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sábado, 9 de mayo de 2020

IQUITOS: BEHIND THE COVID HEALTH CRISIS LIES A CLASS DIFFERENCE


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Inmaculada Parish - Iquitos


“It was awful; my cousins told me that they wrapped [my aunt and uncle] in plastic bags. ‘Like a dog,’ they said. And then someone picked them up at 9 p.m. They don’t know where they are buried. Until after the quarantine is over.” The couple died at home. Recounted by a religious sister who is a friend, a native of Iquitos.

The animator of one of the parish’s Christian communities calls to tell us that someone we know has died in Masusa, the neighborhood surrounding Iquitos’ main river port. The person died at home, with all the symptoms of covid, but never went to the hospital. That person’s brother-in-law died last week. He had been diagnosed with covid, but also died at home. We ask the animator to make a short video telling about what is happening on the periphery. He breaks down in tears, and we weep with him.



Masusa, May 08, 2020


He cannot make a video describing such sad events. He also fears that people will make fun of them: “It’s your own fault – go screw yourselves,” people tell them. When police and soldiers were patrolling the neighborhood to keep residents from leaving their houses, people ignored them. On the last day, the soldiers told them, “Now you’re on your own. If you die, it’s your own fault.” They left and never returned. “I can’t make the video you are asking me for,” the animator says. Then he adds, “The same thing is happening along the road [between Iquitos and Nauta], where my mother lives.”

How many deaths on the periphery will never be counted? These are people and they must be taken into account as people. It is unfair to blame them for their illness. The State is not fulfilling its function: “the right to health.” We have noted in the past the State’s failure to communicate about the coronavirus in a way that people understand.

The animator adds, “Before, when I lived on the Huallaga River, when a person died we would fire a gun into the air so everyone would know that someone had died. If we did that now in Iquitos, it would be terrible — we wouldn’t be able to sleep.”

Centering attention on the hospitals leaves the periphery of the city out of focus. We must open our eyes. Neighborhood Health Posts can do important work. But do they have the tools they need to provide care? It is crucial to decentralize, to go to the periphery, to provide health care with criteria that go beyond the Western view. People’s lives are at stake.

A few days ago, another person we know and trust told us how a neighbor in one of the neighborhoods behind the EsSalud Hospital died of covid. His family wanted to hold the wake at home, but the head of the neighborhood association called the police and they took the body away. An elderly man in the same neighborhood died with all the symptoms of covid, although he was never diagnosed. A few days later, in the same area, a 7-year-old boy died of dengue. An amalgam of epidemics. The family couldn’t find a cemetery where they could bury him. They spent an anguished day looking for a cemetery before they finally found one and were able to bury him.

A catechist calls. Her brother-in-law has died of a “sudden chill.” He had been perfectly healthy. He got up at night to go outside to urinate. He suffered a heart attack. They do not have enough money to bury him in a cemetery. They tried to cross the Nanay River, but the communities on the other bank would not allow them to land. They threatened the family, brandishing poles. The family had to abandon the coffin …

Focusing the news on hospitals, medicine and oxygen has a strong class component: “the middle class of Iquitos.” But most people on the periphery do not go to the hospital, nor can they afford medicines with prohibitive prices, much less fight to obtain a tank of oxygen on the black market. The health crisis, as it is being described, reflects only the terrible pain of the middle class. The reality is much harsher. We have abandoned the periphery to its own devices. This could explain why people on the periphery do not follow the quarantine orders. They are — and will continue to be — excluded from any possible improvements in the health system, to which they do not have access.

Translate by Barbara Fraser. 
Thanks.

IQUITOS: LA CRISIS SANITARIA POR COVID ESCONDE UN COMPONENTE DE CLASE


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada - Iquitos

“Fue terrible, me cuentan mis primas que los envolvieron en bolsas plásticas, ellas decían: ‘como un perro’. Y luego recogieron a las 9.00 p.m., no saben dónde están enterrados. Hasta que pase la cuarentena”. Murieron en su casa. Testimonio de una religiosa amiga, natural de Iquitos, sobre sus familiares.

