esto dibujaría un escenario nuevo, aunque no elimina la potente contaminación con la que tendrán que luchar por décadas. La invasión de tierras indígenas, la potente contaminación, la monetarización de lugares como San José de Saramuro, los bares de todo tipo que existen, la falta de trabajo, la llegada permanente de gente foránea, la televisión… son algunas de las causas. Mirar para otro lado no es humano, tampoco cristiano.

-          Las conversaciones con el Estado son grotescamente ineficaces. En muchas oportunidades estas conversaciones se desarrollan en Lima, donde acuden unos pocos “representantes” (???), al margen de los cuerpos de las mujeres y adolescentes, cuyos cuerpos utilizan otro lenguaje: posesiones, convulsiones… El Estado, que no posee un plan para resolver los graves problemas que enfrenta la población indígena, da tiempo. Un tiempo que es bueno para el capital y pernicioso para las poblaciones indígenas. Lo que han ido consiguiendo las organizaciones indígenas es absolutamente insignificante, a pesar de los paros y protestas que han realizado. Estos cuerpos poseídos son el mejor testimonio.

-          Los adolescentes son los más vulnerables. La adolescencia es una etapa inventada en Occidente en el s. XX. Para pueblos indígenas es mucho más reciente. Con la llegada de la secundaria los muchachos han postergado el matrimonio tradicional, no las relaciones sexuales. Ahora, como son “estudiados”, se niegan a trabajar en la chacra. El presente que tienen es oscuro. Las familias están debilitadas y el futuro es incierto. Les queda migrar para hacer los trabajos más duros en la ciudad. Las distintas clases de becas (beca 18, beca indígena, beca Saramurillo…) son percibidas como muy lejanas y poco asequibles. Si ofrecieran alternativas y salidas los cuerpos vulnerables de los adolescentes no convulsionarían. Las convulsiones son el último recurso a una situación desesperante. Argumentar que uno de los adolescentes ha tenido un episodio de epilepsia, no sólo desenfoca el problema de fondo, sino que contiene un profundo significado político: no tocar los verdaderos problemas. Esta individualización del problema es lo que ofrece este Estado ciego.

-          Que la mayoría de los adolescentes que han convulsionado sean mujeres exige tener en cuenta el tema del género. ¿Por qué las mujeres adolescentes? Sin duda, son los cuerpos más vulnerables. El miedo es brutal. El incremento de la madresoltería indica que son las mujeres las que pagan las consecuencias de la desestructuración familiar. Y las adolescentes han visto a las mujeres mayores que han tenido que cuidar a sus hijos solas porque el padre está ausente. Este asunto es particularmente grave. Todos los indicadores señalan la feminización de la pobreza. Cómo no convulsionar, entonces. Si señalábamos antes que los diversos tipos de becas no funcionan, con más insistencia podemos decirlo de las mujeres que tienen muchos más impedimentos para acudir al colegio, que son las que se encargan de cuidar a sus hermanitos cuando la mamá no puede, y que tienen una tasa de embarazo adolescente muy alta, coartando la posibilidad de continuar los estudios.

-          Algunos jóvenes entre 18 y 20 años también han convulsionado. San José de Saramuro es un lugar monetarizado. En el resto de comunidades es difícil cambiar un billete de S/. 50.00 porque el dinero circula escasamente. En cambio, en San José de Saramuro es como cualquier ciudad, puedes encontrar de todo. Ahora bien, el trabajo que ofrecían antes los petroleros y sus services tiene que ser compartido por una población que ha ido en aumento. Consecuencia: no hay trabajo para todos. Una población acostumbrada al dinero que ahora no lo puede conseguir es presa fácil para este tipo de desórdenes.

-          La alimentación ha ido empeorando notablemente en los últimos años. El pescado escasea. Esto es particularmente grave para una población que tenía el pescado como su principal fuente de proteínas. La potente contaminación y el aumento poblacional están en la base de esta escasez. 

Mientras no se de solución a este problema de desesperación que gritan los cuerpos más vulnerables e indefensos nos seguiremos encontrando con este tipo de situaciones. Privatizar e individualizar el problema es la mejor forma de desenfocarlo. Con un paro desigual en las cuencas amazónicas y un Estado que convoca a conversaciones que no llegan a ningún lado tenemos garantizados más adolescentes, sobre todo mujeres, en crisis: cuerpos que hablan. Es preciso leer Mc 5, 1-20 como un texto que nos puede inspirar.