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lunes, 20 de abril de 2020

DESCONFINAMIENTO, PUEBLOS INDÍGENAS Y COVID-19

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada-Iquitos

El reciente contagio de dos indígenas shipibo en el Ucayali enciende las alarmas sobre la expansión del COVID-19 en comunidades nativas. Según la información de Ojo Público, los indígenas habían acudido a la ciudad de Pucallpa para abastecerse de comida: [https://ojo-publico.com/1767/detectan-dos-casos-covid-19-en-comunidad-shipibo-conibo-de-ucayali]. Lo cierto es que la relación campo-ciudad, cada vez más intensa, pasa por momentos delicados. Nos encontramos con Postas Médicas desabastecidas, sin material de bioseguridad, con escaso personal sanitario, sin la capacitación adecuada al respecto, con mucha distancia de las comunidades a las que sirven, sin el combustible necesario y con culturas biomédica y chamánica que se entremezclan en diferentes puntos pero con diferente nivel de status. No siempre en proceso de comprensión y buen entendimiento, con relaciones de poder excesivamente verticales, y poca escucha de los indígenas en sus propias categorías, nos encontramos con un panorama de una gran complejidad.
© Manolo Berjón 2012, comunidad de Monterrico, distrito de Urarinas, provincia de Loreto.

Descargar toda la responsabilidad sobre las comunidades nos parece poco adecuado. Por supuesto que cerrarán las comunidades, por supuesto que algunos se internarán en la selva. Pero solo algunos. Cuando se levante el confinamiento, los medios de comunicación comenzarán a relajar sus medidas y lanzarán mensajes más tranquilizadores. Medios de comunicación que afectarán las opiniones en las comunidades, que ayudarán a rebajar el hermetismo. Es así que llegará realmente el peligro. El asunto no consiste en descargar toda la responsabilidad en las comunidades, el tema pasa porque el Estado controle a los que salgan de las ciudades.

Cuando llegue el momento de salir de nuestras casas, aunque no sea una estampida como habíamos pensado, saldrán personas para recorrer los diferentes ríos. No descarguemos toda la responsabilidad en ellos. Seamos conscientes que los necesitamos: muchos de ellos llevan pilas para las linternas, cartuchos para la caza, fósforos…, imprescindibles a estas alturas en las comunidades nativas y retornan a la ciudad con productos de primera necesidad: plátano, yuca, pescado, carne de monte… No defenderemos a los comerciantes, muchos de ellos usureros, pero tampoco es el momento de demonizarlos y descargar toda la responsabilidad sobre ellos.

Por supuesto, que saldrán empresarios inescrupulosos a talar madera, a esquilmar territorios indígenas. Sin embargo, los peones que los acompañarán serán la gente de la periferia de las ciudades, muchos de ellos indígenas urbanos. Aquellos a quienes hemos insultado por no respetar el confinamiento porque viven al día y en espacios hacinados. Aquellos que se han aglomerado en los mercados más populares y a los que no les ha llegado un mensaje adecuado de cómo protegerse porque solo emitimos en onda occidental. Aquellos que buscarán cualquier oportunidad para encontrar comida después de este tiempo extraño. Aquellos que siguen teniendo familia en las comunidades. Porque se pueden cerrar los ríos y las comunidades. Pero qué haces cuando el que llega es tu hermano, tu primo, o tu padre. Sin apenas pruebas, es muy probable que algunos de los que viajan a las comunidades sean asintomáticos: no muestren ningún síntoma y, sin embargo, puedan contagiar a sus parientes.

Es bueno cerrar las fronteras, como se ha hecho. Un solo ejemplo es suficiente. En el bajo amazonas, en la zona de triple frontera (Brasil-Perú-Colombia) es difícil que los tikuna no se muevan transfronterizamente para visitar a sus familiares. Si algo nos ha demostrado este coronavirus es que no conoce fronteras. Y el trato que se le da desde el Estado-nación es obsoleto para estos tiempos de pandemia global. Además de injusto, porque es evidente que Alemania no tiene los mismos recursos que Perú, y sin embargo, todos nos tenemos que enfrentar al COVID-19, pero inequitativamente.

Quiénes saldrán a las comunidades: fundamentalmente madereros, es la época de creciente de los ríos. Aunque a muchos de ellos la pandemia ya les pilló en territorios indígenas, donde se quedaron. Esta es la temporada que aprovechan para esquilmar de madera los bosques. Tengamos en cuenta que cada vez los madereros se adentran más en territorios indígenas, incluso en lugares extremadamente apartados de las ciudades, los únicos lugares donde quedan todavía algunas maderas de valor. Con ellos van algunos peones de la ciudad, fundamentalmente indígenas urbanos que habitan las periferias de las ciudades. También se adentrarán por los ríos los comerciantes, tan imprescindibles para proporcionar algunos bienes a los comuneros y alimento a las ciudades. Y, los maestros, que algún día tendrán que comenzar con las clases presenciales, porque las clases virtuales están vetadas para la mayoría de las comunidades nativas, con una brecha digital que no hace sino profundizar las desigualdades. Habrá otros colectivos como viajeros y turistas, que ahora acudirán en menor medida, pero no dejarán de viajar. Funcionarios estatales varios para el pago de Pensión 65, el Programa Juntos…