Llama un Animador Cristiano para contarnos que ha muerto una persona que conocemos en Masusa, el puerto fluvial de Iquitos. Ha muerto en casa, con todos los síntomas, pero nunca ha ido al hospital. La semana pasada murió un cuñado del difunto de hoy. A él sí le diagnosticaron covid, pero también murió en casa. Le pedimos al Animador que haga un pequeño video narrando lo que está pasando en la periferia. Se quiebra, llora y nos hace llorar.

Masusa, 08 de mayo 2020

No puede hacer el video narrando estas tristezas. Además tiene temor de que se burlen de ellos: “por su culpa, ahora jódanse”, les dicen. Cuando iban la policía y los militares a patrullar para que no salieran de su casa la gente no hacía caso. El último día los militares les dijeron: “ahora quedan por su cuenta, si mueren, es su culpa”. Se fueron y nunca regresaron. “No puedo hacer el video que me piden”. Y añade: “igual ocurre por la carretera [Iquitos-Nauta], donde vive mi mamá”. ¿Cuántas muertes de personas de la periferia nunca serán contadas? Son personas y deben ser tenidas en cuenta como personas. No es justo descargar la responsabilidad sobre ellos. El Estado no cumple su función: “el derecho a la salud”. Ya hemos señalado en anteriores ocasiones el fracaso comunicativo del Estado para hacerse entender sobre el coronavirus. Y añade, “antes, cuando vivía por el río Huallaga, al morir una persona, lanzábamos un tiro al aire, para que todos supieran que había muerto alguien. Si hiciéramos eso ahora en Iquitos, sería terrible, no podríamos descansar”.

Centrar toda la atención sobre los hospitales deja fuera de foco la periferia de la ciudad. Hay que abrir los ojos. Las Postas Médicas pueden hacer una importante labor. ¿Pero tendrán los implementos necesarios para poder atender? Hay que descentralizar, hay que ir por la periferia, hay que atender con criterios más allá de lo occidental. Está en juego la vida.

Hace unos días, otra persona de toda confianza nuestra nos contó cómo otro vecino en uno de Asentamientos Humanos detrás del Hospital de EsSalud murió con covid. Los familiares le quisieron velar en casa, pero el dirigente de calle llamó a la policía y se llevaron el cadáver. En este mismo lugar murió otro viejito con todos los síntomas, nunca fue diagnosticado. Los vecinos tampoco lo dejaron velar. Unos días después, y en este mismo espacio, un niño de 7 años muere por dengue. Se amalgaman las epidemias. No encuentran cementerio donde enterrarle, un día de angustia buscando un cementerio, al final encuentran y lo entierran.

Llama una catequista. Ha muerto su cuñado de “choque de aire”. Estaba bien. En la noche sale a orinar. Le da un paro cardiaco. No encuentran la plata suficiente para ir a un cementerio. Intentan cruzar el río Nanay, las comunidades del otro lado no les dejan, incluso les amenazan con palos. Tienen que abandonar el cajón…

Centrar las noticias sobre hospitales, medicinas y oxígeno tiene un componente de clase: “la clase media iquiteña”. Pero gran parte de la periferia no acude a los hospitales, ni puede acceder a medicinas con precios prohibitivos, menos pujar en el mercado negro por el oxígeno. Es decir, la crisis sanitaria, tal como la estamos narrando, sólo refleja el terrible dolor de la clase media. La realidad es mucho más dura. Hemos abandonado a la periferia para que se las arregle como pueda. Esto podría explicar por qué en la periferia no se hace caso. Total, siguen excluidos de las posibles mejoras en el sistema sanitario, al que no tienen acceso.

