Seguimos
los acontecimientos entre pueblos indígenas, Estado y ONGs en torno a la
hidrovía amazónica con expectación. Hemos preferido permanecer en segundo plano[1]. El hecho de situarnos en la retaguardia no
significa que nos hayamos desinteresado del tema. Al contrario. Esta etapa
pareciera que está en manos de técnicos, algo que nosotros no somos. Pero nos
parece el momento oportuno para intervenir con dos argumentos: uno primero más
común, sobre el momento neoliberal actual; y otro que no hemos visto expuesto,
sobre la controversia entre creencia y realidad.
© Manolo Berjón, 2010
El más común es que el
neoliberalismo imperante acepta y promueve de buen grado el multiculturalismo:
hay muchas culturas, todas respetables, y debemos comprendernos entre todos. El
neoliberalismo es la progresión geométrica del liberalismo. El liberalismo
promovía la igualdad, de ahí la necesidad de la incorporación de los indígenas
a la nación: enseñanza de las lenguas nacionales en detrimento de las
autóctonas, salud occidental, mestizaje… En esta etapa neoliberal ya no se
promueve la igualdad, sino que se potencia la diversidad. Lo único que pide el
liberalismo es libertad para el capital, individuos y territorios libres para
poder actuar. Ahora el Estado promueve la educación intercultural e incluso la
salud intercultural, pero los territorios tienen que estar accesibles a las
inversiones. El Estado, en esta tesitura neoliberal, promueve la titulación de
comunidades, siempre y cuando sea comunidad por comunidad, fragmentando los
territorios. El desafío lo están planteando los pueblos jíbaro (wampis, awajun,
candoshi) que exigen “territorio integral”. Son la punta de lanza del
movimiento indígena, el resto de pueblos están rezagados.
El Estado, en esta etapa
neoliberal, convoca a las organizaciones indígenas para “consulta previa”. Ya
se ha escrito mucho sobre este tema. Nuestro aporte será pequeño, esperemos que
sea significativo. Y este es nuestro segundo punto. Nos parece que la consulta está viciada de raíz. El problema, tal como nosotros lo
percibimos, no es la consulta en sí misma, que deja muchísimo que desear, sino sobre “la realidad”. Este es el
verdadero problema. ¿Qué es “la realidad”?
Para los occidentales, tanto
Estado como miembros de ONGs, la realidad es lo que puede ser explicado
científicamente. Nos movemos en el terreno del naturalismo. Este “modo de
identificación” no es cuestionable para los occidentales, aunque puede ser
matizado: hay quienes consideran la ciencia como la única explicación sobre la
realidad y otros consideramos que hay situaciones que la ciencia no puede
explicar, como el amor… Más allá de las disputas dentro de este modo de
identificación, nadie en su sano juicio occidental lo cuestiona. Nosotros
también lo aceptamos. Aunque en nuestro caso abogamos por un naturalismo
abierto a la trascendencia. Como este no es el caso ahora, avanzamos. Los indígenas se mueven en otro “modo de
identificación”. Para los indígenas la ciencia no explica la realidad o, al
menos, no toda la realidad. En el mundo hay espíritus (algo que la ciencia no
puede comprobar ni desmentir).
En nuestra opinión, lo que sucede
con la hidrovía es precisamente este
choque de “modos de identificación”: naturalista
para el Estado y las ONG, animista
para los indígenas. Veamos. La purahua es un ser que habita los ríos. Para los
kukama la purahua es una gran boa que mantiene el río. Cuando la purahua está
presente hay abundante agua. Si la purahua se retira, porque hay mucho ruido,
porque cavan (dragan) el río…, el caudal del mismo disminuye, con el
consiguiente peligro de que se seque.
El asunto, en nuestra opinión, se
encuentra aquí. ¿Cómo pensar la purahua? Para el “modo de identificación
naturalista” la purahua es un espíritu. Por tanto, una creencia. No es
necesario que yo lo crea, es una creencia que poseen los indígenas. Puede ser
una creencia verdadera o errónea. En todo caso, es merecedora de respeto,
siempre y cuando se mantenga al interior del pueblo indígena. En la esfera
pública multicultural no se habla de creencias, eso pertenece a la esfera
privada del grupo. En la esfera pública tenemos que ponernos de acuerdo entre
todos. Puedo respetar tu creencia, pero necesitamos “argumentos racionales” para
poder conversar y llegar a acuerdos. Mientras los indígenas unen razón y
emoción, ambas asentadas en el corazón, para los occidentales se produce una
escisión entre razón y emoción.