En fin, que se necesita un plan para la atención de las comunidades nativas. Sugerimos que se hagan controles con pruebas rápidas en los principales ríos para que si alguna persona da positivo no se le permita seguir viajando. Ya sabemos que las pruebas rápidas no son totalmente fiables. Hay que subsanar la partida de las que no están certificadas. Estas pruebas rápidas se pueden exigir como una condición imprescindible para dar el zarpe. Se necesitan mascarillas y protocolos de actuación en las Postas Médicas: cómo actuar en caso de presentar síntomas, si hay posibilidad de evacuación…

Todo control que se pueda realizar ahora será poco. Tengamos en cuenta, que los pueblos indígenas soportan niveles más altos de desnutrición y anemia, de enfermedades respiratorias y diabetes, de contaminación con metales pesados e hipertensión, entre otras. Enfermedades que les hacen más vulnerables ante la pandemia. Y como hemos señalado en el primer párrafo, que si se enferman será difícil poder atenderlos. Las distancias a las Postas Médicas, tanto geográfica como culturalmente, el desabastecimiento de las mismas, el poco personal… hacen más difícil el control del COVID-19 en comunidades nativas.

Unido a ello es fundamental seguir haciendo un ejercicio de comunicación donde el emisor no sea tan vertical que no escuche los mensajes que salen del receptor. Se necesitan relaciones más igualitarias, no tan verticales. Es preciso buscar cómo los pueblos indígenas han afrontado otras epidemias para buscar la resiliencia necesaria y las fuerzas para afrontar esta pandemia. Algunas familias se irán al monte por un tiempo, puede que sea la mejor medida, pero no está al alcance de todos, ahora que cada vez más dependen del mercado y su economía cada día se monetiza más. Es responsabilidad del Estado, no es ético descargar todo el peso sobre las comunidades nativas.

jueves, 18 de julio de 2019

DESOLACIÓN EN MASUSA


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada


El día 15 de julio de 2019 hubo un incendio en Paraíso, una junta vecinal dentro del puerto de Masusa. Se han quemado entre 30 y 40 casas, ¡bien quemadas! Algunos indicaban que eran 33 casas, otros 43 y no faltó quien afirmaba que eran 80 casas. Las cifras, siendo importantes, nos parece que les corresponde a las autoridades proporcionar la información oficial. Eso sí, advertimos que no son cifras, sino familias, personas de carne y hueso las que están detrás.
Quisimos llegar a la zona de Paraíso a través del mercado de Masusa. Ahí conocemos algunas personas. Nos recibió una señora que estaba vendiendo, madre de uno de nuestros catequistas. Nos mostró su preocupación y el miedo que pasaron, pero felizmente a su familia no le pasó nada. Salimos del mercado a una calle interior, a visitar a una familia donde llevábamos la comunión a un enfermo. Nos recibe la familia. Conversamos un ratito y la señora se duerme en medio de la conversación, han sido horas muy intensas. La noche del incendio no ha dormido nada. Nos despedimos. Ellos tampoco han sido afectados, pero 50 metros más allá aparece la desolación.

© Manolo Berjón, julio 2019

Vemos ollas comunes y reparto de agua. Las casas están completamente calcinadas. Un grupo de gente comenta. Un borrachito habla: “¿por qué Diosito nos ha castigado?”. Nadie contesta.   Nos acercamos a un policía y nos presentamos. Responde amablemente algunas de nuestras preguntas. Vemos varios motocarros quemados y comenta el policía: “posiblemente ya no tengan con qué trabajar”. Nos despedimos del policía y continuamos. Vemos a un periodista de un medio conocido paseando por la zona y haciendo algunas fotos. Nos saludamos. Conversamos brevemente y continuamos cada uno con nuestra tarea.

Una dirigente vecinal que conocemos se acerca a nosotros. Ella tampoco ha sido afectada, pero ha venido a visitar a unos amigos y traerles algo de apoyo. Continuamos el recorrido. Se acerca una pareja de edad intermedia. Nos reconocen. “Padres, nos hemos quedado sin nada”. “Se ha quemado hasta mi certificado de matrimonio”. “Usted nos ha casado el año pasado”. “Mis hijos están bien, pero sólo estamos ropa encima”. Conversamos un ratito, les consolamos. Nos despedimos con un abrazo. Continuamos el recorrido, vamos a visitar las carpas que están en el puerto de Masusa. 

