jueves, 18 de julio de 2019

DESOLACIÓN EN MASUSA


Manolo Berjón
Miguel Angel Cadenas
Parroquia Inmaculada


El día 15 de julio de 2019 hubo un incendio en Paraíso, una junta vecinal dentro del puerto de Masusa. Se han quemado entre 30 y 40 casas, ¡bien quemadas! Algunos indicaban que eran 33 casas, otros 43 y no faltó quien afirmaba que eran 80 casas. Las cifras, siendo importantes, nos parece que les corresponde a las autoridades proporcionar la información oficial. Eso sí, advertimos que no son cifras, sino familias, personas de carne y hueso las que están detrás.
Quisimos llegar a la zona de Paraíso a través del mercado de Masusa. Ahí conocemos algunas personas. Nos recibió una señora que estaba vendiendo, madre de uno de nuestros catequistas. Nos mostró su preocupación y el miedo que pasaron, pero felizmente a su familia no le pasó nada. Salimos del mercado a una calle interior, a visitar a una familia donde llevábamos la comunión a un enfermo. Nos recibe la familia. Conversamos un ratito y la señora se duerme en medio de la conversación, han sido horas muy intensas. La noche del incendio no ha dormido nada. Nos despedimos. Ellos tampoco han sido afectados, pero 50 metros más allá aparece la desolación.

© Manolo Berjón, julio 2019

Vemos ollas comunes y reparto de agua. Las casas están completamente calcinadas. Un grupo de gente comenta. Un borrachito habla: “¿por qué Diosito nos ha castigado?”. Nadie contesta.   Nos acercamos a un policía y nos presentamos. Responde amablemente algunas de nuestras preguntas. Vemos varios motocarros quemados y comenta el policía: “posiblemente ya no tengan con qué trabajar”. Nos despedimos del policía y continuamos. Vemos a un periodista de un medio conocido paseando por la zona y haciendo algunas fotos. Nos saludamos. Conversamos brevemente y continuamos cada uno con nuestra tarea.

Una dirigente vecinal que conocemos se acerca a nosotros. Ella tampoco ha sido afectada, pero ha venido a visitar a unos amigos y traerles algo de apoyo. Continuamos el recorrido. Se acerca una pareja de edad intermedia. Nos reconocen. “Padres, nos hemos quedado sin nada”. “Se ha quemado hasta mi certificado de matrimonio”. “Usted nos ha casado el año pasado”. “Mis hijos están bien, pero sólo estamos ropa encima”. Conversamos un ratito, les consolamos. Nos despedimos con un abrazo. Continuamos el recorrido, vamos a visitar las carpas que están en el puerto de Masusa. 

Nadie llora, ha pasado el tiempo de la desesperación. Sin embargo, la preocupación es intensa.  ¿Qué hacer? Lo primero es un lugar donde estar, ropa y frazadas para pasar la noche, alimentos y agua. Poco a poco comenzará la reconstrucción. En primer lugar, la vida, después la casa y lo demás. Se han quedado sin nada. Documentos destruidos. Seguramente muchas familias han perdido sus documentos de identidad (DNI), certificados de matrimonio, de estudios…


APARECEN LAS PREGUNTAS

¿Por qué tantas casas quemadas? Los vecinos indicaban que no podían entrar los bomberos, que se atollaban. La calle Los Rosales está pavimentada y llega hasta el puerto. Después hay que girar a la izquierda y esta calle está llena de barro y baches. Es una calle que utilizan las madereras y está en pésimas condiciones. El camión de bomberos se atascó. Tuvieron que empujar los vecinos, mientras tanto el fuego se propagó rápidamente. Otros indicaban que no había agua suficiente para apagar el incendio, así señalan también los diarios. Estamos al lado del Itaya-Amazonas, a escasos metros. Aparecen las asimetrías.

© Manolo Berjón, julio 2019


Los espacios donde vive la gente humilde están al margen del proceso de urbanización. Esto es lo que nos señala un incendio de estas características. Si las calles estuvieran en buenas condiciones, y no hubiera callejones sin salida, sería mucho más fácil apagar un incendio. Pero la calle que se quemó es un callejón. Y el acceso, como estamos indicando, es problemático. Un incendio de estas características nos muestra la falta de planificación urbana. Como si la gente humilde no importara.

En otras palabras, nadie estamos ajenos a un incendio. Pero las familias humildes están más expuestas cuando sucede un evento de este tipo. Los procesos de urbanización truncados dificultan la ayuda. Si el acceso hubiera sido adecuado no se hubieran quemado tantas casas. En los lugares donde habita la clase media, con mejores condiciones de acceso, un incendio se puede apagar más rápidamente, afecta a menos familias. De igual manera sucede también con la reconstrucción. Hay que reconstruir, pero una familia humilde, aunque haya perdido poco, es todo lo que poseen. Por tanto, aunque en términos absolutos no sea una gran pérdida económica, en términos afectivos es despojarse de todo. De todo lo que han ido adquiriendo con trabajo, con esfuerzo, con sufrimiento. No hay duda que la relación de la gente con las cosas es diferente. La clase media puede comprar otras cosas, y afectivamente pueden estar más desapegados, pero la gente humilde suele tener un mayor apego a las cosas. Una cosa no es simplemente un objeto, sino un “objeto afectado”, un “objeto con afecto/s”, un “objeto con vínculos sociales”.

Antes de terminar nos gustaría señalar la capacidad de resiliencia de la gente. Su capacidad para afrontar la dificultad, el imprevisto… es enorme. Y esa es una gran fuente de energía para una sociedad. Apoyemos a los damnificados. Será un suceso que marque su vida. Seamos generosos, pero sobre todo inteligentes. Que este episodio nos sirva para pensar la ciudad, para pensar el urbanismo en una ciudad como Iquitos, donde las grandes periferias sufren todo tipo de discriminaciones. Este incendio señala las asimetrías, la falta de previsión de catástrofes, el pésimo acceso de los bomberos, la falta de agua potable, de desagües… en que habitan todas estas familias. Familias que, en su mayoría han venido de los ríos amazónicos, buscando mejor calidad educativa y sanitaria, entre otros. Y se encuentran atrapados en zonas con difícil acceso y malas condiciones de vida.

Hay quien habla de desigualdad social. Sin embargo, algunos teóricos están utilizando términos mucho más duros para describir las condiciones en las que vivimos: “violencias (re)encubiertas” (Silvia Rivera Cusicanqui), “expulsiones” (Saskia Sassen), “vidas desperdiciadas” (Zygmunt Baumann) o “descartados” (Papa Francisco), por citar solo algunos. Estos mismos teóricos señalan que los hijos de las clases medias viven peor que sus padres.