Al respecto es interesante la
incorporación de cuatro sabios indígenas en la etapa actual de conversación
entre el Estado y los pueblos indígenas sobre la hidrovía. Se les permite
hablar, faltaba más, para eso somos un Estado neoliberal multicultural. Pero
sus aportes entran dentro de las opiniones, de las creencias. Muy respetables,
pero creencias particulares. El Estado multicultural velará para que todos
tengan igualdad de oportunidades y no se imponga una creencia a toda la
población. En cuestión de creencias, el mercado está abierto, y el “individuo”
elige las más convenientes para sí.
Ahora bien, los indígenas consideran que la purahua no es una creencia, es parte de
la realidad, “es la realidad”. La purahua, para los indígenas, no depende
de que yo crea en ella. La purahua
existe porque es el fundamento de la realidad. De igual manera que los
protones, neutrones… existen, con independencia de que yo los acepte o no.
Si nuestro argumento es correcto,
entonces percibimos dos estrategias diferentes. Para los occidentales, la
purahua es una creencia particular de los indígenas, muy respetable, pero
creencia. Por tanto, queda dentro del ámbito privado. Para los indígenas, la purahua es la realidad misma. Y sobre la
realidad no se negocia. Este asunto nos parece el verdadero nudo gordiano.
Tenemos la sensación que las
ONGs, que han avanzado muchos y preciosos conocimientos técnicos, no están
aportando nada al debate de fondo. Continúa siendo un diálogo entre
occidentales, donde los indígenas quedan “aparcados en sus creencias”. Mientras
que, a nuestro parecer, lo que se dilucida
no son creencias, sino cómo está configurada la realidad. Para los
indígenas la purahua forma parte de la realidad. Para los occidentales la
realidad es explicada únicamente por la ciencia. Y la ciencia no puede decir
nada sobre la purahua.
Mucho nos tememos que se está
produciendo una “colonialidad del saber”. El Estado neoliberal multicultural
impone un modo de ver la realidad a sus ciudadanos indígenas. El Estado no
puede estar cooptado por una única manera de ver la realidad: el naturalismo. Imponer el naturalismo es un modo de
“colonialidad del saber”. El debate, a nuestro parecer, no es únicamente
sobre los argumentos científicos de la hidrovía, como se está llevando a cabo
en estos momentos. Por supuesto, los debates científicos nos parecen muy interesantes
y oportunos. El debate real, el que no
se está escuchando, es sobre la configuración de la realidad. Y en esto,
podemos aprender mucho de los indígenas.
Para concluir, en tiempos de
cambio climático es necesario debatir con argumentos científicos. El principio
precautorio nos indica que ahora no tenemos los conocimientos técnicos
suficientes para saber los verdaderos impactos de la hidrovía. Por tanto, es
preferible esperar, por precaución. Pero iremos más allá, no es suficiente. ¿No
son estos tiempos de cambio climático propicios para explorar otros modos de
identificación más allá del naturalismo? ¿Pueden los sistemas animistas aportar
elementos que ayuden a la preservación del planeta? En nuestra opinión: sí.
Esto es lo que nos parece estar planeando sobre la hidrovía, una conversación
que no se está permitiendo producir, un debate sobre modos de identificación,
sobre ontologías.
[1]
Quien desee puede ver alguno de nuestros post desde abril 2014, aunque nuestro
acompañamiento a las organizaciones indígenas sobre este punto data de varios
años antes: https://revistaideele.com/ideele/content/hidrov%C3%ADa-amaz%C3%B3nica-aproximaci%C3%B3n-desde-un-mito-kukama;
y, entre otros, los post incluidos en https://lacanoavarada.lamula.pe/
Interesante. Ojalá se incluya en el debate la realidad desde lo indígena. Con tanta corrupción, los argumentos científicos son normalmente manipulados hacia intereses particulares. No hay ciencia pura. La Purahua exige ser parte ontológica de la realidad amazónica.
ResponderEliminarInteresante aportación... en el contexto de la delicada situación la que nos encontramos por irreversible y por la carencia absoluta de sensibilidad hacia valores universales y fundamentales: naturaleza, salud, respeto, equilibrio, serenidad, responsabilidad... futuro.
ResponderEliminarEn mi opinión, no hay nada válido en el modelo que fundamenta la justificación de la hidrovía amazónica ahora, como de los oleoductos con anterioridad: consumo, estrés, dinero, inmediatez, inconsciencia, contaminación, superficialidad, irresponsabilidad... distopía.
Gracias, Adolfo y a Xoán.
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