Nadie llora, ha pasado el tiempo de la desesperación. Sin embargo, la preocupación es intensa.  ¿Qué hacer? Lo primero es un lugar donde estar, ropa y frazadas para pasar la noche, alimentos y agua. Poco a poco comenzará la reconstrucción. En primer lugar, la vida, después la casa y lo demás. Se han quedado sin nada. Documentos destruidos. Seguramente muchas familias han perdido sus documentos de identidad (DNI), certificados de matrimonio, de estudios…


APARECEN LAS PREGUNTAS

¿Por qué tantas casas quemadas? Los vecinos indicaban que no podían entrar los bomberos, que se atollaban. La calle Los Rosales está pavimentada y llega hasta el puerto. Después hay que girar a la izquierda y esta calle está llena de barro y baches. Es una calle que utilizan las madereras y está en pésimas condiciones. El camión de bomberos se atascó. Tuvieron que empujar los vecinos, mientras tanto el fuego se propagó rápidamente. Otros indicaban que no había agua suficiente para apagar el incendio, así señalan también los diarios. Estamos al lado del Itaya-Amazonas, a escasos metros. Aparecen las asimetrías.

© Manolo Berjón, julio 2019


Los espacios donde vive la gente humilde están al margen del proceso de urbanización. Esto es lo que nos señala un incendio de estas características. Si las calles estuvieran en buenas condiciones, y no hubiera callejones sin salida, sería mucho más fácil apagar un incendio. Pero la calle que se quemó es un callejón. Y el acceso, como estamos indicando, es problemático. Un incendio de estas características nos muestra la falta de planificación urbana. Como si la gente humilde no importara.

En otras palabras, nadie estamos ajenos a un incendio. Pero las familias humildes están más expuestas cuando sucede un evento de este tipo. Los procesos de urbanización truncados dificultan la ayuda. Si el acceso hubiera sido adecuado no se hubieran quemado tantas casas. En los lugares donde habita la clase media, con mejores condiciones de acceso, un incendio se puede apagar más rápidamente, afecta a menos familias. De igual manera sucede también con la reconstrucción. Hay que reconstruir, pero una familia humilde, aunque haya perdido poco, es todo lo que poseen. Por tanto, aunque en términos absolutos no sea una gran pérdida económica, en términos afectivos es despojarse de todo. De todo lo que han ido adquiriendo con trabajo, con esfuerzo, con sufrimiento. No hay duda que la relación de la gente con las cosas es diferente. La clase media puede comprar otras cosas, y afectivamente pueden estar más desapegados, pero la gente humilde suele tener un mayor apego a las cosas. Una cosa no es simplemente un objeto, sino un “objeto afectado”, un “objeto con afecto/s”, un “objeto con vínculos sociales”.

Antes de terminar nos gustaría señalar la capacidad de resiliencia de la gente. Su capacidad para afrontar la dificultad, el imprevisto… es enorme. Y esa es una gran fuente de energía para una sociedad. Apoyemos a los damnificados. Será un suceso que marque su vida. Seamos generosos, pero sobre todo inteligentes. Que este episodio nos sirva para pensar la ciudad, para pensar el urbanismo en una ciudad como Iquitos, donde las grandes periferias sufren todo tipo de discriminaciones. Este incendio señala las asimetrías, la falta de previsión de catástrofes, el pésimo acceso de los bomberos, la falta de agua potable, de desagües… en que habitan todas estas familias. Familias que, en su mayoría han venido de los ríos amazónicos, buscando mejor calidad educativa y sanitaria, entre otros. Y se encuentran atrapados en zonas con difícil acceso y malas condiciones de vida.

Hay quien habla de desigualdad social. Sin embargo, algunos teóricos están utilizando términos mucho más duros para describir las condiciones en las que vivimos: “violencias (re)encubiertas” (Silvia Rivera Cusicanqui), “expulsiones” (Saskia Sassen), “vidas desperdiciadas” (Zygmunt Baumann) o “descartados” (Papa Francisco), por citar solo algunos. Estos mismos teóricos señalan que los hijos de las clases medias viven peor que sus padres.

martes, 16 de abril de 2019

“UN VASO DE AGUA, POR FAVOR”. La lucha por el agua potable y el desagüe en Iquitos.


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada – Iquitos


A la señora Graciela Tejada Soria, incansable en la exigencia de sus derechos.


“Un vaso de agua, por favor”. Así podría comenzar este escrito. Sólo que el agua es cara, muy cara. Un sol por un balde de 20 litros de agua. Agua para tomar, lavar, limpiar, bañarse… ¿Cuántos baldes de agua necesita una familia? Estamos en Punchana-Iquitos, a un paso del Amazonas, el río más caudaloso del mundo. Y miles de familia tienen que comprar “agua potable” y caminar varios cientos de metros (y hasta más) para acarrear agua para su casa. ¿Y agua para bañarse? En la amazonía la gente está acostumbrada a la abundancia del agua. Pero nuestros anfitriones tienen que medir el agua del baño. Está demasiado lejos el agua y es muy cara. Es lo último que le puede suceder a un amazónico, que le midan el agua para bañarse. En realidad no queríamos escribir la palabra medir, habíamos pensado en mezquinar, con toda la carga que acarrea para un amazónico.

