martes, 28 de diciembre de 2021

Zonas de sacrificio en la Amazonía peruana

Se aplica el concepto “zona de sacrificio” a 1) Una región geográfica expuesta a daño medioambiental, 2) Habitada por comunidades con dificultades para hacer escuchar sus propuestas políticas y económicas. 3) Se sacrifica estas zonas por un supuesto “bien mayor”; sin embargo, las comunidades –en muchas ocasiones indígenas o afrodescendientes– no han participado en esta decisión y no perciben los beneficios futuros.


© Manolo Berjón

Este concepto fue utilizado en USA en el transcurso de la guerra fría para ver los efectos que causaba en la población la actividad nuclear y posteriormente utilizado para pensar los espacios carboníferos de la costa oeste. ¿Se puede utilizar la categoría “zona de sacrificio” para algunas áreas en Loreto? Tengamos en cuenta lo que nos indican las ciencias ambientales: “todo está relacionado”, y así lo recoge el papa Francisco en Laudato Si. Los impactos en una parte de la naturaleza afectan a los ecosistemas interconectados y a los seres humanos.

La industria de hidrocarburos en Loreto cumple con los tres requisitos: 1) Altamente contaminante (en el marco de la ley de pasivos ambientales Pluspetrol declaró 311 pasivos ambientales sólo en el Lote 8), 2) Habitado por poblaciones con dificultades para hacer escuchar sus propuestas políticas y económicas (el plan de cierre de brechas no termina de ejecutarse), 3) estos territorios y poblaciones sacrificadas no perciben los beneficios futuros.

Cuninico es una comunidad kukama en el distrito de Urarinas, provincia y región Loreto, asentada en la desembocadura de la quebrada homónima sobre el río Marañón. 1) El 2014 hubo un derrame de petróleo en el oleoducto norperuano. 2) Se interpusieron diversos juicios que ha ido ganando la comunidad, pero no terminan de ejecutarse. 3) El beneficio futuro por el sacrificio actual no se vislumbra. Cuninico vivía de la pesca, ahora tiene un serio problema de seguridad alimentaria.

El Nanay es un río que desemboca en el Amazonas a la altura de la ciudad de Iquitos. Es conocida, 1) La presencia de dragas en este río (contaminación por mercurio). 2) Hay quien afirma que en el alto Nanay los niños están peor atendidos escolarmente que en el río Putumayo. Lo que nos viene a indicar el grado de abandono en el que viven (falta de inversión pública). En el Nanay hay población ikitu y kukama, aunque no todos desean reconocerse como tales. 3) Si la educación está tan mal, es fácil percibir que el sacrificio actual no redundará en beneficios futuros.

Avancemos. “Sacrificio” es un término con una fuerte connotación “religiosa”. Algo tendremos que decir al respecto quienes nos consideramos religiosos. En época de Jesús el rito sacrificial cruento estaba prácticamente ausente de la vida religiosa judía. En el Nuevo Testamento la categoría “sacrificio” es muy periférica. Incluso la carta a los Hebreos indica que basta con el sacrificio de Cristo, por lo que no son necesarios ningunos más. El vocabulario sacrificial aplicado a la muerte de Cristo en el NT no es ni el más antiguo ni el más frecuente. Este abandono cristiano del sacrificio estimulaba la desactivación ritual del paganismo.

Ahora vemos que los Estados-nación utilizan la categoría “sacrificio” en beneficio del supuesto “interés nacional”. No existe “interés nacional” conculcando derechos básicos. Los Estados buscan un aliado que les avale. En cambio, nuestra respuesta debe ir en conformidad con la Biblia: “misericordia quiero y no sacrificios”.

No faltará quien lea la nota como “antidesarrollo”. Ante esta objeción cabe repreguntar: ¿esto es desarrollo? ¿es ético un desarrollo montado sobre el sacrificio de los vulnerables? Ya es hora de un cambio de modelo energético. “La transición energética” es urgente y los Estados tienen mucha tarea: no subvencionar los combustibles fósiles y potenciar las energías alternativas, entre otros. Felizmente en Loreto se están dando los primeros pasos hacia centrales fotovoltaicas.

Para concluir. Cada 28 de diciembre celebramos los santos inocentes. Herodes manda matar a los menores de 2 años para erradicar al Mesías. No lo consigue. Las actuales tendencias políticas y económicas imponen sacrificios crueles a poblaciones vulnerables sin la posibilidad de un futuro mejor: con la pandemia ha aumentado la desigualdad. Pero no faltan las resistencias en las zonas mencionadas. Resistencia también puede ser un término apropiado para conjugar la esperanza.


(*) Agustinos-Iquitos. Miguel Ángel Cadenas, obispo vicario de Iquitos.


Redacción La Periferia es el Centro. Escuela de Periodismo - Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM).