jueves, 18 de julio de 2019

DESOLACIÓN EN MASUSA


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada


El día 15 de julio de 2019 hubo un incendio en Paraíso, una junta vecinal dentro del puerto de Masusa. Se han quemado entre 30 y 40 casas, ¡bien quemadas! Algunos indicaban que eran 33 casas, otros 43 y no faltó quien afirmaba que eran 80 casas. Las cifras, siendo importantes, nos parece que les corresponde a las autoridades proporcionar la información oficial. Eso sí, advertimos que no son cifras, sino familias, personas de carne y hueso las que están detrás.
Quisimos llegar a la zona de Paraíso a través del mercado de Masusa. Ahí conocemos algunas personas. Nos recibió una señora que estaba vendiendo, madre de uno de nuestros catequistas. Nos mostró su preocupación y el miedo que pasaron, pero felizmente a su familia no le pasó nada. Salimos del mercado a una calle interior, a visitar a una familia donde llevábamos la comunión a un enfermo. Nos recibe la familia. Conversamos un ratito y la señora se duerme en medio de la conversación, han sido horas muy intensas. La noche del incendio no ha dormido nada. Nos despedimos. Ellos tampoco han sido afectados, pero 50 metros más allá aparece la desolación.

© Manolo Berjón, julio 2019

Vemos ollas comunes y reparto de agua. Las casas están completamente calcinadas. Un grupo de gente comenta. Un borrachito habla: “¿por qué Diosito nos ha castigado?”. Nadie contesta.   Nos acercamos a un policía y nos presentamos. Responde amablemente algunas de nuestras preguntas. Vemos varios motocarros quemados y comenta el policía: “posiblemente ya no tengan con qué trabajar”. Nos despedimos del policía y continuamos. Vemos a un periodista de un medio conocido paseando por la zona y haciendo algunas fotos. Nos saludamos. Conversamos brevemente y continuamos cada uno con nuestra tarea.

Una dirigente vecinal que conocemos se acerca a nosotros. Ella tampoco ha sido afectada, pero ha venido a visitar a unos amigos y traerles algo de apoyo. Continuamos el recorrido. Se acerca una pareja de edad intermedia. Nos reconocen. “Padres, nos hemos quedado sin nada”. “Se ha quemado hasta mi certificado de matrimonio”. “Usted nos ha casado el año pasado”. “Mis hijos están bien, pero sólo estamos ropa encima”. Conversamos un ratito, les consolamos. Nos despedimos con un abrazo. Continuamos el recorrido, vamos a visitar las carpas que están en el puerto de Masusa. 

Nadie llora, ha pasado el tiempo de la desesperación. Sin embargo, la preocupación es intensa.  ¿Qué hacer? Lo primero es un lugar donde estar, ropa y frazadas para pasar la noche, alimentos y agua. Poco a poco comenzará la reconstrucción. En primer lugar, la vida, después la casa y lo demás. Se han quedado sin nada. Documentos destruidos. Seguramente muchas familias han perdido sus documentos de identidad (DNI), certificados de matrimonio, de estudios…


APARECEN LAS PREGUNTAS

¿Por qué tantas casas quemadas? Los vecinos indicaban que no podían entrar los bomberos, que se atollaban. La calle Los Rosales está pavimentada y llega hasta el puerto. Después hay que girar a la izquierda y esta calle está llena de barro y baches. Es una calle que utilizan las madereras y está en pésimas condiciones. El camión de bomberos se atascó. Tuvieron que empujar los vecinos, mientras tanto el fuego se propagó rápidamente. Otros indicaban que no había agua suficiente para apagar el incendio, así señalan también los diarios. Estamos al lado del Itaya-Amazonas, a escasos metros. Aparecen las asimetrías.

© Manolo Berjón, julio 2019


Los espacios donde vive la gente humilde están al margen del proceso de urbanización. Esto es lo que nos señala un incendio de estas características. Si las calles estuvieran en buenas condiciones, y no hubiera callejones sin salida, sería mucho más fácil apagar un incendio. Pero la calle que se quemó es un callejón. Y el acceso, como estamos indicando, es problemático. Un incendio de estas características nos muestra la falta de planificación urbana. Como si la gente humilde no importara.