© Manolo Berjón, abril 2016, Asentamiento Humano Iván Vásquez, desagüe.

No faltará quien desprecie esta conquista por el agua potable. Total, goza de agua en su casa e incluso puede que tenga el privilegio de poseer una piscina privada. Lo cual plantea el tema de los bienes comunes. Si el agua es un bien común, y no hay ninguna duda en ello, ¿entonces, por qué solo pueden disfrutar de ella unos pocos? Aparecen las asimetrías de poder. Pero avancemos.

La semana pasada un juez dictaminó que los vecinos de los Asentamientos Humanos de Iván Vásquez Varela y 21 de Setiembre, en Punchana-Iquitos, tienen derecho al agua potable y desagüe. Esto no debiera ser noticia, pero lo es. Es noticia porque estos asentamientos tienen más de 15 años e infinidad de solicitudes a las autoridades que no han sido atendidas. Es noticia porque un juez ordena al Gobierno Regional de Loreto y a los Municipios de Maynas y Punchana que den solución con agua potable y desagüe a los pobladores de estos asentamientos humanos, con la mayor brevedad posible.

En la sentencia se utilizan expresiones como “condición mínima” y “derecho a la dignidad”, entre otras. Están viviendo en un desagüe a cielo abierto, donde llegan residuos del camal municipal, las aguas servidas de esta parte de la ciudad, algún que otro derrame de petróleo proveniente de la planta de Petroperú en Punchana y de Essalud. Como pueden comprobar no es el lugar ideal para vivir. Entonces, ¿por qué vivir ahí? Podemos pensar que ellos son los responsables. Pero hay más: no existe planificación urbana en la ciudad, por eso casi todos los Asentamientos Humanos son, o han sido, invasiones. Es un fallo de planificación del Estado. Una vez que se sitúan ahí, el Estado llega tarde con algunos servicios (luz, algún local comunal…), pero no con agua y desagüe. Vivir al lado del Amazonas y no tener agua potable. Es increíble. ¿Recuerdan el PTAR -Planta de Tratamiento de Aguas Residuales-? ¿Para qué ha servido? ¿Cuánta  plata se han tirado?

Y queda una pregunta suelta: ¿por qué vivir ahí? Hubo un intento hace años de llevarlos a la carretera Iquitos-Nauta. Buenas intenciones, pero cómo vivir fuera de la ciudad. Tener que desplazarse desde fuera de la ciudad todos los días es muy caro. Es preferible vivir cerca del trabajo, especialmente para quienes tienen que sobrevivir, aunque sea en condiciones muy precarias. Residen cerca del puerto de Masusa, un lugar donde pueden comprar y revender, trabajar de cargueros o realizar los trabajos duros del puerto, lo justo para sobrevivir.

¿Por qué ayudarles? En principio porque son seres humanos. Pero además, cuando se produce una fractura social de tal calibre nos va mal a todos. Trabajar por mejorar la vida de los humildes también nos ayuda a una mayor cohesión social, a poder vivir tranquilos. Si en algún momento hay una revuelta en Iquitos, como la sucedida en 1999, las personas que viven en estos lugares no tienen nada que perder y la violencia, una vez desatada es imposible de parar. Por eso es tan importante compartir con ellos el esfuerzo de encontrar una vida mejor. Tengamos en cuenta que muchos de ellos han venido de los ríos amazónicos para que sus hijos tengan mejores condiciones de vida. Y han encontrado dolor y desprecio. Desde estos espacios es fundamental encontrar esperanza y trabajar por mejorar la vida de todos, sin fracturas, por una mayor cohesión social.


PASEAR

Todo comenzó con un paseo. Llegamos a la Parroquia Inmaculada en Iquitos en marzo de 2015. Durante la primera semana recorrimos a pie toda la parroquia para saber en qué lugar estábamos. Ya conocíamos la “zona del desagüe”, antes de venir a vivir acá. Pero ahora queríamos tener una relación diferente con la gente. Estábamos paseando una tarde y haciendo unas fotos. Una mujer nos pregunta: ¿quiénes son ustedes? Nos presentamos y pedimos permiso para hacer la foto. La mujer nos aceptó y se hizo amiga nuestra: la Sra. Graciela Tejada Soria. Volvimos frecuentemente por su casa. Nos sentábamos y hablábamos de todo. 

Una de nuestras preocupaciones era el desagüe y salía frecuentemente en la conversación. Poco a poco fuimos construyendo confianza. En esa época nos visitaron amigos de ONGs y funcionarios estatales. A los que siempre les dábamos un paseo por el desagüe.

