Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada
- Iquitos
“Las grandes obras asistenciales de la
Iglesia no son problemáticas por el hecho de existir (también los cristianos de
hoy tienen conciencia de la necesidad de la caridad) sino porque sacan esa
caridad fuera de su contexto mesiánico” (J. B. Metz).
Han pasado aquellos trágicos días de búsqueda de oxígeno en
Iquitos, esperemos que no regresen nunca. Días que quedarán tatuados en la piel
de miles de familias. Lo más común aquellos días eran lágrimas de impotencia,
dolor, rabia y bolsillos vacíos para poder comprar el oxígeno y las medicinas.
Llamadas a teléfonos que no siempre contestaban, pistas que te enviaban siempre
a otro lugar, colas interminables… y mucho sufrimiento. En medio de la
desesperación un grupo de ciudadanos organizó por Facebook una pequeña colecta
que solicitaba S/. 5.00 para poder comprar una planta de oxígeno para Iquitos.
La situación era dramática. Esa colecta no salió adelante, pero fue el germen
de algo mayor que se estaba fraguando.
Planta de oxígeno. Foto tomada del Facebook del Vicariato Apostólico de Iquitos
El P. Agustín Raygada llevaba ya un tiempo hablando de
comprar una planta de oxígeno. El P. Raymundo Portelli, acuciado por una
conversación con el Dr. Ernesto Salazar, lanzó la idea y con el P. Miguel
Fuertes, encargado del Vicariato Apostólico, se lanzaron a lo desconocido. Fue
todo rapidísimo, en un domingo se hizo todo, sin pensarlo. Fue tal el impacto y
la generosidad de gente de todos los lados que el Vicariato acabó comprando 4
plantas de oxígeno, material de protección personal y medicinas. Algunas
personas acudieron a las parroquias para donar su plata: donaron desde S/. 0.50
en adelante, todo suma. Mucha gente anónima ha contribuido, de Iquitos y de
otras partes del mundo a través de los bancos.
Fue el momento oportuno, un kairós. Iquitos estaba sumida en
la desesperación. Este gesto sirvió para una pequeña reacción del gobierno. Hasta
entonces no se traía oxígeno en aviones desde Lima porque era peligroso. A raíz
de la gesta del Vicariato comenzaron a llegar vuelos con oxígeno, vinieron más
doctores de Lima y medicinas. Este gesto generó confianza. El mismo personal
sanitario recobró fuerzas, pese a estar fuertemente golpeado. A partir de
Iquitos otras ciudades han realizado colectas públicas para comprar oxígeno o
plantas de oxígeno.
Los que
escribimos esto apenas colaboramos con las plantas de oxígeno, así que no se
trata de recibir aplausos que no merecemos. Los aplausos son para todos los que
colaboraron y los citados sacerdotes que leyeron perfectamente la necesidad y
canalizaron toda esa ansiedad para buscar tranquilidad y salud. Después hemos
visto que se han multiplicado colectas por todo el Perú. Tal vez sean
necesarias, no tenemos elementos para valorarlas, pero nos ha parecido que les
ha faltado el componente mesiánico del que habla Metz en la entrada de esta
nota.
Las obras
de caridad son importantes, nadie las cuestiona. En estos tiempos también son
necesarias. Sin embargo, nos parece que el cristianismo no puede ni debe
renunciar a su componente mesiánico. Se debe colaborar, pero de igual manera se
debe exigir a las autoridades (in)competentes del Estado. La iglesia no es una
sociedad paralela, ni debe suplantar a las autoridades. Estamos en el mundo sin
ser del mundo, porque tenemos ese componente mesiánico que nos sobrepasa.
Nos hemos
lanzado en una carrera de suplantación del Estado proporcionando oxígeno y no
hemos tenido la suficiente valentía para exigir al Estado que cumpliera con su obligación.
Tal vez era y sigue siendo necesario colaborar con la adquisición de oxígeno,
pero se han echado en falta voces en la iglesia más proféticas de exigencia de
derechos para los pobres. De hecho parece que somos funcionales al sistema
porque el Estado no se da por enterado. Día tras día y semana tras semana más
lugares se suman a la compra de oxígeno, sin exigir al Estado. La convocatoria
de la Conferencia Episcopal Peruana para comprar más oxígeno deja en el aire el
componente mesiánico que echamos en falta. Si el cristianismo pierde su entraña
mesiánica abandona su raíz más primigenia. El humanismo está muy bien, pero
para los cristianos es insuficiente. Eso lo pueden hacer las ONGs. Renunciar a
la entraña mesiánica es renunciar al cristianismo.
Esto es lo
que a nuestro parecer diferencia la compra de oxígeno de Iquitos. En Iquitos
fue un fuerte llamado de conciencia. Respondiendo a las necesidades de la gente
obligó al Estado a posicionarse y ayudar a una ciudad que se ahogaba en la
desesperación. Para los demás lugares ha habido tiempo y experiencia que no
hemos sabido aprovechar. No hemos sido capaces de llamar la atención del
Estado. En otras palabras: mientras el Estado ha tenido dinero para una
reactivación económica cuestionable, puesto que los grandes son los más
beneficiados, no ha tenido para comprar oxígeno. La vida religiosa algo tendría
que decir.
Otro
momento mesiánico, por motivos diferentes, se desarrolló el día del Corpus
Christi en Lima. El arzobispo llenó su catedral con 5000 retratos de los
difuntos, en un momento en que las cifras oficiales no se contemplaban tantas
muertes. El arzobispo canalizó la ansiedad generada por la muerte de los seres
queridos en un ritual del duelo de gran envergadura y humanidad. Fue tan enorme
el impacto que los grandes medios de comunicación del mundo lo tuvieron en
cuenta. “Intelligenti pauca”.
En
conclusión: hay que volver al componente mesiánico del cristianismo, sino
queremos convertirnos únicamente en una ONG humanitaria, importante en sí misma,
pero poco que ver con el cristianismo.