En otras palabras, nadie estamos ajenos a un incendio. Pero las familias humildes están más expuestas cuando sucede un evento de este tipo. Los procesos de urbanización truncados dificultan la ayuda. Si el acceso hubiera sido adecuado no se hubieran quemado tantas casas. En los lugares donde habita la clase media, con mejores condiciones de acceso, un incendio se puede apagar más rápidamente, afecta a menos familias. De igual manera sucede también con la reconstrucción. Hay que reconstruir, pero una familia humilde, aunque haya perdido poco, es todo lo que poseen. Por tanto, aunque en términos absolutos no sea una gran pérdida económica, en términos afectivos es despojarse de todo. De todo lo que han ido adquiriendo con trabajo, con esfuerzo, con sufrimiento. No hay duda que la relación de la gente con las cosas es diferente. La clase media puede comprar otras cosas, y afectivamente pueden estar más desapegados, pero la gente humilde suele tener un mayor apego a las cosas. Una cosa no es simplemente un objeto, sino un “objeto afectado”, un “objeto con afecto/s”, un “objeto con vínculos sociales”.

Antes de terminar nos gustaría señalar la capacidad de resiliencia de la gente. Su capacidad para afrontar la dificultad, el imprevisto… es enorme. Y esa es una gran fuente de energía para una sociedad. Apoyemos a los damnificados. Será un suceso que marque su vida. Seamos generosos, pero sobre todo inteligentes. Que este episodio nos sirva para pensar la ciudad, para pensar el urbanismo en una ciudad como Iquitos, donde las grandes periferias sufren todo tipo de discriminaciones. Este incendio señala las asimetrías, la falta de previsión de catástrofes, el pésimo acceso de los bomberos, la falta de agua potable, de desagües… en que habitan todas estas familias. Familias que, en su mayoría han venido de los ríos amazónicos, buscando mejor calidad educativa y sanitaria, entre otros. Y se encuentran atrapados en zonas con difícil acceso y malas condiciones de vida.

Hay quien habla de desigualdad social. Sin embargo, algunos teóricos están utilizando términos mucho más duros para describir las condiciones en las que vivimos: “violencias (re)encubiertas” (Silvia Rivera Cusicanqui), “expulsiones” (Saskia Sassen), “vidas desperdiciadas” (Zygmunt Baumann) o “descartados” (Papa Francisco), por citar solo algunos. Estos mismos teóricos señalan que los hijos de las clases medias viven peor que sus padres.

martes, 24 de octubre de 2017

JARDINES DE INFANCIA EN MASUSA

Iquitos, 24 octubre 2017

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas

Masusa, el puerto fluvial de Iquitos, es un crisol de culturas. Nos fijaremos en uno de los “jardines de infancia”, donde estudian los niños antes de la primaria, para realizar una radiografía de la situación. Comenzamos por decir que los ríos amazónicos todavía están bajos. Sin embargo, cuando llueve el patio del jardín se inunda, impidiendo que los niños puedan jugar. ¿Por qué sucede esto? Las causas son complejas y se intersectan unas a otras.




La calle Rosales que conecta la Av. La Marina con el puerto fluvial está llena de comercios. El resto de calles adyacentes están ocupadas por familias provenientes, fundamentalmente, de los ríos amazónicos. Han venido buscando mejores condiciones de vida: sobre todo acceso a la educación y a la salud. Es decir, las familias se sacrifican para que sus hijos salgan adelante. Los padres prefieren hipotecar su presente con tal que sus hijos tengan una vida más cómoda.

