Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia
Inmaculada-Iquitos
El reciente contagio de dos
indígenas shipibo en el Ucayali enciende las alarmas sobre la expansión del
COVID-19 en comunidades nativas. Según la información de Ojo Público, los
indígenas habían acudido a la ciudad de Pucallpa para abastecerse de comida: [https://ojo-publico.com/1767/detectan-dos-casos-covid-19-en-comunidad-shipibo-conibo-de-ucayali].
Lo cierto es que la relación campo-ciudad, cada vez más intensa, pasa por
momentos delicados. Nos encontramos con Postas Médicas desabastecidas, sin
material de bioseguridad, con escaso personal sanitario, sin la capacitación
adecuada al respecto, con mucha distancia de las comunidades a las que sirven,
sin el combustible necesario y con culturas biomédica y chamánica que se
entremezclan en diferentes puntos pero con diferente nivel de status. No
siempre en proceso de comprensión y buen entendimiento, con relaciones de poder
excesivamente verticales, y poca escucha de los indígenas en sus propias
categorías, nos encontramos con un panorama de una gran complejidad.
© Manolo Berjón 2012, comunidad de Monterrico, distrito de Urarinas, provincia de Loreto.
Descargar toda la responsabilidad
sobre las comunidades nos parece poco adecuado. Por supuesto que cerrarán las
comunidades, por supuesto que algunos se internarán en la selva. Pero solo
algunos. Cuando se levante el confinamiento, los medios de comunicación
comenzarán a relajar sus medidas y lanzarán mensajes más tranquilizadores. Medios
de comunicación que afectarán las opiniones en las comunidades, que ayudarán a
rebajar el hermetismo. Es así que llegará realmente el peligro. El asunto no
consiste en descargar toda la responsabilidad en las comunidades, el tema pasa
porque el Estado controle a los que salgan de las ciudades.
Cuando llegue el momento de salir
de nuestras casas, aunque no sea una estampida como habíamos pensado, saldrán
personas para recorrer los diferentes ríos. No descarguemos toda la
responsabilidad en ellos. Seamos conscientes que los necesitamos: muchos de
ellos llevan pilas para las linternas, cartuchos para la caza, fósforos…,
imprescindibles a estas alturas en las comunidades nativas y retornan a la
ciudad con productos de primera necesidad: plátano, yuca, pescado, carne de
monte… No defenderemos a los comerciantes, muchos de ellos usureros, pero
tampoco es el momento de demonizarlos y descargar toda la responsabilidad sobre
ellos.
Por supuesto, que saldrán empresarios
inescrupulosos a talar madera, a esquilmar territorios indígenas. Sin embargo,
los peones que los acompañarán serán la gente de la periferia de las ciudades,
muchos de ellos indígenas urbanos. Aquellos a quienes hemos insultado por no respetar
el confinamiento porque viven al día y en espacios hacinados. Aquellos que se
han aglomerado en los mercados más populares y a los que no les ha llegado un
mensaje adecuado de cómo protegerse porque solo emitimos en onda occidental. Aquellos
que buscarán cualquier oportunidad para encontrar comida después de este tiempo
extraño. Aquellos que siguen teniendo familia en las comunidades. Porque se
pueden cerrar los ríos y las comunidades. Pero qué haces cuando el que llega es
tu hermano, tu primo, o tu padre. Sin apenas pruebas, es muy probable que
algunos de los que viajan a las comunidades sean asintomáticos: no muestren
ningún síntoma y, sin embargo, puedan contagiar a sus parientes.
Es bueno cerrar las fronteras,
como se ha hecho. Un solo ejemplo es suficiente. En el bajo amazonas, en la
zona de triple frontera (Brasil-Perú-Colombia) es difícil que los tikuna no se
muevan transfronterizamente para visitar a sus familiares. Si algo nos ha
demostrado este coronavirus es que no conoce fronteras. Y el trato que se le da
desde el Estado-nación es obsoleto para estos tiempos de pandemia global.
Además de injusto, porque es evidente que Alemania no tiene los mismos recursos
que Perú, y sin embargo, todos nos tenemos que enfrentar al COVID-19, pero
inequitativamente.
Quiénes saldrán a las
comunidades: fundamentalmente madereros, es la época de creciente de los ríos.
Aunque a muchos de ellos la pandemia ya les pilló en territorios indígenas,
donde se quedaron. Esta es la temporada que aprovechan para esquilmar de madera
los bosques. Tengamos en cuenta que cada vez los madereros se adentran más en
territorios indígenas, incluso en lugares extremadamente apartados de las
ciudades, los únicos lugares donde quedan todavía algunas maderas de valor. Con
ellos van algunos peones de la ciudad, fundamentalmente indígenas urbanos que
habitan las periferias de las ciudades. También se adentrarán por los ríos los
comerciantes, tan imprescindibles para proporcionar algunos bienes a los
comuneros y alimento a las ciudades. Y, los maestros, que algún día tendrán que
comenzar con las clases presenciales, porque las clases virtuales están vetadas
para la mayoría de las comunidades nativas, con una brecha digital que no hace
sino profundizar las desigualdades. Habrá otros colectivos como viajeros y
turistas, que ahora acudirán en menor medida, pero no dejarán de viajar. Funcionarios
estatales varios para el pago de Pensión 65, el Programa Juntos…
En fin, que se necesita un plan para
la atención de las comunidades nativas. Sugerimos que se hagan controles con
pruebas rápidas en los principales ríos para que si alguna persona da positivo
no se le permita seguir viajando. Ya sabemos que las pruebas rápidas no son
totalmente fiables. Hay que subsanar la partida de las que no están
certificadas. Estas pruebas rápidas se pueden exigir como una condición
imprescindible para dar el zarpe. Se necesitan mascarillas y protocolos de
actuación en las Postas Médicas: cómo actuar en caso de presentar síntomas, si
hay posibilidad de evacuación…
Todo control que se pueda
realizar ahora será poco. Tengamos en cuenta, que los pueblos indígenas
soportan niveles más altos de desnutrición y anemia, de enfermedades
respiratorias y diabetes, de contaminación con metales pesados e hipertensión,
entre otras. Enfermedades que les hacen más vulnerables ante la pandemia. Y
como hemos señalado en el primer párrafo, que si se enferman será difícil poder
atenderlos. Las distancias a las Postas Médicas, tanto geográfica como
culturalmente, el desabastecimiento de las mismas, el poco personal… hacen más
difícil el control del COVID-19 en comunidades nativas.
Unido a ello es fundamental
seguir haciendo un ejercicio de comunicación donde el emisor no sea tan
vertical que no escuche los mensajes que salen del receptor. Se necesitan relaciones
más igualitarias, no tan verticales. Es preciso buscar cómo los pueblos
indígenas han afrontado otras epidemias para buscar la resiliencia necesaria y
las fuerzas para afrontar esta pandemia. Algunas familias se irán al monte por
un tiempo, puede que sea la mejor medida, pero no está al alcance de todos,
ahora que cada vez más dependen del mercado y su economía cada día se monetiza
más. Es responsabilidad del Estado, no es ético descargar todo el peso sobre
las comunidades nativas.