Varios de nuestros amigos se compraron el pleito. Por esa época la OEFA (Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental) organizó un concurso de cortos sobre temas ambientales. Incentivamos a que se presentaran. Uno de los hijos de la Sra. Graciela se animó, filmó un pequeño corto y lo presentó. Ganó el primer premio del concurso. Con ese motivo la OEFA elaboró un primer documento sobre la contaminación y llamó la atención a las autoridades. Con el informe de OEFA se interpone una demanda constitucional, a la que suman otras autoridades de los dos Asentamientos Humanos reseñados.

Por mucho tiempo la gente no creía. “No van a poder hacer nada”. “Les están engañando”. Ahora ya tenemos sentencia. Hay que hacerla cumplir, que no será tarea fácil. Pero es una herramienta más para conseguir agua potable y desagüe.

Nos parece importante porque si estos asentamientos humanos han conseguido esta sentencia judicial por respeto a los derechos humanos, como se puede entrever en el escrito judicial, entonces el resto de asentamientos humanos también pueden conseguir estos derechos. Digamos que la trocha está hecha, ahora es más fácil caminar por ella. 

"Un vaso de agua, por favor", pero también más agua para lavar, bañarse, asearse... El derecho humano al agua como parte del derecho a la ciudad.

Agradecimientos: a la señora Graciela Tejada Soria, incansable en la exigencia de sus derechos. A los dirigentes William Navarro Sajami, Pedro Tuanama Gutiérrez, Segundo Panduro, por su confianza y lucha pacífica. Y a los abogados: Rita Ruck Riera (Oficina de DDHH. del Vicariato Apostólico de Iquitos), Juan Carlos Ruiz Molleda y Maritza Quispe (Instituto de Defensa Legal-IDL).

martes, 23 de enero de 2018

“CAZADORES CON PERRO”. Una nota sobre la visita del papa Francisco a Puerto Maldonado

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas

El esplendor, la luminosidad, el sonido, el tacto… de los cuerpos en la Amazonía invitan a mirar más allá de lo visible. Porque lo visible no es todo lo que existe. La realidad es mucho más amplia, compleja y creativa que lo que se puede observar o se puede reproducir en una cámara. Pero no vayamos tan lejos y enfoquémonos en la visita de Francisco. De los tres lugares que recorrió el más importante, al menos para nosotros, ha sido Puerto Maldonado. Tuvimos la suerte de estar presentes. No queremos hacer una crónica de lo que ya han contado otros, ni de los discursos del Papa, ampliamente difundidos. Nuestro aporte versará sobre lo vivido con los pueblos indígenas en este evento. Participamos con una delegación de 6 indígenas urbanos de Masusa (puerto fluvial de Iquitos), dentro de un grupo de 44 personas pertenecientes al Vicariato Apostólico de Iquitos. El grueso del grupo era kukama, pero también había tres soldados provenientes de la capellanía militar: dos pertenecientes al pueblo matsés y uno al pueblo kichwa del Napo.




Durante dos meses nos habíamos preparado con un pequeño grupo de indígenas urbanos de la parroquia La Inmaculada en Iquitos. Éramos conscientes que lo visual iba a jugar un rol preponderante, por eso conversamos en muchas oportunidades que la vestimenta y los diseños corporales, siendo muy importantes, no sirven para identificar a los indígenas urbanos. Es más, puede ser un obstáculo para fijarse en ellos e invisibilizarlos. El primado occidental de la visión puede restar importancia a lo auditivo. Si la Iglesia quiere acompañar a los pueblos indígenas, lo auditivo debe ocupar un rol preponderante. Siempre que tengamos en cuenta que los sentidos están conectados unos a otros en una experiencia global.

Un ejemplo. Varios pueblos indígenas vinieron ataviados con su vestimenta tradicional, así fue cursado en la invitación. El grupo kukama que acompañamos los denominaron los “uniformados”. La vistosidad de las ropas y decoraciones corporales se llevaron las cámaras, también las nuestras. Sin embargo, nos parece que no se ha percibido con tanta intensidad los sonidos que algunos de estos grupos, incluidos en la delegación brasileña, expresaban durante la visita de Francisco. Cuando los demás aplaudíamos, ellos hacían un sonido que rápidamente nos llamó la atención. Nuestra primera reacción fue preguntar a los indígenas urbanos varones. Uno de ascendencia shiwilu y otro kichwa de Lamas nos respondieron: “así se llama a los perros cuando se va de caza”. Estábamos en la pista correcta. Posteriormente fuimos a preguntar a nuestros amigos kukama. Y nos confirmaron lo mismo: “nosotros hacemos ese sonido cuando vamos a cazar con perro, para que la presa pierda su rastro y se desoriente y para que el perro consiga encontrar y agarrar a la presa”. Sólo que nosotros utilizamos otros tonos. Interesante, muy interesante.

