martes, 25 de septiembre de 2018

CUERPOS QUE HABLAN: torsiones, gritos desgarradores y descontrol en San José de Saramuro


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas


En estos momentos hay un paro desigual en varias cuencas amazónicas, con otra posible convocatoria de una nueva tanda de conversaciones con el Estado. Setiembre 2018: en San José de Saramuro unos 30 adolescentes y algunos jóvenes son “poseídos por el demonio”. En nuestra opinión estos dos hechos están relacionados. Trataremos en este escrito de conectarlos y buscar las posibles causas.

© Manolo Berjón, abril 2014, base petrolera de San José de Saramuro

Los “poseídos” presentan torsiones, gritos desgarradores, fuerza descomunal, descontrol… En definitiva, “cuerpos que hablan”. La tarea es decodificar este lenguaje porque posee un discurso potente que no está siendo escuchado. A pesar de las mesas de conversación que instalan los gobiernos de turno, el Marañón continua en los márgenes. Comenzaremos con una visión indígena del fenómeno de la posesión y posteriormente intentaremos una interpretación. Se necesitaría más espacio, pero no es ahora el momento.

San José de Saramuro es el lugar donde está enclavada la primera estación de Petroperú, el comienzo del Oleoducto Nor-Peruano. La población es una amalgama de gentes llegados de muchos lugares del Perú. Hay un núcleo de comerciantes, dueños de negocios y trabajadores de la base petrolera que provienen de diferentes ciudades. El resto de la población, la mayoritaria, procede de las comunidades del bajo Marañón que buscan luz eléctrica, un colegio de secundaria, posta médica… Podríamos decir que San José de Saramuro es un microcosmos. La ubicación de la base petrolera supuso un desplazamiento de la población local. Literalmente sacaron a la población del lugar donde estaban para colocar la base petrolera. Una invasión petrolera en toda regla. Lo cierto es que el bajo Marañón, donde se sitúa San José de Saramuro, es territorio del pueblo indígena kukama.

Para este pueblo la posesión es un asunto completamente normal. Los chamanes también son visitados por espíritus y son “poseídos”. La diferencia entre los chamanes y los adolescentes “poseídos” es que los primeros controlan la posesión y la utilizan para ordenar el cosmos. Mientras que los adolescentes son seres pasivos que son invadidos por espíritus que no controlan y generan desorden. Cuando se transgreden las normas morales sucede que el cosmos se convierte en un caos y los espíritus malos invaden a los más débiles. En pocas palabras, la “posesión” de espíritus malos es un asunto de personas débiles. La terapia es, entonces, muy sencilla: fortalecer a las personas.

Conviene que nos preguntemos qué tipo de comportamientos están debilitando a los pueblos indígenas. Nombraremos unos pocos: años de predicaciones contra las tradiciones indígenas, acusándolas de inútiles o demoniacas; desprecio por los saberes indígenas a través de los sistemas de salud occidentales; burlas contra los conocimientos tradicionales como atrasados… Esta desvalorización permanente genera caos. Un caos que ahora es visible porque no se encuentran elementos que puedan restablecer el orden, un orden indígena que ha sido brutalmente alterado.

La escuela es un elemento muy importante en la vida del pueblo kukama. Tan importante que las comunidades dedican el espacio más apto para su campo de fútbol, el colegio y algunos locales institucionales. Todas las familias procuran enviar a sus hijos al colegio para que “se superen”. Las comunidades pequeñas luchan por su colegio como una forma de permanencia de la misma comunidad. Con la escasez de alumnado el Ministerio de Educación puede retirar al profesor y es muy probable que termine por desintegrarse la comunidad. Debe quedar bien claro que el colegio es altamente valorado. Sin embargo, en nuestra opinión, también genera algunas graves dificultades.