Cuando el puerto fluvial de Iquitos se traslada a Masusa se comienza a ocupar este espacio. Un puerto siempre ofrece oportunidades de compra y venta. Es un “buen lugar” para vivir. Al menos hay movimiento económico. Las familias se van instalando. Cada dirigente vecinal se organiza como puede. Existen excelentes dirigentes; otros, en cambio, venden los terrenos y no les importa que algunos vecinos se instalen en medio de los caños, tapando las salidas naturales del agua, creando un problema muy grave de salud ambiental. El Estado aparece más tarde para dar algunos servicios básicos, siempre a exigencia de los vecinos: luz, colegios… En el último año se han rellenado las calles con descartes de las madereras y un poco de tierra encima. Los vecinos están contentos porque ahora en la creciente ya no tienen que utilizar puentes. Sin embargo, esto encubre el problema: no se inundan las calles, pero al taponar los caños por la construcción de casas y al levantar la rasante, el agua se almacena debajo de las casas. Esto es lo que produce que el jardín de infancia esté lleno de agua.

Por tanto, al “levantar la rasante” se oculta el verdadero problema estructural: el estancamiento de aguas debajo de las casas y la inacción del Estado que no ha acondicionado el terreno para que la gente pueda habitar. El Estado tiene obligación de atender a su población antes de que se instalen en un lugar acondicionando el terreno. Primero, rellenando, y dando los servicios mínimos: agua y desagüe, luz, colegios, plazas, zonas recreativas… Llama la atención que no hay canchas para jugar, ni parques, ni árboles, ni plazas… Esto siempre es grave pero, si tenemos en cuenta que es una zona con una gran cantidad de niños, el resultado es desastroso. El hacinamiento sólo genera dificultades: desde enfermedades corporales hasta psicológicas y espirituales.

Hay que solucionar el problema del agua en el patio de este jardín, es urgente. Los niños no tienen donde jugar. La situación es grave. Y no vale decir: que no llueva. Eso es infantil. Además hay que solucionar el problema del espacio. No se puede construir todo, se necesitan patios adecuados para los niños. Y no se trata de ampliar únicamente 150 m2, se necesita mucho más espacio. En juego está la salud mental de los niños. Les invitamos a hacer un ejercicio de comparación entre el espacio que hay en el jardín de infancia Barcia Boniffatti en Iquitos, o el situado en la plaza Grau de Punchana, y estos jardines de infancia en Masusa. La diferencia es abrumadora. Y de nuevo nos sale el tema del colonialismo interno y la discriminación.

Es el Estado quien puede expropiar los terrenos, no los vecinos. Si el Estado tiene que expropiar para que los niños tengan el espacio necesario, que lo haga y que lo haga conforme a ley. Pero es totalmente injusto que el Estado se inhiba y deje el problema para que lo resuelvan los vecinos peleándose entre ellos. Estos niños de Masusa merecen un trato digno, algo que les está negando el Estado. 

Al “levantar la rasante” y taponar los caños, además de empantanar el agua debajo de las casas como hemos señalado, acarrea que el primer piso de las casas quede inutilizado, por situarse por debajo de la rasante. Las familias pierden espacio (el primer piso) y tienen que continuar invirtiendo en sus casas. Un entramado económico que no se tiene en cuenta porque son familias humildes. La solución que debiera dar el Estado (acondicionar el terreno), queda a merced de cada familia: rellenar o sufrir inundación porque se han taponado los caños.

Hay acontecimientos difíciles de medir: cuándo se va a desencadenar un terremoto, cómo va a ser la creciente del siguiente año, qué efectos tienen determinados metales pesados que todavía no se han investigado… Pero otros acontecimientos son simplemente predecibles, al menos desde que se inventó la estadística a mitad del siglo XVIII. Muy unido, por cierto, a los Estados-nación. Por ejemplo, cuántos niños van a ir al colegio el próximo curso, cuántas personas van a buscar trabajo… Sólo depende de tener buenas estadísticas y saberlas interpretar. Algo bastante sencillo. No hacerlo es negligencia por parte del Estado, cuando no mala voluntad. La estadística es una de las estrategias del biopoder, sólo que es un biopoder colonizado, necesitamos una segunda descolonización, la descolonización del imaginario, dado que los movimientos de estas familias humildes de Masusa continúan sin ser tenidos en cuenta.