Evidentemente, nos falta saber lo que piensa el pueblo indígena que protagonizaba ese sonido. Pero eso lo dejamos a las personas de esos pueblos y de quienes les acompañan. A nosotros nos parece importante señalar lo que opinan otros pueblos indígenas, presentes en el evento, de esos sonidos de parte de la delegación brasileña. Nos parece que la diversidad reinante en el evento solo se puede percibir con múltiples acercamientos. [Los pueblos andinos presentes también hacían sonar sus caracolas, “pututu”].

Inmediatamente nos surgió la pregunta. ¿Por qué utilizar estos sonidos del mundo de la caza en la visita del papa Francisco? Para poder responder es conveniente saber que en el coliseo estaba presente el papa Francisco, unos 3000 indígenas y el presidente de la república: Pedro Pablo Kuczynski. La interpretación que vamos a transcribir es la que nos contó Ribelino Ricopa, un excelente amigo nuestro, integrante de la delegación kukama. No tiene por qué coincidir con otras interpretaciones, pero nos parece digna de ser tenida en cuenta. Parte de la convicción que los indígenas son los “dueños”: un concepto clave en la amazonía indígena. El presidente Kuczynski es la presa y el papa Francisco el perro. Cuando Francisco daba su discurso y la multitud aplaudía, algunas personas de la delegación brasileña reproducían ese sonido del que estamos hablando, y los indígenas andinos hacían sonar su caracola [“pututu”]. Ribelino interpreta que los “dueños” [los indígenas] estaban haciendo olvidar al presidente Kuczynski [la presa] sus planes, su camino trazado, su proyecto político en la Amazonía. Este sonido trata de sacarle de su camino y de esta manera atender a la población indígena. Asimismo, este mismo sonido sirve para orientar al papa [el perro] y animarle a que encuentre la presa.

Cuando la gente aplaudía, gritaba, hacía sonar la caracola, el presidente Kuczynski giraba la cabeza y miraba a la población. Ribelino considera estos gestos presidenciales como una forma de “estar noqueado”, “desorientado”. Lo interesante de esta interpretación es que utiliza un esquema netamente indígena donde ellos mismos se consideran “dueños”. El tiempo dirá si el discurso del papa va a cambiar de ruta al presidente Kuczynski. Ciertamente, esta interpretación merecería mayor explicación. Diversos pueblos indígenas se ven a sí mismos como predadores [jíbaros…] o como presas [urarina…], o una mezcla de predadores y presas [shawi, kukama…].

Para concluir, regresamos a lo visual. Los diseños corporales y las vestimentas típicas son altamente expresivas. En cada línea, en cada diseño, en el conjunto de los mismos, están contenidas narraciones y mitos que sobrepasan lo estético, conectando el mundo visual con el auditivo, kinestésico…, vinculándolos a la cosmología. No se trata de rechazar lo visual, sino de evitar reducirlo a lo puramente visual, dado que los indígenas amazónicos poseen un pensamiento holístico. Lo cierto es que cada persona leemos los acontecimientos conforme a nuestra propia cultura y muchos de los diseños amazónicos que vimos permanecen opacos para nosotros, más allá del alto valor estético. Evidentemente, otras personas han podido percibir muchos más elementos que a nosotros se nos escapan.


P.D. 1: Francisco pide a los indígenas que ayuden a sus obispos, misioneros y misioneras, para que se hagan uno con los indígenas, y de esta manera dialogando entre todos podamos plasmar una Iglesia con rostro amazónico y una Iglesia con rostro indígena. Se trata de que adiestremos nuestros oídos a los sonidos producidos por el mundo indígena que no son audibles ni comprensibles a un oído netamente occidental.


P.D. 2: Poseer un perro en la Amazonía indígena es la posibilidad de cazar. Eso proporciona alimento para tu familia. Por tanto, un perro es altamente valorado. Cuando un perro es herido su dueño le trata con paciencia y cariño inusitado, por su alto valor familiar. El papa no es un perro, es un perro indígena que ayuda a proporcionar alimento para las familias indígenas. Un “perro de lujo” en todo caso.



P.D. 3: En un mito kukama el héroe cultural se muestra como un perro sarnoso que visita a diversas familias. Una de ellas le acoge y una de las hijas de la familia se ofrece para bañar al perro sarnoso que se convierte en un joven apuesto con quien se termina casando. En varias versiones este perro sarnoso es el propio Jesucristo.

viernes, 29 de diciembre de 2017

LOS “INIMAGINABLES” EN EL MOVIMIENTO INDÍGENA. Una nota previa a la llegada del Papa Francisco

Iquitos, 29 diciembre 2017

Manolo Berjón 
Miguel Angel Cadenas


El final de año es un tiempo propicio para hacer balances y resúmenes. Lo nuestro no va en esta línea, pero sí trazaremos una flecha de lo que nos parece más interesante del movimiento indígena actual. Para poder comprender el presente nos remontamos unos años atrás. Sin duda, las dos leyes indígenas internacionales tienen un rol preponderante: El Convenio 169 OIT (1989) y la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (2007).