Con el colegio los hijos “saben” más [de cultura occidental] que sus padres. Esto erosiona la autoridad de los padres. Es frecuente que en las comunidades se trate el comportamiento de los muchachos fuera del horario escolar como un asunto propio del colegio. Es habitual que algún mal comportamiento de los alumnos en fin de semana sea tratado como un asunto escolar. Con las comidas escolares, proporcionadas por el programa estatal Qali Warma, los padres ya no dedican el mismo tiempo para alimentar a sus hijos. La alimentación en el pueblo kukama, como en el resto de pueblos indígenas, transmite afectos muy fuertes. Afectos que se ven mermados con la comida en el colegio, provocando una desconexión con los padres. La comida, por otro lado, genera parentesco. Que los niños coman en el colegio debilita la autoridad de los padres. Erosionar la autoridad paterna no es gratis. Cuando aparecen estos casos no hay forma de restablecer la tranquilidad.

En el mejor de los casos, la respuesta del Estado, cuando la hay, que no es frecuente, suele ser “privatizar” el problema: es un asunto de familias. Le cargamos una responsabilidad que no le corresponde y que previamente hemos erosionado su autoridad generándoles sentimientos de culpabilidad. Quienes pueden ayudar a solucionar el problema se encuentran debilitados por la responsabilidad que les atribuimos. Es un círculo vicioso.  Se puede hacer de varias maneras: con efectivos policiales, fiscalía y demás funcionarios “del orden” que “individualizan” el problema. Buscan un culpable sobre el que echar toda la responsabilidad, sin cambiar nada para que todo siga igual. También puede ocurrir que se busquen psicólogos que “personifican” las responsabilidades e invisibilizan el contexto social. Todo esto es funcional al sistema: son asuntos privados, individuales…, el Estado no se cuestiona su propia actuación. En fin, estamos en tiempos neoliberales.


CONTRA LA PRIVATIZACIÓN DE LA FE

Partimos de la convicción que el cristianismo puede ayudar mucho, pero también puede generar serias dificultades. Es preciso, por tanto, estar atentos. El Reino de Dios proclamado por Jesús invita a tener vida en abundancia. Cuando la vida corre peligro, o no es vivida plenamente como humana, es evidente que nos apartamos del Reino de Dios. Dicho esto, nos parece que el endemoniado de Gerasa de Mc 5, 1-20 nos puede dar algunas pistas. No es el momento de hacer una exégesis del tema, solo dos notas. En primer lugar, el endemoniado habita en el cementerio (v. 3). Marcos nos indica que la vida que está llevando no es una vida digna, es un muerto viviente, un zombi. Segundo, cuando Jesús le pregunta el nombre al demonio, éste responde: “Legión” (v. 9). Legión hace referencia a la legión romana, un cuerpo de soldados del imperio invasor romano. Gerasa era una región fuertemente romanizada y ocupada por el imperio romano. Es decir, donde hay opresión, en este caso política, económica, cultural, religiosa, lingüística…, hay endemoniados. Así de sencillo.

© Manolo Berjón, abril 2014, base petrolera de San José de Saramuro


Por tanto, la solución no es bendecir todo, ni echar agua bendita, ni rezar. Todo eso hay que hacerlo, es importante porque ayuda a encontrar la calma y porque Dios, para los que somos creyentes, es quien nos regala su Reino y nos invita a colaborar con El. Pero hay que señalar las verdaderas causas para intervenir en lo que está provocando esta situación. A nosotros nos parece que hay que contextualizar, lo contrario de algunos funcionarios que privatizan e individualizan. Contextualizar nos lleva a señalar que ya se han dado episodios similares en Maypuco en 2013, en Santa Rita de Castilla en 2016 y en Nauta durante toda la primera década de este siglo. El caso de Nauta se debió a la apertura de la carretera Iquitos-Nauta en 2005, lo que desembocó en estos desórdenes. Podemos añadir que este mes de setiembre ha habido un suicidio de una joven de 20 años en Nauta y otro suicidio en Intuto (río Tigre). En Trompeteros e Intuto también ha habido convulsiones de muchachos/as en años anteriores. En San José de Saramuro y Saramurillo ya hubo episodios de pánico con un “tigre negro” que salía del río para comer a la gente. El “tigre negro” forma parte de los mitos kukama. Lo interesante es que sea en este lugar y se dedique a comer a la gente kukama. Para que percibamos la agresión en toda su crudeza. Como estamos viendo todas las sedes de los distritos de la provincia de Loreto (Nauta, Intuto, Trompeteros, Santa Rita de Castilla y Maypuco) han sufrido este tipo de situaciones.

