lunes, 12 de diciembre de 2016

INTERCULTURALIDAD EN SARAMURILLO: los recursos naturales y la infraestructura como “sujetos”

Iquitos, 12 diciembre 2016

“Debate político intercultural” repiten, como un mantra, los indígenas de los lotes petroleros 8 y 192 concentrados en Saramurillo. Demos por sentados los dos primeros términos y centrémonos en el tercero: intercultural. Normalmente son los indígenas los que tienen que acomodar el lenguaje a lo occidental. Es preciso que el Estado comprenda el modo de pensar indígena. Y más en un país como Perú, que se caracteriza como “pluricultural” (demos por buena esta palabra, evitemos la tentación de complejizarla; que quede para otro momento). Como las relaciones entre culturas son amplias y complejas nos ceñiremos a un único punto: universo vs. pluriverso.


© Silvina Arroyo, extraída del Facebook de Juanjo Fernández

Para los occidentales el petróleo es un recurso natural. Y como tal, es apto para ser extraído y utilizado. Es impensable no extraerlo, sería una pérdida económica incomprensible, absurda. En cambio, para los indígenas, el petróleo tiene madre, espíritu. Y es su fuerza la que utilizan los chamanes para curar. Recordamos que Alan García, en su segundo gobierno, se burló de las personas que consideraban que los cerros tuvieran espíritu. Los tildó de animistas [todo tiene espíritu] y arremetió contra todo lo que eso significa. Consecuencia: estalló el baguazo. Este desencuentro es tremendamente letal.

A lo que íbamos, un término como petróleo con dos referencias diferentes. Para los occidentales es un recurso natural más, un “objeto”, listo para ser extraído y utilizado. En cambio, para los indígenas, el mismo petróleo es un ser no-humano que posee espíritu, una persona, un “sujeto”. Por eso, algunos chamanes invocan a la madre [espíritu] del petróleo en sus icaros [cantos chamánicos] en sus rituales de curación. Este desencuentro puede llevar a consecuencias desastrosas. Partimos de mundos diferentes. El “universo” occidental ve el petróleo como un recurso natural que hay que extraer. Los indígenas lo perciben como un ser no-humano con el que se mantienen relaciones. A esto lo llamamos “pluriversos indígenas”: un ser que habita en otro mundo [subsuelo] pero que se relaciona con nosotros en este mundo como una persona más, a través de los chamanes.

¿Cómo comprender que hay gente que habita debajo de los ríos y cochas [yacurunas], que los árboles, animales, hierro…, tengan espíritus, que las huanganas [cerdo salvaje] y las boas sean gente, que los chamanes se puedan convertir en tigre…? En la mentalidad occidental es impensable. Nuestro “universo” está definido básicamente a partir de los términos que genera la ciencia, sea ésta la física, la sociología o las ciencias de la comunicación, por poner el caso. En cambio, para los indígenas, que se manejan en otro paradigma, es lo más natural. Definimos a esta realidad como “pluriverso”, en oposición al “universo” occidental. Pluriverso, como su mismo nombre indica, hace referencia a la pluralidad, la multitiplicidad de mundos que se comunican entre sí.  Así tenemos que un chamán puede comunicarse con los espíritus, con las madres [espíritus de las plantas, árboles…], con los yacuruna… en su propio lenguaje; y, por supuesto, también se comunica con la gente de esta tierra.

La característica más importante del pluriverso es la “relacionalidad”: todos los seres están relacionados entre sí. Para un indígena tan real es una conversación con un occidental, como un sueño donde le visita un pariente lejano, un espíritu o un familiar difunto. Ambas situaciones están al mismo nivel. Tan real es el color negro del petróleo, como que éste  posee su madre, su espíritu, por tanto, tiene vida. Es decir, en los pluriversos indígenas el petróleo no es un mero recurso natural, no es un objeto, sino un sujeto.