Archivo Fotográfico: IIDS


Nos situamos en Perú. El año 2011, el Pueblo Achuar del Pastaza, representado en la FENAP (Federación de la Nación Achuar del Perú), inició un procedimiento administrativo, ante el Gobierno Regional de Loreto, para ser reconocido como tal y exigió la titulación de su territorio integral. Estas gestiones no dieron resultado. El 8 de abril de 2015 la FENAP interpone una acción de amparo contra el Gobierno Regional de Loreto, Perupetro S.A. y Ministerio de Cultura del Perú. El 20 de diciembre de 2017 el Segundo Juzgado Civil de Iquitos emite la Resolución número noventa y tres, donde se insta a proceder “a la titulación [del territorio integral] del Pueblo Achuar constituidos en la Federación del Pueblo Achuar”[1].

El 29 de junio de 2014, en la denominada “Declaración de Pucallpa”[2] se declara “el territorio integral ancestral de los pueblos indígenas, originarios y autónomos pano, arawak y otros”, asumiendo “la defensa del derecho a la vida plena de los pueblos indígenas, orientado a asegurar la intangibilidad y el respeto de los territorios ancestrales de los pueblos originarios”.
El 29 de noviembre de 2015 en la comunidad nativa de Soledad se decreta la Ordenanza N° 001-2015-GTANW_CCNN Soledad, rio Kanus, donde se establece el Gobierno Territorial Autónomo de la Nación Wampis[3].

Estas tendencias nos parecen las más dinámicas del movimiento indígena actual en la Amazonía peruana. Eran inimaginables hace 30 años y ahora son realidades. Consideramos que abrirán nuevas puertas a otras organizaciones y federaciones indígenas. Se puede percibir claramente la utilización de las herramientas políticas y jurídicas necesarias para conseguir derechos ancestrales. Lejos de la violencia, estas organizaciones han utilizado la reglamentación en vigor para conseguir sus derechos. Estas tendencias, a nuestro parecer, modificarán el panorama político en Perú en los próximos años. Estaremos atentos a cómo se irán desarrollando.

El territorio y la autonomía son dos de los derechos reclamados por estos pueblos indígenas. Consideramos que tienen una gran relevancia en el momento actual los planteamientos que han llevado a estos pueblos indígenas a reclamar sus derechos. Sin embargo, nos parece que una parte importante de los pueblos indígenas habitan las ciudades. Acá entramos en un terreno difícil. La ciudad modifica las costumbres de sus habitantes. El manejo del tiempo y del espacio se transforman. Si a esto sumamos que hay generaciones enteras que habitan en la ciudad, es fácil de comprender que las demandas que sostienen serán diferentes.

Puede que el derecho al territorio, en estos indígenas urbanos, no sea central. Lo cual no impide que tengan otras demandas. El acceso a la salud, el transporte, el trabajo… serán nuevas realidades. Llegan a la ciudad buscando mejores condiciones de vida, que no siempre consiguen. Suelen realizar los trabajos más peligrosos, con peores horarios, las condiciones laborales más desventajosas y remuneraciones más pequeñas: cargueros en los puertos, vigilantes, motocarristas, cuidadoras de ancianos y niños, limpieza… Habitan en los espacios urbanos con menos servicios (agua, desagüe, recojo de basura…), los centros educativos, donde se matriculan sus hijos, tienen la peor infraestructura y la atención en salud refleja barreras culturales clave, como el manejo del cuerpo, donde una operación que corta el cuerpo o una transfusión de sangre se convierten en asuntos delicados que no siempre son comprendidos por los trabajadores de salud.

Ahora hablan el “castellano loretano” (en la ciudad de Iquitos, nos referimos), aunque las construcciones de la frase suelen reflejar construcciones en idiomas indígenas, las cosmologías son indígenas y los sueños continúan cumpliendo un rol preponderante. Tienen que vérselas con la discriminación y suelen hacer colas interminables para acceder a los servicios públicos. Son estos indígenas urbanos, si toman conciencia de su etnicidad, los que plantearán nuevos desafíos al Estado con derechos que hoy por hoy existen, pero no son reivindicados.