Dicho esto, podemos señalar lo que nos parecen a nosotros las verdaderas causas:
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        Existe un entramado de relaciones políticas, económicas, culturales, religiosas, lingüísticas… que está detrás de este fenómeno. Con la base petrolera como telón de fondo, cual nueva legión romana, conectamos los pozos de los lotes 8 y 192 con Talara, donde el gobierno peruano ha gastado más de $5,000 millones para una inversión que a todas luces no es rentable. Por qué insistir, entonces. Hay varias causas: existen empresas que hacen negocio con estas inversiones y es una forma de marcar la frontera con Ecuador. No es casualidad que sea en la frontera donde se sitúan la mayoría de los pozos petroleros. Ahora bien, es una falta de imaginación invertir tanto dinero para un negocio que no es rentable. Hay otras maneras más adecuadas de invertir para proteger las fronteras, si es eso lo que hubiera que hacer. Desde luego, los pueblos indígenas agradecerían cambiar la matriz energética [Francisco, Laudato Si, n° 165]. Esto dibujaría un escenario nuevo, aunque no elimina la potente contaminación con la que tendrán que luchar por décadas. La invasión de tierras indígenas, la potente contaminación, la monetarización de lugares como San José de Saramuro, los bares de todo tipo que existen, la falta de trabajo, la llegada permanente de gente foránea, la televisión… son algunas de las causas. Mirar para otro lado no es humano, tampoco cristiano.

-          Las conversaciones con el Estado son grotescamente ineficaces. En muchas oportunidades estas conversaciones se desarrollan en Lima, donde acuden unos pocos “representantes” (???), al margen de los cuerpos de las mujeres y adolescentes, cuyos cuerpos utilizan otro lenguaje: posesiones, convulsiones… El Estado, que no posee un plan para resolver los graves problemas que enfrenta la población indígena, da tiempo. Un tiempo que es bueno para el capital y pernicioso para las poblaciones indígenas. Lo que han ido consiguiendo las organizaciones indígenas es absolutamente insignificante, a pesar de los paros y protestas que han realizado. Estos cuerpos poseídos son el mejor testimonio.

-          Los adolescentes son los más vulnerables. La adolescencia es una etapa inventada en Occidente en el s. XX. Para pueblos indígenas es mucho más reciente. Con la llegada de la secundaria los muchachos han postergado el matrimonio tradicional, no las relaciones sexuales. Ahora, como son “estudiados”, se niegan a trabajar en la chacra. El presente que tienen es oscuro. Las familias están debilitadas y el futuro es incierto. Les queda migrar para hacer los trabajos más duros en la ciudad. Las distintas clases de becas (beca 18, beca indígena, beca Saramurillo…) son percibidas como muy lejanas y poco asequibles. Si ofrecieran alternativas y salidas los cuerpos vulnerables de los adolescentes no convulsionarían. Las convulsiones son el último recurso a una situación desesperante. Argumentar que uno de los adolescentes ha tenido un episodio de epilepsia, no sólo desenfoca el problema de fondo, sino que contiene un profundo significado político: no tocar los verdaderos problemas. Esta individualización del problema es lo que ofrece este Estado ciego.