Publicado en: https://larepublica.pe/opinion/2021/12/27/zonas-de-sacrificio-en-la-amazonia-peruana-contaminacion-iglesia-catolica/ 

martes, 7 de diciembre de 2021

A PROPÓSITO DE "APUNTES PERDIDOS" DE MARCO ANTONIO PANDURO-GONZALES

PANDURO-GONZALES, Marco Antonio (2020), Apuntes perdidos, Manofalsa, Lima.

Manolo Berjón

Miguel Angel Cadenas

Iquitos

 

Para algunas personas Iquitos se ciñe al Iquitos monumental, y poco más. En todo caso unas cuantas calles aledañas a su Plaza de Armas. En varias oportunidades hemos tenido que soportar el cuestionamiento sobre las zonas inundables, donde no se puede habitar según la ley, en contra de las prácticas ancestrales de morar en estas áreas como los pueblos tupí, por ejemplo. Una ley que exuda colonialidad y que prescinde de gran parte de los ciudadanos. A esto hay que añadir las familias que son expulsadas de la ciudad y tienen que elegir las zonas inundables como supervivencia. Una ciudad como Iquitos bañada por el Amazonas pero donde miles de familias carecen de agua potable y saneamiento básico, con los problemas sanitarios que esto acarrea. En cambio, las intervenciones que se realizan en la ciudad son únicamente de tipo estético, secuestrando el espacio público. Dejemos el tema, pero nos sirve para preguntarnos qué es Iquitos.




El libro que llegó a nuestras manos se acerca a calles principales como Arica y Putumayo tanto como a calles de tierra sin nombre. La vida, con sus desigualdades, se da en ambos lugares. Todo es Iquitos. En pocas palabras: los creadores se adelantan, con mucho, a los gestores. Los creadores literarios anticipan lo que los gestores urbanos ni siquiera son capaces de imaginar. Porque se trata de tener un poco de imaginación.

Esta preocupación por lo humano nos parece invaluable. Todas las vidas valen igual. Aunque a la hora de la verdad los que gestionan los recursos lo hacen más a unos que a otros. Sólo se les ocurre gestionar lo que hay, no piensan en el bien común y en las necesidades de todos. En este sentido, la política entendida como participación en la vida de la ciudad les es ajena y está por estrenar.

El libro, con su acercamiento a lo humano, ensancha los límites de la ciudad más allá de lo asfaltado. A poca imaginación que tengamos nos daremos cuenta que no se trata únicamente de enviarles algún que otro profesor, sino de proporcionar los espacios y herramientas que les permitan disfrutar de la vida como el resto de ciudadanos.

Una ciudad en expansión, calles de tierra, estudiantes universitarios, guachimanes, prostitutas, una empresa conocida de transportes (E.T.U.I.S.A). Boom petrolero de por medio, ONGs… La vida bulle por estas páginas. No es tanto lo que dice, que lo dice bien. Es más lo que evoca, trasluce, sugiere, lo que se puede entrever: la vida en Iquitos.

Si, como se señala en el prólogo, gracias a las periferias se renuevan las letras, otro tanto podríamos decir de las ciudades. Las periferias son lugares donde la vida bulle y lo que sucede con las vidas que habitan las periferias son el termómetro de la humanidad de una ciudad, en este caso Iquitos.

Nos interesa cómo “desaparecen” los clavos; cómo terminan pagando los devengados a un profesor cuyo dinero se habían llevado los políticos corruptos de turno; el distinto comportamiento en la biblioteca para conocidos y desconocidos; La Cachina, el mercado negro de Belén bajo donde “se encuentra” lo “desaparecido”; el “capacitado” que regresa a su barrio de origen, el profesor que se mete con su alumna… Nos ronda una pregunta: ¿es una descripción de la anomia? Creemos que no. Sin entrar ahora en disquisiciones ni matices, nos da la sensación que los comportamientos descritos en el libro son la norma. El protagonista ha introyectado el “no-decepcionar-a-los-demás”. Sólo que “los demás” de los que hablamos dependen del grupo social en el que uno se mueva.

Pero démosle una vuelta más. No estamos pensando en el “individualismo occidental”, o en la “singularidad indígena” que permea esta ciudad, sino en un continuum que acentúa un polo u otro en determinados momentos y en personas y conductas específicas. La pregunta que nos surge sigue siendo inquietante: entonces, ¿qué es la sociedad? ¿Qué es Iquitos? Dejémoslo aquí.

Post data:

Este libro llegó a nuestras manos de una forma impensable. Estábamos en una reunión virtual durante toda la semana, razón por la cual no supimos cuándo dejaron el libro a nombre de uno de nosotros. En uno de los descansos nos alcanzaron el libro y nos instaron a ver la dedicatoria en su interior. No hemos podido leerlo durante la semana en cuestión por compromisos ya adquiridos. Esta nota quiere dejar constancia del bonito y apreciado regalo.

Finalizamos indicando que además de sus aciertos literarios nos parece fundamental pensar la ciudad desde distintos ángulos. De nuevo: los creadores literarios se anticipan con creces a los gestores urbanos. El ángulo elegido por Marco Antonio Panduro-Gonzales es muy pertinente. Concluimos incentivando a su lectura.