Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada – Iquitos
Lima presenta un incremento
sostenido en enfermedades crónicas no transmisibles como el asma, la rinitis
alérgica y la faringitis, todas ellas asociadas al deterioro de la calidad del
aire. Los escolares de 3 a 14 años, también en Lima, muestran las tasas de
prevalencia de enfermedades respiratorias crónicas más elevadas del mundo. La
mala calidad del aire ocasiona enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de
cáncer [Defensoría del Pueblo, Informe defensorial N° 116]. Una parte de todo
esto es consecuencia de los combustibles fósiles. No está de más recordar que
los pobres habitan en los lugares más contaminados (polución del aire, metales
pesados en sangre…). De ahí la importancia de un debate nacional sobre las
fuentes de energía.
Somos conscientes de la necesidad
de energía para satisfacer necesidades humanas básicas: transformar los
alimentos, viajar, iluminar nuestras noches, trabajar… La historia de la
humanidad va paralela al tipo de energía que consume. La sociedad actual está
asentada sobre la utilización de combustibles fósiles, altamente contaminantes.
El Papa Francisco (L.S. 165) nos llama a la responsabilidad y a una “transición
energética”. Y señala que “la política y la empresa reaccionan con lentitud a
los desafíos mundiales”.
Somos un ejemplo de lo que dice
Francisco. Es hora de discutir el tipo de energía que consumimos. La “ley de
hidrocarburos”, lejos de vislumbrar un futuro prometedor, nos ata al pasado que
debemos superar: los combustibles fósiles. Esta ley recorta protección
ambiental para dar rienda suelta a la exploración y explotación petrolera. Es
el momento de legislar sobre energías renovables y orientarse hacia el cambio
de matriz energética.
Nos han vendido la idea de ser un
país petrolero. No es cierto. Esta inercia nos impide vislumbrar otras fuentes
de energías renovables. El petróleo extraído de los lotes 8 y 192, en Loreto, es
escaso y de baja calidad. Estos lotes están conectados a la costa peruana a
través de un obsoleto Oleoducto Nor-peruano, que ocasiona graves problemas
ambientales, sanitarios y de distorsión cultural en los territorios indígenas.
El Estado ha reconocido que en
Talara se han gastado más de US$ 5,000 millones y no está clara su
rentabilidad. Esta inversión presiona sobre dichos lotes petroleros. Si
queremos garantizar condiciones de vida dignas y saludables a los pueblos
indígenas que habitan en los territorios donde se asientan estos lotes debemos plantear
el cambio de matriz energética. La dependencia del petróleo pesa como una condena
sobre estos pueblos. Hay registrados más de 1000 puntos con una potente
contaminación. Con la peculiaridad que la contaminación no se localiza en puntos,
sino que se dispersa a través del agua, los sedimentos, animales, aves, peces…
Algunos contaminantes permanecerán décadas después que se retire la actividad
petrolera.
Es hora de plantear el cambio de
matriz energética para limpiar el aire de las ciudades y los territorios
indígenas. Apelamos a la creatividad de expertos (ingenieros, abogados,
sociólogos…) que programen la deseada “transición energética”. Sería una
excelente noticia de cara al bicentenario y una bonita contribución al próximo
sínodo panamazónico.
Publicado en:
Signos, Dic. 2018, N° 9, p. 8, Instituto Bartolomé de las Casas - Centro de Estudios y Publicaciones.
Publicado en:
Signos, Dic. 2018, N° 9, p. 8, Instituto Bartolomé de las Casas - Centro de Estudios y Publicaciones.