-          Que la mayoría de los adolescentes que han convulsionado sean mujeres exige tener en cuenta el tema del género. ¿Por qué las mujeres adolescentes? Sin duda, son los cuerpos más vulnerables. El miedo es brutal. El incremento de la madresoltería indica que son las mujeres las que pagan las consecuencias de la desestructuración familiar. Y las adolescentes han visto a las mujeres mayores que han tenido que cuidar a sus hijos solas porque el padre está ausente. Este asunto es particularmente grave. Todos los indicadores señalan la feminización de la pobreza. Cómo no convulsionar, entonces. Si señalábamos antes que los diversos tipos de becas no funcionan, con más insistencia podemos decirlo de las mujeres que tienen muchos más impedimentos para acudir al colegio, que son las que se encargan de cuidar a sus hermanitos cuando la mamá no puede, y que tienen una tasa de embarazo adolescente muy alta, coartando la posibilidad de continuar los estudios.

-          Algunos jóvenes entre 18 y 20 años también han convulsionado. San José de Saramuro es un lugar monetarizado. En el resto de comunidades es difícil cambiar un billete de S/. 50.00 porque el dinero circula escasamente. En cambio, en San José de Saramuro es como cualquier ciudad, puedes encontrar de todo. Ahora bien, el trabajo que ofrecían antes los petroleros y sus services tiene que ser compartido por una población que ha ido en aumento. Consecuencia: no hay trabajo para todos. Una población acostumbrada al dinero que ahora no lo puede conseguir es presa fácil para este tipo de desórdenes.

-          La alimentación ha ido empeorando notablemente en los últimos años. El pescado escasea. Esto es particularmente grave para una población que tenía el pescado como su principal fuente de proteínas. La potente contaminación y el aumento poblacional están en la base de esta escasez. 

Mientras no se de solución a este problema de desesperación que gritan los cuerpos más vulnerables e indefensos nos seguiremos encontrando con este tipo de situaciones. Privatizar e individualizar el problema es la mejor forma de desenfocarlo. Con un paro desigual en las cuencas amazónicas y un Estado que convoca a conversaciones que no llegan a ningún lado tenemos garantizados más adolescentes, sobre todo mujeres, en crisis: cuerpos que hablan. Es preciso leer Mc 5, 1-20 como un texto que nos puede inspirar.

martes, 11 de septiembre de 2018

SOBRE LA HIDROVÍA AMAZÓNICA: más allá del solipsismo…


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas


Una vez que hemos colocado a la purahua como la realidad, es conveniente que sigamos avanzando en la propuesta. Esta nota, por tanto, es un complemento de la anterior[1]. Digamos que es la secuencia lógica en lo que estamos pensando sobre la purahua. Hablar de la purahua puede acarrear pensarla como una “alteridad radical”. Y ciertamente, es una alteridad. Pero si deslizamos el plano hacia la absoluta radicalidad nos encontramos con el solipsismo, no hay conversación posible, y la inconmensurabilidad, no hay posibilidad de medida, ni de comparación. Teniendo en mente estas dos objeciones es que avanzamos en nuestra propuesta para continuar pensando.

© Miguel Angel Cadenas 2012, el arco iris-purahua sobre el río Marañón

Dado que hemos identificado la “realidad” como un asunto de extrema importancia, conviene que precisemos algunos matices que nos parecen necesarios. Descartar la purahua como una creencia, y colocarla en el plano de la realidad, nos lleva a situarnos en lo que ha venido en llamarse el “giro ontológico”, un desplazamiento que se ha realizado en los últimos años y que se pregunta sobre la “realidad”. Este asunto nos parece de gran envergadura y, sobre todo, de gran actualidad.

En el tema de la hidrovía amazónica que nos ocupa, definir la “realidad” es un asunto de suma complejidad. Sin embargo, nos parece necesario realizar el esfuerzo si es que, en verdad, deseamos llegar a comprendernos. Afirmar que la “purahua” es real no significa todavía gran cosa. Hay que precisar lo que entendemos por realidad.