Damos por sentado que una tarea fundamental para la especie humana es la protección de la biodiversidad. Y la actividad petrolera no se caracteriza precisamente por este cuidado. Ahora bien, no puede ser bajo el modelo de las “áreas naturales protegidas”, pensadas en el “universo occidental” que parte de la dicotomía naturaleza / cultura. Y terminan por ser espacios delimitados cada vez más acogotados por la razón instrumental del capitalismo global. En los “pluriversos indígenas” naturaleza y cultura se mezclan. Dos ejemplos: las palmeras son la domesticación de las plantas por seres humanos y están regadas por toda la Amazonía desde hace miles de años. Los chamanes imponen la arcana a los niños. Es decir, llaman al espíritu del oso hormiguero, por poner un ejemplo, y se lo imponen a modo de caparazón al niño para que le proteja y no le hagan daño otros espíritus. Por tanto, en las palmeras y en los seres humanos no se produce la dicotomía del universo occidental naturaleza / cultura. En la amazonía indígena ambos están mezclados.

Si el modelo de universo occidental está provocando una catástrofe medioambiental de dimensiones globales es hora de pensar en otros modelos. Tal vez los pluriversos indígenas nos puedan ayudar en esto. De ahí la necesidad de cambio de matriz energética y de pensar el desarrollo en la era post-petróleo. Lo que los occidentales denominamos como recursos naturales, los indígenas los piensan como sujetos: de ahí que el petróleo o el oleoducto tengan madre o espíritu. Es este cambio el que merece la pena ser evaluado. Los occidentales diríamos que exige un “cambio de mentalidad”: una modificación de los pensamientos, de la mente, del espíritu, en lenguaje más tradicional, que es lo que dirige nuestra vida. Los indígenas lo objetivarían como una “transformación corporal”: espíritu tiene todo, así que no se trata de cambiar la manera de pensar. Es preciso transformar el cuerpo: ahí están las arcanas de las que hablábamos antes, las dietas, la ropa… Es esta simbiosis de naturaleza-cultura la que nos lanza a probar nuevos paradigmas. Pensar el desarrollo más allá de la extracción de recursos naturales para poder situarnos entre sujetos.

En el “universo occidental” el oleoducto es un “objeto” que hay que reparar porque está obsoleto. Bueno, esperemos el dictamen de la empresa internacional que lo evaluará. En los pluriversos indígenas el mismo oleoducto es un “sujeto” que se ha transformado en un ser dañino y perjudicial, que siembra muerte por todas partes, como si fuera la encarnación de un brujo pernicioso.

Los contratos petroleros son asimétricos, dejando a los pueblos indígenas, verdaderos dueños de su territorio, ayunos de los beneficios pero plenos de contaminación. Tejieron una red entre el Estado y las compañías petroleras que distorsionó el territorio y a los mismos pueblos indígenas. El Estado recibe unas migajas con la obligación de mirar para otro lado en temas medioambientales y sociales; y las compañías petroleras reciben, además del dinero, parabienes de todos los estamentos. El Estado se convierte en peón de las petroleras, y los pueblos indígenas ven pasar por sus territorios destrozos medioambientales y dinero para otros bolsillos. Esto debe cambiar.

La “limpieza” / “remediación” / “reparación” / “restauración del paisaje” / “rehabilitación”… no consiste únicamente en regresar a un medio ambiente sano anterior a la contaminación, no es suficiente. Se trata de volver a restablecer las relaciones entre todos los seres vivos, conforme los pluriversos indígenas.

Para ir concluyendo. La posible compensación, que la tiene que haber, es independiente de la obligación que tiene el Estado de invertir en el desarrollo de estos pueblos. Es un tema delicado, pero hay que abordarlo. Y no se puede pensar el desarrollo al margen de los pueblos indígenas que habitan este territorio. Ellos son los que tienen que dar la pauta y encontrar las formas más convenientes para su buen vivir.

Manolo Berjón 
Miguel Angel Cadenas

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