Dentro de poco llegará el papa Francisco al Perú y tendrá un encuentro con pueblos indígenas en Puerto Maldonado. Estaremos atentos a sus gestos y sus discursos. Nos encantaría que también hiciera referencia a los derechos de estos indígenas urbanos, que todavía permanecen "inimaginables" para muchas personas, pero que pueden llegar a convertirse en realidades.

lunes, 14 de agosto de 2017

UN CASO DE LEUCEMIA EN UNA INDIGENA KUKAMA. Más allá del hecho concreto

Iquitos, 14 setiembre 2017

Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas

“El doctor me quiere enviar a Lima, pero yo no quiero ir”. Quien hace esta rotunda afirmación es María [nombre ficticio], una indígena kukama rondando los 60 años, con un diagnóstico de leucemia. Ya estuvo más de un mes en Lima en neoplásicas y su experiencia no fue todo lo grata que le hubiera gustado. No es cuestión de malos tratos. Al menos, no conscientemente. Lo cierto es que María se resiste al consejo del doctor de viajar a Lima, y no es la única. Desde el punto de vista occidental esto equivale a una muerte segura. Muchos pacientes prefieren “morir en casa” antes que tener que viajar lejos de los suyos. Anotemos, a vuela pluma, algunas de las resistencias. Una nota tan breve sólo puede sugerir. La importancia de la sangre en pueblos indígenas daría para un tratamiento mucho más extensivo, que no vamos a tener en cuenta acá.


1.   
    Los afectos son importantes en la vida. Y cuando la vida se endurece más de lo debido aflora la afectividad. Le añadimos que, para los pueblos indígenas, no hay separación entre razón y emoción, una dicotomía tan cara a occidente. Ambos se asientan en el corazón y ambos están imbricados mutuamente. Siempre, pero especialmente, en los momentos decisivos de la vida los afectos juegan un rol preponderante. El cuerpo siente.

2.       Para los indígenas, el trato continuo es lo que nos hace humanos. Pero no humanos en general, sino de un grupo determinado. De tal manera que el contacto con extraños, una comida extraña, un habla extraña, un paisaje extraño, una temperatura, olores, sensaciones… a la que no estás acostumbrada, provocan una transformación: una forma de “hacerse blanco”, que en este caso concreto María no desea. Cuando una persona se enferma utiliza el “sistema de salud” (hospital, chamánico, alternativo…) que más seguridad le ofrece. Y ahora, por múltiples motivos, el hospital no le ofrece mucha confianza, prefiere estar cerca de los suyos.

3.       La distancia genera olvido. Y Lima está muy lejos para una familia que vive en Iquitos. Es temporal, no es definitivo. Pero la distancia disminuye los apoyos afectivos. Los teléfonos ayudan, pero la presencia es fundamental (y todavía no hay teletransportación).

4.       La distancia, además de la separación afectiva que hemos señalado, también disminuye el apoyo económico. En la última visita que le hicimos a María, sus familiares estaban realizando una parrillada para hacer un poco de dinero. En su anterior estadía en neoplásicas en Lima le trataron todo lo relativo al cáncer. Pero María es, también, diabética. Para esta afección el hospital no le ofreció ayuda y sin una red familiar cercana y fuerte, ¿cómo comprar las medicinas adecuadas? La especialización de los hospitales tiende a ver al enfermo como un cuerpo afectado por una enfermedad localizada, no como una persona que necesita una intervención integral.

5.       En los grandes hospitales la tentación es tratar a los pacientes como un número más, sin rostro, por más que pongan tus datos a pie de cama. Además, la medicina hospitalaria trata al enfermo como un cuerpo. Y no todo el cuerpo sino como una afección localizada en una parte específica del cuerpo. Te tratan de cáncer, pero no pueden hacer nada con tu diabetes, para seguir con el ejemplo de María.

6.       “Si me muero, más gasto para traerme de nuevo a Iquitos”. En resumen, prefiero quedarme en mi casa, con mis familiares.

No nos parece que sea muy difícil de comprender esta postura. Es perfectamente racional y razonable en un modo de pensar indígena. Lo cual plantea que vivir en un país con múltiples culturas conlleva un tratamiento diferente de las instituciones públicas para poder atender a todos los pacientes, no sólo a unos cuantos. Y para poder hacerlo hay que adecuar políticas públicas que incorporen otros saberes, otras visiones de la vida, otras antropologías. Si María tuviera la seguridad que algunos de estos requisitos se cumplieran viajaría a Lima. Ella sabe que su vida se acorta y ama su vida. La disminución de plaquetas le acarrea un cansancio mortal, ella lo sabe y lo siente. Pero desea evitar la soledad generada por la separación. Para los indígenas cuando una persona se siente sola es visitada por espíritus que le invitan a transformarse en uno de ellos: la muerte como una transformación.

Probablemente, si decide no viajar a Lima, María morirá pronto. Sus familiares la llorarán, dudamos que nadie más lo haga. Su caso desnuda una realidad: un país centralizado, con pocas oportunidades en provincias y un sistema público de salud desconocedor y de espaldas a su población indígena. ¿Habrá servido su caso para replantear el sistema de salud? Dejémoslo como interrogante, aunque nos alberga la incertidumbre. María es uno de los millones de indígenas que habitan las ciudades peruanas.

Algunos amigos, que escriben mejor que nosotros, y han experimentado un cáncer, en carne propia o de su familiar más cercano, podrían ensayar una experiencia tan dolorosa como el cáncer, el sistema de salud peruano, las diversas racionalidades y los avatares por los que tienen que transitar.