En primer lugar, que la purahua sea real no significa que sea una esencia. Dado su carácter transformativo, las cosmologías indígenas son todo menos esencialistas. En kukama, por ejemplo, no existe un término para “ser” ni “estar”, sino que hay múltiples palabras: ser largo, ipuku; ser bravo, uyaru; ser bajo, turu…; estar cerca, amutsewe; estar encendido, tsene; estar nublado, tsawe… Tomar la purahua como una esencia, además de no corresponder al pensamiento indígena, implica situarse fuera del tiempo y de la historia. Pero, sobre todo, nos sitúa en el laberinto de la inconmensurabilidad. De ahí que hoy en día se prefiera abordar la realidad no tanto desde la esencia sino metodológicamente: a qué nos referimos cuando utilizamos la palabra “realidad”. De hecho, tanto occidentales como indígenas, apelamos a la “realidad”. Sólo que “realidad” es un concepto equívoco y sólo podemos llegar a “controlar esa equivocidad”. Para los occidentales la realidad está conformada por protones…; y para los indígenas, la realidad es la purahua. Por tanto, es necesario que digamos qué comprendemos por “realidad”.

La conversación, en nuestra opinión, no es tanto si la realidad está constituida por protones… o por la purahua. Llevado el diálogo en estos términos se vuelve inconmensurable. Pero no todas las puertas permanecen cerradas. Podemos encontrar una salida preguntando por posibles puntos de contacto entre una realidad compuesta de protones… y/o sostenida por la purahua. A nosotros nos parece que, en tiempos de cambio climático, una posible salida, pudiera consistir en mantener el planeta en las mejores circunstancias posibles para las siguientes generaciones. La percepción del planeta como un “ser vivo” sería un posible contacto con otro “ser vivo” como la purahua. Acá hay toda una línea de conversación interesante, que merece la pena explorarse. No se trata únicamente de comparar ontologías, sino que la comparación ya es una ontología. En este sentido conjuramos la apoliticidad que algunos le atribuyen al “giro ontológico”, y convertimos la política en “cosmopolítica”: una política donde intervienen todos los seres del cosmos. Por ejemplo, la purahua hizo que los jueces sentenciaran la obligación de la consulta previa al Estado peruano.

© Manolo Berjón 2014, el arco iris-purahua sobre el río Marañón


Si la purahua no es una esencia, entonces, ¿qué es? Una pregunta como la anterior todavía depende de una ontología occidental. Ya hemos dicho que en kukama no existen los términos “ser” y “estar”. Más conveniente que preguntar por el “ser” nos parece rastrear el “llegar a ser con”. Va más allá de la pura relación. En la relación se produce un devenir, un “llegar a ser con”. Esta tendencia es la que nos parece sugerente. Pues bien, para el caso de la purahua el “llegar a ser con” implica que la purahua es el fundamento de la realidad del pueblo kukama. Pero, si las personas nos comportamos mal, por exceso de ruido, por cavar el río (dragado)…, la purahua se retira y el río se seca. Cuando el mal se hace insoportable el mundo se voltea: los seres que hay debajo del agua pasan a este mundo y nosotros nos introducimos dentro del agua. Y comienza una nueva era, hasta que el mundo se va maleando y de nuevo surge otra volteada del mundo. Este “llegar a ser con” no significa que la purahua depende de la creencia de la gente. Ya hemos dejado en claro en la nota anterior que la purahua no es una creencia, sino que es la misma realidad.

La conversación también es otro término cargado occidentalmente. Con el método de “equivocación controlada” nos conviene tener en cuenta a qué nos referimos tanto los occidentales como los indígenas cuando hablamos de dialogar, conversar… Sólo controlando la equivocidad podemos encontrar un camino de comprensión mutua (si es que se tratara de comprendernos). Las ideologías del lenguaje de los idiomas occidentales e indígenas son muy diferentes[2]. Reflexiones similares se pueden realizar en torno al lote 116 o cualquier tema donde estén involucrados pueblos indígenas, teniendo en cuenta la especificidad de cada pueblo indígena y huyendo de la homogeneización. Comprender estas situaciones desde la interculturalidad implica aceptar este tipo de realidades como creencias, algo que hemos desechado en estas notas. No se trata de interculturalidad, sino de un giro ontológico. Estas batallas ontológicas han sido caracterizadas como una guerra de guerrillas. Es suficiente por hoy.